Название: Cómo acordarse de sus vidas anteriores
Автор: Roger Luc Mary
Издательство: Parkstone International Publishing
Жанр: Эзотерика
isbn: 978-84-315-5286-2
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Los egipcios fueron los primeros en decir que el alma del hombre es inmortal. Sin detenerse, de un vivo que muere pasa a otro que nace; cuando ha recorrido todo el mundo terrestre, acuático y aéreo, vuelve a introducirse en un cuerpo humano. Este viaje circular dura tres mil años. (Herodoto, Historias, II, 123).
Estoy convencido de que podemos renacer realmente y que los seres que están vivos provienen de los muertos (Platón, Fedón).
Los glotones y los borrachos renacerán, quizá bajo la forma de un asno, los hombres violentos e injustos bajo la de lobos y halcones, y los que siguen ciegamente las convenciones sociales bajo la forma de abejas y hormigas (Platón, Fedro).
Cuando el tiempo ha terminado por fin de borrar todas las manchas de las almas y ellas han recobrado la pureza de su origen celestial y la simplicidad de su esencia divina, al cabo de mil años las conduce a las orillas del río Leteo[11], con el fin de llevarlas de nuevo a la vida y unirlas, siguiendo sus deseos, a nuevos cuerpos (Virgilio, Eneida).
Es una creencia admitida universalmente que el alma comete faltas, las expía, sufre castigos en los infiernos y pasa a nuevos cuerpos (Plotino, Enéadas, I, 1-12).
Cuando era piedra, morí y me convertí en planta. Cuando era planta, morí y conseguí el rango de animal. Cuando era animal, morí y alcancé el estado de hombre. ¿Por qué debería tener miedo? ¿Cuándo perdí algo al morir? (Djalâl Al-Dîn Al-Rûmî).
Si se echa una ojeada a la tradición celta se aprecia que los druidas creían en la inmortalidad del alma, cualidad que hizo decir a Diodoro Sículo:
Entre ellos prevalece la opinión de Pitágoras según la cual las almas de los hombres son inmortales y, tras un número indeterminado de años, vuelven a vivir penetrando en otro cuerpo.
Esta tradición, transmitida por Pitágoras pero muy anterior a él, se vuelve a encontrar hoy en un viejo proverbio bretón: Kement beo a zo maro, kement maro o vero beo! («¡Todo lo vivo estuvo muerto, todo lo muerto estará vivo!»).
Nadie puede explicar exactamente de dónde proviene la doctrina reencarnacionista. Su origen se remonta a la noche de los tiempos.
Se enseñaba como misterio esotérico en las iniciaciones egipcias, tres mil años antes de Cristo.
Veamos unos cuantos ejemplares, bastante esclarecedores, de esta tradición:
Antes de nacer, el niño vivió y la muerte no acaba con nada. La vida es un devenir, khèpraou, pasa del mismo modo que el día solar que va a empezar.
El hombre está compuesto por inteligencia, khou, y materia, khat.
La inteligencia es luminosa y se reviste para vivir en el cuerpo con una sustancia que es el alma, ba.
Los animales tienen alma, pero un ba privado de inteligencia, del khou.
La vida es un soplo, niwou.
Justo en el momento en el que el soplo se retira en ba, el hombre muere.
Esta primera muerte se manifiesta de forma material por la coagulación de líquidos, el vacío de las arterias, la disolución de las materias que componen el cuerpo. Estos se conservan con el embalsamiento, incluida la sangre, que ba volverá a dar vida después del juicio de Osiris.
El soplo está al servicio del alma.
¿Hacia una reconversión de las religiones?
Hay que reconocer que la Iglesia romana ha llevado a cabo actualmente un cierto giro, sobre todo, motivada por el hinduismo que propugna la doctrina de la reencarnación:
En el hinduismo, los hombres escudriñan el misterio divino y lo explican por la fecundidad infinita de los mitos y los esfuerzos penetrantes de la filosofía. Buscan la liberación de lo angustioso de nuestra condición a través de la meditación profunda o refugiándose en Dios, con amor y confianza…
La Iglesia considera con sincero respeto estas maneras de vivir y de comportarse, estas reglas y doctrinas que, aunque difieran en muchos puntos de lo que ella misma mantiene y propone, aportan a menudo un resquicio de verdad que ilumina a todos los hombres[12].
La tradición del Corán es aproximadamente la misma que la judeocristiana: resurrección, juicio final, vida eterna. Sin embargo, también encontramos en la tradición coránica un movimiento reencarnacionista, la naskhiva, que dio mucho que hablar durante el siglo X. Si podemos creer a Souheib Bencheikh[13], los adeptos de la reencarnación no son rechazados por los religiosos musulmanes no integristas.
El principio de analogía
Los Upanishad, libros sagrados hindúes conocidos desde el siglo VII a. de C., explican el karma y los ciclos vida-muerte-resurrección. Esta tradición no propugna el todo se paga sino el todo se purifica. Probablemente es en las relaciones analógicas donde se puede comprender y admitir el proceso reencarnacionista, sobre todo en la ley de los ciclos[14].
Existe, por ejemplo, una analogía entre los comportamientos de los planetas y el de los glóbulos de la sangre y este ejemplo se puede trasladar a cualquier savia vegetal. Y se podría seguir acumulando así innumerables ejemplos cíclicos cuya síntesis sería:
«Un ciclo se cierra después de diseminar la vida con su ascensión y su caída entre dos niveles de densidades diferentes».
Lo que es materia está llamado a convertirse en espíritu: todo se purifica (y en la ley de los ciclos se apreciará que todo se hace más denso si no se eleva).
Otra analogía: un ser (espiritual o no) vuelve a sus orígenes mientras duerme y cuando se despierta renace a un nuevo día. Numerosas tradiciones dejan entrever que el sueño nos enseña a morir.
Nuevas visiones de la muerte
La vida en la muerte
«Nadie ha vuelto de la muerte para contar cómo es», estamos acostumbrados a oír o a decir.
Si bien a esta reflexión no le falta razón a priori, no deja de ser también el reflejo de una cultura que considera la muerte como un tema tabú, alimentado por el misterio, el morbo o el miedo.
De este modo nos enfrentamos a curiosas paradojas: esta cultura, típicamente occidental, empuja al ser humano a fingir que olvida su propia muerte, a vivir como si fuera inmortal y le impone un ansia de consumo enorme y preocupaciones económicas para días futuros inciertos.
De vez en cuando se embellece la muerte. Así lo hacía una publicidad aberrante en la que Jean-Marie Proslier, en el papel de simpático abuelo vestido de punta en blanco, aconsejaba preparar las exequias uno mismo para evitar muchos problemas[15]. El resultado es un extraño problema social: por una parte, la muerte es un tema tabú y por otra se comercializa.
Inmersos en un espíritu como este de confusión e ignorancia, СКАЧАТЬ
11
En la mitología griega, Leteo es uno de los ríos de los infiernos cuyas aguas proporcionan el olvido a las almas de los muertos.
12
Vaticano II, «La Iglesia y las religiones no cristianas», § 2.
13
Gran Mufti de Marsella y autor de
14
Véase los anexos al final de la obra.
15
Después de ver el personaje, al que no le falta humor ni talento, me pregunté si Jean-Marie Proslier no tendría serios problemas económicos para haber aceptado participar en esa publicidad.