Название: Sed de más
Автор: John D. Sanderson
Издательство: Bookwire
Жанр: Изобразительное искусство, фотография
Серия: Oberta
isbn: 9788437095271
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Ha estado muy amable y hemos quedado en que él escribirá a su administrador, ALCALÁ, diciéndole que te entregue lo que necesites. Yo le he dicho que será alrededor de unas 100.000 ptas. Él, Cesáreo, ya días atrás, me ofreció que si necesitaba lo que fuese, se lo pidiera, «pues yo –añadió– te tengo mucho cariño. Más de lo que tú te crees y soy muy amigo de mis amigos». Se lo agradecí. Así me quedo más tranquilo, pues como os decía estoy francamente preocupado sin saber cómo os arregláis.6
Esa generosidad, en cualquier caso, le salía a cuenta. Cesáreo González ya había rubricado en Buenos Aires el acuerdo con Sono Film para que, siete meses después, Demare le diera la primera vuelta a la manivela de la cámara para rodar la adaptación del texto de Roa Bastos con Rabal de protagonista. Por otra parte, la preocupación económica del actor tenía su origen en una hepatitis contraída poco tiempo antes que había frustrado su participación en la película italiana Cavalcata selvaggia (Piero Pierotti, 1960), considerada el primer spaghetti-western de la Historia del cine, y que le había tenido temporalmente fuera de combate con la consiguiente merma de ingresos. Asunción Balaguer recuerda aquella situación:
Cesáreo nos hizo un gran favor. Tuvimos hepatitis los dos, y Paco tuvo que renunciar a Cavalcata selvaggia. El niño también se puso enfermo, y había que darle penicilina. Cesáreo vio que Paco estaba triste, y le dijo que fuese yo a las oficinas de Suevia y pidiera lo que necesitara; con 25.000 pesetas fue suficiente. ¡Fíjate si le hizo bien irse con Cesáreo!7
Estas apreturas económicas serían el pretexto argumentado para que, aprovechando una nueva parada del viaje promocional, ahora en México, Rabal negociara y aceptara a toda velocidad el papel protagonista de una película en las antípodas comerciales de la que ya se había firmado en Buenos Aires:
Así, ayer cuando llegó la delegación, ya tenía yo mi contrato en el bolsillo que de otro modo, con el día que hoy nos esperaba de invitaciones, no me hubiera dado lugar a arreglarlo. Esta película se llama Azahares rojos, y está inspirada en la novela de Caballero Audaz8 Mi mujer es una frívola. Es una especie de novela rosa con piscinas, casas elegantes, Acapulco, campos de tenis y carreras de caballos.
Aquí Nazarines no se hacen todos los días y, dentro de la producción nacional, es película de categoría con un buen director, Crevenna (el mismo de Orquídeas para mi esposa), y con un buen reparto con una actriz que es la más pujante ahora de las estrellas mexicanas: Teresa Velázquez. Es una muchacha muy joven, 17 años, y muy bonita.9
Este melodrama no tendría nada que envidiar en superficialidad a las películas de Sara Montiel y Joselito que Rabal tanto denostaba, pero para su productor, el mexicano Alfredo Rosas Priego, era un auténtico lujo contar con el actor que había deslumbrado a su país un par de años antes con Nazarín. Y entre mucho lujo discurriría la película, rodada en distinguidos exteriores de Acapulco con todos estos elementos enumerados por Rabal, y con una dirección artística obsesionada por combinar colores estridentes que deslumbraran al espectador ante tanto glamour.
