Название: La música de la República
Автор: Eva Brann T.H.
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Estètica&Crítica
isbn: 9788437099590
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Circula la historia de que Platón, tras conocer a Sócrates, se marchó a casa y quemó sus composiciones trágicas. Aquel día, Platón mató al menos un Minotauro y se preparó para escribir una comedia filosófica titulada Fedón. Si los lectores de Platón se libran ellos mismos de la ansiedad trágica y se vuelven a los placenteros trabajos de la filosofía, el mismo Platón tendría motivo para decir: «Debemos un gallo a Asclepio, lector. ¡Paga la deuda y no seas descuidado!».
1. Brann traduce literalmente ἱστορίης por Inquiries, «investigaciones». (Nota del editor.)
2. Ariadna, hermanastra del Minotauro, se enamoró de Teseo, que la abandonó de vuelta a casa.
3. Al referirse a la dificultad que plantea Cebes, Sócrates sugiere que «se acercan en estilo homérico». Durante todo lo que sigue, debemos recordar que, aunque ahora Sócrates luche ostensiblemente por la inmortalidad del alma (que ha quedado amenazada con las imágenes de la lira y el tejedor), tiene más importancia que luche por la renovada confianza en el poder rector de los argumentos filosóficos o lógoi. En otras palabras, el interludio con «Fedón mismo» ha desplazado el miedo a la muerte del alma por el miedo a que todos los argumentos «mueran» al final. La estatura épica, homérica, de lo que Sócrates emprende en el diálogo no solo se indica al sugerir que el hogareño Sócrates tiene algo en común con el viajero Odiseo, que «conoció a muchos hombres», luchó para salvar a sus camaradas y descendió al Hades. También se indica en la alusión homérica de las primeras y últimas palabras del Fedón. Cuando Equécrates empieza con las palabras «Tú mismo, Fedón, ¿estabas presente ese día [...] o lo oíste de otro?», prácticamente está citando la pregunta que se le hace a Odiseo antes de relatar sus andanzas: «¿Estabas tú mismo presente o lo oíste de otro?» (Odisea viii 491). El resumen final que hace Fedón de Sócrates, que era «el mejor y el más prudente y justo» de todos los hombres que han conocido, es un eco de lo que se dice del anciano Néstor, que «conocía la justicia y pensaba más que los demás» (Odisea iii 244).
4. Traducimos la descripción de Fedón del último momento de modo distinto a otros. El sentido que se suele dar es que, cuando el ayudante descubrió a Sócrates, tenía los ojos fijos y cuando Critón lo vio le cerró la boca y los ojos. La primera palabra para ojos, ómmata, significa también rostro o semblante; la segunda, ophthalmoí, significa solo ojos. Además, el verbo está en voz activa: es Sócrates quien fija o, mejor, compone sus rasgos. En su Defensa de Sócrates, Jenofonte dice que, cuando condenaron a muerte a Sócrates, «salió con semblante, conducta y paso despreocupados» (27). Así que no «tenía los ojos fijos», sino que «había compuesto su semblante». Hay un caso terrible que casi parece la contrapartida de los últimos instantes de Sócrates: en Los demonios de Dostoyevski, un hombre llamado Kirillov cree que puede probar su libertad extrema suicidándose, pero en los minutos previos a su autoaniquilación se ve cómo se transforma en una bestia que brama aterrada, cuya muerte refuta sus pretensiones vitales.
2.
El legado de Sócrates: el Fedón de Platón
Esta es una perspectiva, expuesta de manera muy esquemática, del Fedón de Platón que podría ayudar a un estudiante serio a leer el diálogo. Por «serio» entiendo «interesado en aplicar el texto a cuestiones vitales».
Nunca he conocido a nadie a quien convencieran en modo alguno los cuatro argumentos de la inmortalidad del alma que Sócrates propone durante su último día entre los vivos. De hecho, ni él mismo parece convencido: si fuera concluyente, ¿para qué intentarlo de tantas maneras?
Esta es la noción que se me ocurrió mientras me preguntaba acerca de esto junto con dos colegas con los que estaba traduciendo el diálogo. Tenía sentido que Sócrates hubiera querido consolar a esos jóvenes que se sentían abandonados, pero no que lo hiciera con artimañas implausibles. Parecía igualmente improbable que él mismo tuviera tanto miedo de morir que deseara tranquilizarse o engañarse con sofismas sobre una vida venidera, pues ese Mundo Más Allá que le importa no es el que podría llegar al final del curso vital, sino la muerte terrenal que alcanza dentro de la vida cuando se pierde en el pensamiento.
Esto es lo que creo que hace Sócrates: si abrimos el diálogo justo en medio encontraremos su centro. La preocupación real de Sócrates es que la vida del lógos podría terminar, que la investigación filosófica podría morir de «misología», odio al discurso racional (89 d). Sócrates trata en esa última conversación de legar la filosofía a sus jóvenes amigos. Lo hace, no obstante, no solo exhortando abiertamente, sino también ejerciendo la enseñanza, presente aunque sea de manera implícita. Incorporada en los argumentos sobre el alma, presenta una lista de sus preocupaciones, su legado inacabado. Tal vez Sócrates esté interesado sobre todo en la excelencia humana, pero para él esa bondad fluye del conocimiento de cuestiones sobrehumanas, el conocimiento que llegará a llamarse «ontológico» porque da «cuenta del Ser». Por tanto, en su último día el énfasis dialógico se pone en esas investigaciones y la pureza del alma por la que él aboga trata de promover la causa del lógos.
He aquí, pues, mi lista de las investigaciones incompletas, las aporíai, los puntos muertos y las perplejidades que Platón insinúa en las supuestas demostraciones de la inmortalidad del alma. De hecho, hace que esas pruebas dependan, de una manera no del todo convincente, de respuestas tentativas a esas preguntas. Puesto que habla con amigos jóvenes a los que les resulta familiar su modo de investigar, el vínculo entre esos participantes es especialmente estrecho en esa conversación de despedida; debería advertir que está desnudando, al menos por el momento, el drama humano que da a la charla su vitalidad.
Incluso antes de que la conversación gire a la ostensible búsqueda de pruebas de la inmortalidad del alma, Sócrates plantea algunos temas y términos preparatorios de un modo más personal que que el de la investigación central:
a) Hablando de experiencias presentes, pregunta: ¿cuál es la naturaleza del placer y del dolor para que se unan como un par de opuestos (60 b)?
b) Siendo la filosofía una muerte voluntaria, es decir, libertad de los sentidos corporales (aunque el suicidio real no esté permitido), ¿cómo puede Sócrates defenderse del cargo de un deficiente afecto humano (63 a)?
c) Si la prudencia requiere estar libre de interferencias sensuales para que el alma pueda de por sí alcanzar al verdadero Ser, ¿cómo puede un filósofo, cómo puede él, temer a la muerte (67 e)?
d) Si la prudencia condiciona las excelencias que preocupan a Sócrates –el valor, la moderación, la justicia y la «virtud en su conjunto»–, ¿cuál es el destino de aquellos a los que les falta (69 b)?
Estas son las enseñanzas inacabadas, el legado de aporíai, que Sócrates, me parece, lega a esos jóvenes y a nosotros:
1) ¿Qué es devenir (génesis)? ¿Sale algo de la nada o más bien de su contrario, como lo «justo» de lo «injusto», es decir, es Devenir un paso del No-ser al Ser? ¿Hay dos devenires opuestos: alcanzar el ser y dejar de ser (70 e)?
2) СКАЧАТЬ