Despertar en armonía y equilibrio. Pamela Castillo Silva
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Название: Despertar en armonía y equilibrio

Автор: Pamela Castillo Silva

Издательство: Bookwire

Жанр: Зарубежная психология

Серия:

isbn: 9789564023021

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СКАЧАТЬ mi madre, siempre estuvieron pendientes de mí y de mis hermanas. En mi juventud supuse que se debía a mi timidez, pero a pesar que fui trabajándola con buenos resultados, ese sentimiento seguía arraigado.

      Mirando mi árbol genealógico pude comprender todos los cruces de destinos que sucedieron en el pasado para que pudiera nacer, vivir y contar la historia que he tenido.

      Mi familia por parte de mi padre estaba compuesta por personas de gran esfuerzo. Mi abuelo, un hombre maravilloso, tuvo que crecer rápidamente para hacerse cargo de su familia por la temprana partida de su padre. Mi abuela, una mujer espléndida, tuvo una difícil niñez de abandono que finalmente afectó su psiquis de adulta joven, presentando cuadros de esquizofrenia. Ella hablaba poco, pero le encantaban los paseos al campo o la playa. Mis abuelos tuvieron un hermoso matrimonio que terminó con la partida de mi abuela después de un infarto. Mi abuelo, de pura pena, la siguió dos años después.

      Mi papá era un niño de unos siete años cuando su mamá tuvo que ser internada por su esquizofrenia. Junto a su hermano un año menor tuvieron que aprender a vivir solos porque mi abuelo los tenía que dejar encargados para poder ir a trabajar. Esta dura infancia hizo de mi padre un hombre fanfarrón que escondía al niño asustado que tenía en su corazón.

      Mi familia por parte de mi madre se dedicaba a la agricultura. Hijos del rigor y la austeridad. Los padres de mi abuela Raquel tuvieron seis hijos, que siendo niños sufrieron la partida de su padre. Su madre, Petita, crió sola a sus hijos, con mucho esfuerzo y valentía.

      Mi abuelo materno, Ramón, también fue huérfano de madre se crio con su padre y madrastra. Mis abuelos se casaron jóvenes. Raquel tenía 17 años y Ramón, 19. Su matrimonio duró apenas once años; mi abuela falleció a los 28 años, dejando a sus cinco hijos huérfanos.

      Mi abuelo Ramón, después de unos años, se volvió a casar. Mi madre fue criada por su abuela Petita, que ya no era tan joven. Ella sentía que no le quedaba mucho tiempo y entrenó a mi mamá para poder llevar la casa. Después de un accidente cardiovascular ella también se marchó. La vida no espera y a los catorce años mi mamá se hizo cargo de la casa hasta los 23 años, cuando decidió emigrar a Santiago.

      Siempre me sentí más cercana a mi familia materna. Fue una grata sorpresa cuando, ya cercana a mis 30 años, mi madre me mostró una foto de Raquel, un año antes de morir. Quedé impresionada al ver el enorme parecido que teníamos. Los ojos, forma del rostro, nariz. Fue como verme en otra época.

      Me llamó la atención que el común denominador de ambas ramas eran relatos de huérfanos y abandonados. En mi ADN estaba el miedo heredado al abandono y la no pertenencia. Por esta razón no era suficiente con observar mi vida desde mi nacimiento. La memoria de mi vida también estaba en mis células.

      Honro a mis ancestros y agradezco ser parte de su descendencia. Fueron personas que, a pesar de haber tenido vidas difíciles, especialmente en su niñez, fueron capaces de salir adelante con esfuerzo y coraje. Heredé dolores, miedos y soledades, pero también su fuerza, valentía y perseverancia, que han sido pilares fundamentales para enfrentar mis travesías por los desiertos que he atravesado.

      El joven soldado

      Intentando recordar un episodio de mi niñez, acudí donde María Inés, una psicóloga que utiliza la regresión en caso de ser necesario. Le expliqué que muchas veces en meditación lograba recordar una época de mi niñez, pero algo me paralizaba. Le pedí su ayuda. Ella me dijo que lo podíamos intentar, pero que a veces el alma puede querer mostrar otras cosas.

