La vida a través del espejo. Iván Zaro
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Название: La vida a través del espejo

Автор: Iván Zaro

Издательство: Bookwire

Жанр: Социология

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isbn: 9788416876884

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СКАЧАТЬ Porque cuando llegas a clase los niños empiezan a pegarte, te discriminan, no quieren jugar contigo. ¿Entonces cómo mataba yo el tiempo por las tardes? Me ponía a estudiar, a ver series y jugaba a los videojuegos.

      Como yo negaba tanto mi condición sexual, no me permitía que me gustaran los tíos. Por eso nunca he tenido el momento de amor adolescente. Ha habido tíos que me gustaban, claro, por ejemplo mi profesor de autoescuela, pero sabía que tenía novia y no me planteaba más. Mi pubertad la viví con el inicio de internet, de los chats, el chat de Chueca, el bakala, el gaydar y empecé a relacionarme así con otros chicos cuando yo ya tenía dieciocho o diecinueve años. Pensé que cuando fuera a hacer el bachillerato podría empezar una nueva vida con nuevos amigos porque no habría nadie conocido del colegio, pero tuve la mala suerte de que en el instituto al que yo me iba se vino más de media clase conmigo. ¡Otros dos años más para encontrar novedades! ¡Qué le íbamos a hacer! Pese a todo, en el instituto conocí a otros niños más mayores. Había un chico que era súper, súper gay y otros dos que me gustaban, pero que eran muy niñatos. En el momento en el que me hacían daño o me insultaban les ponía la cruz. Así que mis primeras experiencias fueron a partir de los dieciocho o diecinueve años. Empecé a salir de marcha por el ambiente y, entre comillas, fue un poco como mi salida del armario. Una etapa nueva. En la universidad tengo una sexualidad más consciente y más libre.

      El sida siempre lo vi como una enfermedad. No tenía mucha información más allá de que era una cosa mala. Y, a medida que fueron pasando los años y estudié asignaturas en las que se trata el VIH y el sida, empecé a tener más conocimiento y conciencia del tema. Se le pierde el miedo a las cosas cuando sabes cómo funcionan. Ves que la gente no se muere, cómo se transmite y cómo se puede prevenir. Esto me parecía superinteresante y era como un reto. ¿Por qué no encuentran la cura? ¿Cómo funciona? Siempre me ha llamado mucho la atención el VIH. Es verdad que la población homosexual de mi edad tiene esa carga, ese estigma generacional.

      Antes de mi diagnóstico, yo atendí a pacientes con VIH. En la residencia, pasamos por distintos tipos de servicios o especialidades para complementar la formación. Yo quería estar en el Centro Sandoval para saber cómo funciona un centro especializado en ITS. En aquel momento ante chicos con VIH pensaba: vale somos iguales, pero tú estás infectado y yo no. Es el pensamiento de «algo habrás hecho para estar infectado». Pero lo mismo que lo pensaba con un paciente VIH lo pensaba con la gorda de 80 kilos que medía uno cincuenta y me venía a la consulta diciendo «no, no, es que yo tengo tiroides». «No, no es que tengas tiroides, es que te hinchas a comer y no haces ejercicio, no te cuidas», pensaba yo. Y lo mismo con el paciente que lleva su bombona de oxígeno: «Es que has fumado cerca de sesenta años. ¿Qué pretendes?». Al principio, les echas a los pacientes la culpa de estar enfermos.

      En aquella época me hacía pruebas rutinarias de VIH. Me hacía chequeos completos… ¡incluidas hasta las anoscopias! Pero tenía la tranquilidad de que iban a salir negativos porque durante la carrera yo donaba sangre y al ser donante te hacen las pruebas ya no solo del VIH, también de la hepatitis C y B. Y en ningún momento me llamaron para decirme nada. Donaba porque pensaba que así ayudaba y, de paso, me hacían las pruebas. Mataba dos pájaros de un tiro.

      Sé que me pude infectar en enero de 2014. E intuyo la persona que pudo infectarme. Yo antes había tenido relaciones sin protección, sí. Esto es una realidad. El condón está muy bien porque te protege de todo, pero todos sabemos que no es lo mismo que cuando pruebas el sexo sin condón. Y después de la infección mantuve relaciones sexuales sin preservativo con un chico porque era indetectable.

      Mi sospecha es que me infecté en un encuentro del Grindr. Fue un momento de calentón. Yo no sé hasta qué punto la otra persona sabía que estaba infectada o no. No podemos culpabilizar a la otra persona porque no te diga que es positiva manteniendo una relación sexual a pelo porque esto es cosa de dos. Si quieres jugar, juegas y si no quieres jugar, no juegas. Lógicamente a este chico, del que además no tengo la certeza, cuando he vuelto a hablar con él no le he dicho «oye, mira, me has pegado el VIH» porque yo podía haberle dicho «mira, no, me voy a poner el condón o póntelo tú». Nos pilló un momento de calentón y hay que ser responsables con las cosas que se hacen. Yo era totalmente consciente de los riesgos a los que me estaba exponiendo, jugué con fuego y me quemé, y punto.

