El Criterio De Leibniz. Maurizio Dagradi
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Название: El Criterio De Leibniz

Автор: Maurizio Dagradi

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Героическая фантастика

Серия:

isbn: 9788873044451

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СКАЧАТЬ paró. Dejó de aumentar la tensión.

      —Profesor, hemos superado el valor del experimento.

      —Lo he visto, Marlon —Drew estaba reflexionando intensamente—. Bien, dale un valor de 1.123,08 V a K22 directamente, como estaba antes.

      Marlon cambió el valor con el teclado, y antes de validar el cambio se paró, intercambió una mirada intensa con Drew, los dos centraron su atención en el bocadillo y luego el joven activó el parámetro: instantáneamente, como si fuera lo más natural del mundo, una porción del bocadillo desapareció. Su forma era exactamente igual a la que había desaparecido anteriormente.

      Drew se quedó sin aliento. A decir verdad, no había creído que el efecto descrito por Marlon hubiera ocurrido realmente, y pensaba que seguramente habría una explicación convencional.

      Asistir directamente a la manifestación del efecto lo había noqueado. Le pareció que se hundía en un vacío que acababa de crearse bajo él, y se tambaleó. Por fortuna estaba sentado y bastó que el estudiante lo sujetase un momento, impidiendo que cayera. Se imaginó lo que debía haber sentido Marlon cuando vio el efecto la primera vez. Necesitó casi un minuto para recuperarse y volver a tener el control total de sí mismo. Ya no sentía el cansancio del día, no tenía sueño, su mente era ahora un instrumento potente y afilado, concentrado totalmente en el experimento.

      —Bien, Marlon —dijo Drew con frialdad—, vuelve a poner el K22 a cero y luego a 1.123,08 V otra vez. —Mientras lo decía desplazó convenientemente el trozo de pan.

      Marlon hizo lo que se le pedía, y la materia volvió a desaparecer.

      Lo intentaron poniendo el K22 a 1.123,079 V, sin resultado.

      —Ahora sabemos que el K22 produce el efecto solo si llega directamente al valor crítico. No es una manifestación gradual del fenómeno, ni siquiera para valores cercanos al valor crítico. Parece que estemos ante algo realmente preciso, que, o se manifiesta o no se manifiesta en absoluto, según el valor que demos al parámetro. Bien, ahora probemos con los otros parámetros. Procede ordenadamente, a partir del primero, variándolos gradualmente como hemos hecho con el K22.

      Marlon intervino:

      —Profesor, queda poco pan; creo que deberíamos probar con otro material antes de pasar a los otros parámetros.

      —Mmm, tienes razón.

      Drew cogió un bloque de teflón de otra mesa y lo colocó sobre la placa.

      Variando el K22 lo hicieron desaparecer también. Obtuvieron el mismo resultado con un trozo de madera, un prisma, una lámina de plomo y el borrador de la pizarra. Vieron que el espesor de la materia que desaparecía era de medio centímetro.

      Eran las diez de la noche cuando empezaron a variar los otros parámetros. Habían apagado todas las luces menos una lámpara que estaba sobre la mesa. La luz espectral de la luna entraba por la ventana cercana, iluminando la espalda de dos personas inclinadas sobre una mesa desgastada de un laboratorio de física normal y corriente. Su trabajo era silencioso, monacal. El estudiante seguía al maestro, y el maestro sacaba energía de la intuición del estudiante, joven pero perspicaz. Bastaban pocas palabras, a veces tan solo leves gestos, para que se comprendieran al vuelo y siguieran en perfecta sintonía el análisis de un fenómeno tan portentoso como misterioso.

      —Debe ser un intercambio —observó Drew durante las pruebas.

      Marlon lo miró con aire interrogativo.

      —Si la materia fuera desplazada o se desintegrara, en su lugar quedaría un vacío, y el aire alrededor lo rellenaría inmediatamente, produciendo un ruido seco, como un chasquido. Como no oímos ningún ruido, creo que la materia que desaparece de aquí va a otro sitio, y es sustituida por un volumen de aire que aparece en su lugar. El intercambio debe ser instantáneo y ocurrir en el mismo instante.

      «Quién sabe a dónde va a parar todo esto», se preguntó Marlon, «¿a dónde estará apuntando el instrumento?»

      En un momento dado apagaron la única lámpara que seguía encendida y hasta la pantalla del ordenador, para observar eventuales efectos ópticos asociados al experimento.

      El interior del laboratorio estaba oscuro, salvo por la luz de la luna, que iluminaba débilmente el ambiente.

      Ningún ruido, excepto el del ventilador del ordenador que soplaba suavemente y el zumbido tranquilo del generador de alta tensión.

      Marlon sintió el impulso de mirar por la ventana y notó algo extraño: la cara que nos parece ver cuando miramos la luna ahora parecía que los observase atónita, como si no se debiera hacer lo que estaban haciendo en el laboratorio.

      O no se debiera hacer todavía.

      Marlon tuvo un escalofrío, pero se recuperó y activó el intercambio.

      El laboratorio cayó en la oscuridad más completa. El estudiante se congeló al instante; la frente se le llenó de gotas de sudor.

      —Profesor... —murmuró.

      En respuesta, oyó solamente un extraño crujido. No se atrevía a moverse. El sudor aumentaba.

      Parecía que el tiempo se hubiera parado.

      Siempre oscuro, una oscuridad opresora, como una mano enorme que lo aplastase cada vez más.

      La tensión se había vuelto intolerable.

      Pasó medio minuto más, después el viento apartó la nube que había tapado la luna, sin que los dos lo supieran, y esta volvió a iluminar con una luz fría la escena.

      Marlon miró a Drew.

      El anciano profesor tenía los ojos fuera de las órbitas, la cara pálida como un trapo, y se aferraba con las manos a la mesa, fuertemente, con los nudillos blancos por el esfuerzo. Eso era lo que produjo el crujido que había oído poco antes. La seguridad y el autocontrol de Drew habían desaparecido, y en aquel momento tan solo exprimía una cosa: miedo.

      —Profesor... —insistió Marlon.

      Drew consiguió salir de su pavor, lentamente.

      —Enciende la luz, Marlon —susurró con dificultad.

      El chico buscó el interruptor y encendió la lámpara. Una luz vívida iluminó la mesa. Sin decir nada, fue hacia la pared y encendió todas las luces del laboratorio.

      Parecía que la vida estuviese volviendo, que aquellos instantes de terror estuvieran cancelados por toda esa luz. Drew se levantó de la silla y dio unos pasos. Se secó la frente con un pañuelo.

      Marlon volvió a la mesa y observó la placa del experimento. La materia había desaparecido, como siempre. No había nada distinto. El estudiante miró al profesor, que estaba volviendo a su sitio. Sus miradas se cruzaron, y ambos supieron que en aquel momento dramático habían sentido lo mismo.

      —Autosugestión. Solo autosugestión. Es tarde, estamos cansados y enfrentándonos a problemas difíciles. Puede suceder... —Drew hablaba, inseguro, intentado recuperar el control de sí mismo.

      —Cierto. СКАЧАТЬ