Electra. Benito Pérez Galdós
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Electra - Benito Pérez Galdós страница 10

Название: Electra

Автор: Benito Pérez Galdós

Издательство: Public Domain

Жанр: Зарубежная классика

Серия:

isbn:

isbn:

СКАЧАТЬ A las cinco en punto. (A Máximo.) A usted no le invito: ya sé que no le sobra tiempo para la vida social.

      Máximo. Así es, por desgracia. Hoy no le espero a usted.

      Marqués. ¿Cómo, si estamos de fiesta religiosa y mundana? Pero esta noche no se libra usted de mí.

      Evarista (ligeramente burlona). Ya hemos notado… celebrándolo, qué duda tiene… la frecuencia de las visitas del señor Marqués a los talleres del gran nigromántico.

      Máximo. El Marqués me honra con su amistad y con el interés que pone en mis estudios.

      Marqués. Me ha entrado súbitamente el delirio por la maquinaria y por los fenómenos eléctricos… Chifladuras de la ancianidad.

      Don Urbano (a Máximo). Vaya, que sacarás un buen discípulo.

      Evarista. Sabe Dios… (maliciosa) sabe Dios quién será el maestro y quién el alumno.

      Marqués. A propósito del maestro: siento que por estar presente, me vea yo privado de decir de él todas las perrerías que se me ocurren.

      Evarista. Vete, Máximo; vete para que podamos hablar mal de ti.

      Máximo. Me voy. Despáchense a su gusto las malas lenguas. (Al Marqués.) Abur, siempre suyo. (A Evarista.) Adiós, tía.

      Evarista. Anda con Dios, hijo.

      Marqués (a Máximo, que sale). Hasta la noche… si me dejan. (A Evarista.) ¡Hombre extraordinario! De fama le admiré; tratándole ahora y apreciando por mí mismo sus altas prendas, sostengo que no ha nacido quien pueda igualársele.

      Evarista. En el terreno científico.

      Marqués. Y en todos los terrenos, señora. ¿Pues qué…?

      Evarista. Cierto que como inteligencia…

      Marqués (con entusiasmo). Y como corazón. ¿Pues quién hay más noble, más sincero…?

      Evarista (no queriendo empeñarse en una discusión delicada). Bueno, Marqués, bueno… (Variando de conversación.) ¿Con que… decía usted… que hemos de estar allí a las cinco?

      Marqués. En punto. Cuento con ustedes y con Electra.

      Evarista. No sé si debemos llevarla…

      Marqués. ¡Oh! Traigo el encargo especialísimo de gestionar la presencia de la niña en esta solemnidad. Y ya me di tono de buen diplomático asegurando que lo conseguiría. Virginia desea conocerla.

      Don Urbano. En ese caso…

      Marqués. ¿Me prometen ustedes no dejarme mal?

      Evarista. ¡Oh! Cuente usted con Electra.

      Marqués. Tendremos mucha y buena gente. (Se levanta para retirarse.)

      Don Urbano. El acto resultará brillantísimo.

      Marqués. Hasta luego, pues. Yo tengo que venir a casa de Otumba. Pasaré por aquí. (Óyese la voz de Electra por la izquierda con alegre charla y risa. Detiénese el Marqués al oírla.)

      ESCENA IV

      Los mismos; Electra.

      Electra (dentro). Ja, ja… Rica, otro beso… Tonta tú, tonta yo; pero ya nos entendemos. (Aparece por la izquierda con una preciosa muñeca grande, a la que besa y zarandea. Detiénese como avergonzada.)

      Evarista. Niña, ¿qué haces?

      Marqués. No la riña usted.

      Electra. Mademoiselle Lulú y yo pasamos el rato contándonos cositas.

      Don Urbano (al Marqués). Hoy está desatinada.

      Electra (alejándose, habla con la muñeca sigilosamente. Los demás la observan). Lulú, ¡qué linda eres!

      Pero él es más bonito. ¡Qué feliz será mi amor contigo, y yo con los dos!

      Marqués. ¿Sigue tan juguetona, tan…?

      Evarista. Desde ayer notamos en ella una tristeza que nos pone en cuidado.

      Marqués. Tristeza, idealidad…

      Evarista. Y ahora, ya ve usted…

      Marqués (cariñoso, acudiendo a ella). Electra, niña preciosa…

      Electra (aproximando la cara de la muñeca a la del Marqués). Vaya, Mademoiselle, no seas huraña: da un besito a este caballero. (Antes que el Marqués bese a la muñeca, Electra le da un ligero coscorrón con la cabeza de la misma.)

      Marqués. ¡Ah, pícara! Me pega. (Acariciando la barbilla de Electra.) Lulú no se enfadará si digo que su amiguita me gusta más.

      Evarista. Una y otra tienen el mismo seso.

      Don Urbano. ¿Y qué hablas con tu muñeca?

      Electra. A ratos le cuento mis penas.

      Evarista. ¡Penas tú!

      Electra. Sí, penas yo. Y cuando nos ve usted tan calladitas, es que pensamos en cosas pasadas…

      Marqués. Le interesa lo pasado. Señal de reflexión.

      Evarista. ¿Pero qué dices? ¿Cosas pasadas?

      Electra. Del tiempo en que nací. (Con gravedad.) El día en que yo vine al mundo fue un día muy triste, ¿verdad? ¿Alguno de ustedes se acuerda?

      Evarista. ¡Pero cuánto disparatas, hija! ¿No te avergüenzas de que el señor Marqués te vea tan destornillada…?

      Electra. Crea usted que los tontos más tontos, y los niños más niños, no hacen sus simplezas sin alguna razón.

      Marqués. Muy bien.

      Evarista. ¿Y qué razón hay de este juego impropio de tu edad?

      Electra (mirando al Marqués que sonríe a su lado). Ahora no puedo decirlo.

      Marqués. Eso es decir que me vaya.

      Evarista. ¡Niña!

      Marqués. Si ya me iba. Siento que mis ocupaciones no me dejen tiempo para recrearme en los donaires de esta criatura. Adiós, Electra; vuelvo a las cinco para llevármela a usted.

      Electra. ¡A mí!

      Don Urbano. Sí, hija: vamos a la inauguración de Las Esclavas.41

      Electra. ¿Yo también?

      Evarista. Ya puedes irte arreglando.

      Electra (asustada). Habrá mucha gente. ¡Ay! la gente me causa miedo. Me gusta la soledad.

      Marqués. СКАЧАТЬ



<p>41</p>

Las Esclavas: see footnote 24.