      El momento en el que empiezas a notar que está pasando algo es muy duro. El 12 o 13 de febrero empecé a tener fiebre. Un fiebrón de 38 y medio, 39 y pensé que ya estaba, que la había cagado. Pero coincidió que había tenido una guardia en pediatría como dos o tres días antes. Cuando haces una guardia en pediatría ves a cerca de 50 o 60 niños y todos están con fiebre, con mocos, vomitando. Cuando hacemos la guardia, siempre cae algún residente y pensé que esa vez me había tocado a mí. Empecé con un poco con fiebre dos o tres días, luego con vómitos. Y después me sentía fatal, muy cansado. Un típico cuadro gripal muy inespecífico. A los dos o tres días me salió una lesión en la boca, superdolorosa. Como una úlcera, una llaga. ¿Y esto? Esto es vírico. Al día siguiente me apareció un rush en el cuerpo y en la cara que se fue extendiendo. Había ido a mi centro de salud y me habían cogido una vía para ponerme suero porque llevaba unos días perdiendo muchos líquidos. Un día por la mañana me levanté y me dijo el doctor que no fuera a trabajar. Yo sospechaba lo que estaba pasando, pero lo negaba. En una primoinfección pasan dos o tres semanas desde el contacto y coincidía con el último contacto que había tenido. En ese momento se lo comenté a mi tutora y me dijo que me fuera a urgencias para hacerme una analítica. Entonces me entró el pánico porque pensé que, si finalmente era VIH, lo podía saber más gente y mi mayor duda fue a qué hospital iba. Finalmente, decidí ir donde todos me conocían y me presenté allí tapado entero para que no se me vieran las manchas. Me encerré en la consulta de urgencias, llamé a una enfermera y le pedí una analítica completa y una consulta con los dermatólogos para que me vieran las manchas purpúricas. Les dije que yo era resi de allí y les pedí que me dijeran de dónde pensaban que podían venir las manchas. Empezó a leer la analítica y los resultados fueron tremendos. Me dijo que lo sentía mucho, pero que tenía que llamar a un adjunto de interna porque tenía las plaquetas bajas, los linfocitos bajos, alteración en las transaminasas... En fin. En ese justo momento entra una adjunta en la consulta y le dice que le quiere comentar el caso de un paciente que ha venido con un síndrome febril y con unas manchas. Yo estaba con la cara agachada. La adjunta mira la analítica con un nivel de plaquetas de 50 000, bajo, lo normal es tener por encima de 150 000 a 500 000. Tenía un riesgo hemorrágico. Dice, «déjame verte» y, claro, vuelvo la cabeza y le digo, «soy yo». Me dice, «¡David! Vamos a cogerte una cama ahora mismo». Llamaron a agudos, buscando una cama libre, «pues mira es que resulta que tenemos a David malo. David, el resi, está malo». Vienen millones de adjuntos a la consulta donde yo estaba, todos los residentes y la coordinadora de urgencias. Yo solo me preguntaba, «¿y ahora qué?». El trago es fuerte. En ese momento, la coordinadora de urgencia dice: «a David solamente le van a ver los médicos necesarios. El resto se va fuera». Se fueron. Dos semanas antes yo estaba allí trabajando como médico y ahora veía cómo estaban poniendo mi nombre en la mesa, con la bolsa para guardar mi abrigo y mis cosas y yo allí tumbado. La adjunta me dice, «David, te tengo que pedir el VIH». «Vosotros haced lo que tengáis que hacer, ¿vale? Si lo vas a pedir, cuando tengáis el resultado lo comentas con el microbiólogo y que no lo cuelgue en el sistema informático. Que te dé el informe de forma verbal, lo que sea». Ella me preguntó si había riesgo y yo le contesté que sí. Cuando tuvieron el resultado vino ella sola: «Tengo el resultado del VIH. Ha salido positivo». Booom. En ese momento, no me dio por llorar pero estaba como si aquello no me estuviese pasando a mí, como si fuese un sueño y no se tratase de mi cuerpo. Aquello era solo un mal sueño del cual me quería despertar. La adjunta me dijo que había camas de interna con un adjunto al que conocía mucho, pero yo le contesté que con él no quería, que prefería que me entendiera una mujer joven. Me confirmó que la llamarían para que al día siguiente a primera hora me viese a mí el primero. Y así fue, efectivamente. A las ocho de la mañana, ya me estaba viendo. Aquella noche, subí a la planta e intenté dormir, aunque fue imposible. Tampoco quería que me vieran las resis СКАЧАТЬ