Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha. Мигель де Сервантес Сааведра
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СКАЧАТЬ style="font-size:15px;">      –Poco tengo yo que ver con esto; págueme y dejémonos de cuentos y caballerías ―dijo el ventero.

      –Sois un estúpido y un mal ventero ―dijo don Quijote.

      Dicho esto, subió al caballo y salió de la venta, sin que nadie lo detuviera, y él sin mirar si le seguía su escudero.

      El ventero quiso cobrar[69] de Sancho Panza, pero dijo lo mismo que su amo, que para él tambien valían las leyes de la caballería.

      Quiso la mala suerte que en la venta hubiera gente alegre y juguetona que decidió divertirse con Sancho. Fueron hacia él y lo bajaron del asno. Uno de los hombres trajo una manta y, puesto Sancho en el centro, comenzaron a levantarlo en alto y a reírse de él.

      Las voces de Sancho llegaron a oídos de don Quijote, que volvió a la venta a ver qué le sucedía a su escudero. Cuando vio lo que sucedía, comenzó a decir tantos y tales insultos que es mejor no escribirlos. Pero los hombres no paraban de mantearlo, hasta que se cansaron y lo dejaron en suelo. Le trajeron el asno y lo subieron encima porque él no podía moverse.

      Sancho rogó a Maritornes que le trajera un vaso de vino y, una vez bebido el vaso, salió de la venta muy contento de no haber pagado nada, aunque el ventero se quedó con las alforjas en pago de lo que se le debía, sin que Sancho las echara de menos por lo mareado que estaba.

      Capítulo XV

      La aventura de los rebaños de ovejas

      Llegó Sancho adonde estaba don Quijote y al verlo le dijo:

      –Ahora creo, Sancho bueno, que aquel castillo o venta está encantado, porque los que se han divertido contigo, ¿qué podían ser sino fantasmas y gente del otro mundo? Lo sé porque no pude ni bajar del caballo para vengarme, y es que me tenían encantado.

      –Yo también me hubiera vengado, pero no pude. Aunque yo creo que los que se han burlado de mí no eran fantasmas, sino hombres de carne y hueso, y todos tenían sus nombres, como nosotros. Lo mejor sería volvernos a casa, ahora que es tiempo de la siega, y cuidar de nuestra hacienda en vez de andar de la ceca a la meca[70].

      –¡Qué poco sabes, Sancho ―respondió don Quijote―, de asuntos de caballería! Ten paciencia, que un día verás qué honroso es andar en este oficio. ¿Qué mayor alegría puede haber que vencer en una batalla? Ninguna.

      –Así debe de ser ―respondió Sancho―, pues yo no lo sé; pero desde que somos caballeros andantes no hemos vencido en ninguna batalla. Sólo en la del vizcaíno, y así y todo vuestra merced salió sin media oreja.

      Iban conversando cuando don Quijote vio que se levantaba una gran polvareda[71] por el camino. Entonces se volvió a Sancho y le dijo:

      –Hoy es el día en el que se verán mi buena suerte y el valor de mi brazo. ¿Ves aquella polvareda, Sancho? Se trata de un numerosísimo ejército que viene por allí.

      –Serán dos ejércitos ―dijo Sancho―, porque por este lado se levanta otra polvareda.

      Volvió a mirar don Quijote y vio que era verdad; entonces se alegró muchísimo porque pensó que venían a enfrentarse en aquella llanura. Pero la polvareda la levantaban dos grandes rebaños de ovejas que venían por el mismo camino en diferente sentido.

      Tanto insistió don Quijote en que eran ejércitos, que Sancho se lo creyó y le dijo:

      –Señor, ¿qué hemos de hacer nosotros?

      –¿Qué? ―dijo don Quijote―. Defender y ayudar a los necesitados. Y has de saber que este ejército que viene de frente lo conduce el gran emperador Alifanfarón, y el otro es el de su enemigo, Pentapolín del Arremangado Brazo, llamado así porque siempre combate en las batallas con la manga del brazo derecho subida.

      –¿Y por qué se quieren tan mal estos señores? ―preguntó Sancho.

      –Se quieren mal ―dijo don Quijote― porque este Alifanfarón es un cruel pagano[72] y está enamorado de la hija de Pentapolín, que es cristiana, y su padre no se la quiere entregar al rey pagano.

      Siguió don Quijote nombrando caballeros y príncipes que según él venían en uno y otro bando, además de países y ríos de todas partes para destacar la importancia de la imaginada batalla. Cuando don Quijote terminó, le dijo Sancho:

      –Señor, yo no veo ni gigantes ni caballeros; quizá todo sea encantamiento.

      –¿Cómo dices eso? ―respondió don Quijote―. ¿No oyes el relinchar[73] de los caballos, el sonido de las trompetas y el ruido de los tambores?

      –Yo lo único que oigo ―contestó Sancho― es balido[74] de muchas ovejas.

      No resistió más don Quijote y se lanzó a todo galope contra el ejército de ovejas y comenzó a atacarlas con su lanza con tanto coraje que mató más de siete.

      Los pastores le daban voces para que parara, pero él no hizo caso. Entonces sacaron sus hondas[75] y comenzaron a tirarle piedras. Una de ellas le rompió dos costillas.

      Don Quijote se acordó del bálsamo, sacó la aceitera y bebió unos tragos; pero antes de terminar de beber le alcanzó otra piedra que rompió la aceitera y le quitó tres o cuatro dientes. Fue tal el golpe, que don Quijote cayó del caballo. Los pastores, que creyeron que lo habían matado, recogieron su ganado a toda prisa y se fueron.

      Cuando Sancho vio que se habían ido los pastores, se acercó a don Quijote y le dijo:

      –¿No le decía yo, señor don Quijote, que no eran ejércitos sino rebaños de ovejas?

      –Sin duda ―dijo don Quijote― que todo esto es un encantamiento, amigo Sancho. Seguro que ahora mismo son ya ejércitos de hombres, como te he dicho.

      Quiso Sancho curar a su amo y fue a buscar las alforjas para coger lo necesario. Al descubrir que no las tenía, casi se vuelve loco: pensó en volver a su casa aunque perdiera el salario y la ínsula prometida.

      Cuando don Quijote vio a Sancho tan preocupado, le dijo:

      –Has de saber, Sancho, que todas estas desgracias son señal de que pronto sucederán cosas buenas porque no es posible que el mal ni el bien duren siempre. Y así, como el mal ha durado mucho, el bien está ya cerca.

      –Sí, pero me faltan las alforjas ―dijo Sancho.

      –Entonces no tenemos nada para cenar ―dijo don Quijote.

      –Así sería ―dijo Sancho― si no hubiera por aquí hierbas que vuestra merced dice que conoce.

      –Con todo ―dijo don Quijote―, yo tomaría mejor un buen trozo de pan y dos sardinas que cuantas hierbas existen. De todas formas, sube en tu asno y sígueme, que Dios da de todo y hace salir el sol sobre los buenos y los malos.

      –Mejor era vuestra merced para predicar ―dijo Sancho― que para caballero andante. Vámonos ahora de aquí y busquemos un lugar en que alojarnos esta noche СКАЧАТЬ



<p>69</p>

cobrar – взыскать плату

<p>70</p>

andar de la ceca a la meca – слоняться, метаться туда-сюда

<p>71</p>

polvareda – облако пыли

<p>72</p>

pagano – язычник, иноверец

<p>73</p>

relinchar – ржание лошади

<p>74</p>

balido – блеяние

<p>75</p>

honda – праща, рогатка для метания камней