      Cuando comenzó la sesión, empecé a retroceder en el tiempo y sin más me encontraba en el vientre de mi madre en el momento del parto. Estaba oscuro y sentí un frío intenso. Mi mamá estaba asustada y triste. No me gustó estar ahí. Quise salir, pero en vez de retornar hacia mi infancia me encontré en medio de la Primera Guerra Mundial. El chico que había visto en mi primera regresión ya había crecido y se había transformado en un joven soldado del ejército alemán, que venía de regreso después de la fallida invasión del sur de Francia. Junto a otros soldados estaban buscando a un desertor que había huido. El joven estaba herido y oculto en una casa y a pesar de su deplorable estado de salud se lo iban a llevar como prisionero.

      Le comenté a María Inés lo que estaba recordando y que no sabía qué hacer. Me dijo que no me asustara y que tratara de indagar más sobre lo que me estaban mostrando.

      El soldado estaba afuera de la casa mirándome cómo invitándome a salir de la habitación donde estaba el joven desertor. Comenzamos a caminar y señala a una mujer. Era la madre del desertor viendo este trágico espectáculo. Pude sentir la rabia y el dolor de su impotencia.

      –¿Qué puedo hacer?–, volví a preguntar.

      –Si quieres decir o hacer algo es el momento–, me respondió María Inés.

      Sin saber qué hacer o decir, comencé a seguir al soldado que se acercaba a la madre. Me puse frente a la mujer y desde lo más profundo de mi corazón le dije: “Te pido perdón por todo el daño que te he hecho en esta vida y en todas las otras”. En cuanto terminé la frase me pregunté: “¿qué significa todas las otras vidas?”. En ese momento vi como todo se pixelaba y la escena comenzó a desintegrarse en un torbellino. Algo me arrastró o succionó y terminé de vuelta en el vientre materno, pero ahora todo estaba muy luminoso. Sentí una tibieza que me envolvía y pude ver el rostro de mi madre, feliz de reconocerme.

      Entendí que la mujer a quien le había pedido perdón era mi mamá en esta vida y que la frase original a la que me había acompañado hasta ese momento era: “Si ella supiera quien soy, no me querría”.

      El joven soldado alemán sobrevivió a esa guerra, pero murió al término de la Segunda Guerra Mundial.

      Después de las experiencias que había vivido, entendí la importancia de la Ley Universal del dar y recibir. Si recibía algo en una experiencia, era porque yo había dado algo primero en esta vida o en otra.

      Dar y recibir

      La Ley Universal del dar y recibir se entiende como: lo que damos se nos devuelve. Si bien esta ley no existe para hacernos sentir culpables por las situaciones que no nos gusten, a muchos nos puede haber parecido un sin sentido: “¿Cómo yo voy a querer pasar por esto?”. Después de aceptar esta ley, pude comenzar a encontrarle sentido a muchas cosas de mi vida. Si no creía que era posible que algo sucediera, sencillamente no sucedería. Si quería ser valorada y amada, sería necesario sentirme merecedora de valoración y amor.

      Ciclo virtuoso de la Ley Universal: dar y recibir

      El dar y recibir lo entendí como un feedback universal. Después de aceptar que había recibido lo que había entregado, me conecté con la buena noticia de que mi capacidad creadora no se había marchado. De hecho, la había estado usando para crear mi vida, pero de manera inconsciente. A medida que aprendiera a usar las claves correctas para la decodificación, iría recuperando mi conexión con lo divino. Podría apreciar la belleza de mi mundo interior en interacción con los otros, en armonía y equilibrio.

      Existe un flujo energético que siempre actúa: recibo la energía que doy en la misma vibración. En nuestra sociedad existe una condena al acto de recibir. Las frases típicas que nos han acompañado son: es mejor dar que recibir, dar hasta que duela, la felicidad está en dar y no en recibir, entre otras. Estas afirmaciones pueden atentar contra el fluir virtuoso de estas energías. Si freno el recibir, estoy empobreciendo mi entrega.

      Se puede hacer fácil СКАЧАТЬ