La película comienza con unos interminables títulos de crédito en rojo carmesí, durante los cuales vemos a Arturo Gómez (Rabal) pilotar un bólido del mismo color en una carrera automovilística que acaba en accidente al evitar el atropello de un espectador que se le cruza. En la siguiente escena le vemos sentado al frente de su empresa conversando con su hermano Enrique (Héctor Godoy), cuyo acento mejicano contrasta estruendosamente con la dicción española de Rabal, por mucho que este incluya en sus líneas de diálogo léxico como «carro» y «manejar» en lugar de «coche» y «conducir». Comentan que la familia Carvajal regresa a México desde España, a donde emigraron con motivo de la revolución de 1910. Enrique recogerá al padre (Domingo Soler) y sus dos hijas en el aeropuerto y los llevará a su mansión familiar, ahora en estado ruinoso, por lo que finalmente se alojarán en casa de los hermanos. Mientras la hija más joven, María Teresa (Silvia Fournier), empieza a congeniar con Enrique, la mayor, Isabel (Teresa Velázquez), se da un baño en la piscina. Llega Arturo con su coche deportivo, se detiene y la observa hasta que ella acude en bañador hacia su vehículo. La impresión que causa Isabel en Arturo es evidente por su acusada gesticulación facial, pero cuando llega un criado con una silla de ruedas el pasmo general es aún mayor: descubrimos que Arturo quedó inválido a raíz del accidente.
Isabel (Teresa Velázquez) se acerca a saludar a Arturo (Rabal) en Azahares rojos. Foto: Javier.
Hurgando en los motivos por los que Rabal se embarcó en un proyecto de estas características, aparte de los económicos, la única pista que se encuentra es que el guión lo firma Julio Alejandro, oriundo de Huesca y exiliado en México, también autor del guión de Nazarín y del de la siguiente película que Buñuel tenía previsto rodar con Rabal, Viridiana. Alejandro encadenaba películas en una rutina de subsistencia sin cotejar su calidad; en este caso concreto figuraba como coguionista Edmundo Báez, colaborador habitual de Crevenna, que también firmó otras dos producciones mexicanas que se rodaban ese mismo año, Creo en ti (Alfonso Corona Blake, 1960) y La hermana blanca (Tito Davison, 1960), ambas protagonizadas por Jorge Mistral. Esta coincidencia provocó que los dos actores y grandes amigos se reencontraran de nuevo lejos de su país de origen, y si a esto añadimos que Fernando Rey también estaba por allí rodando una telenovela, Pensión de mujeres, no es difícil deducir que aquella improvisada delegación actoral española sacudió los cimientos del popular destino turístico mexicano.
Por lo que respecta a la trama argumental, a la familia Carvajal le expropian todas sus propiedades por una ley, dictada en su día por los padres de la revolución, que «contribuyó a la prosperidad de México», lema repetido durante toda la película. Incluso Arturo, el personaje de Rabal, afirma que «el gobernador pide respeto a una ley que beneficia al país» sin ningún asomo de ironía, una loa a la colectivización que contrasta con la acusada ostentosidad de la escenografía. Pero el patriarca Carvajal no asimila las bondades del sistema y se suicida al provocar su atropello cuando cruza un semáforo en rojo. Federico (Roberto Cañedo), el malvado novio a distancia de Isabel, romperá la relación al enterarse de su caída en desgracia económica por la muerte del padre, y ella acaba casándose con el inválido Arturo pese a confesarle que no le quiere, aunque posteriormente se enamore de su bondad. El exnovio la cortejará ante su nuevo estatus económico, sin éxito, pero la convence para que monte un caballo suyo en un concurso hípico benéfico, a lo que ella accede para poder regalarle el trofeo a su marido. Su caída en plena prueba le hace perder el hijo que esperaba y el respeto de Arturo, que la rechaza y se marcha al extranjero para regresar, al poco tiempo, ¡andando!, tras someterse a una revolucionaria operación en la que no parecía estar implicada la Virgen de Nápoles. Para Arturo empieza una nueva vida, como reflejaba Rabal por carta a su esposa: «Desde mañana empezaré a ir a un club donde hay piscina, tenis, gimnasio, etc. para ir preparándome para mi papel de deportista… ¡Yo deportista! Menos mal que la mayor parte de la película representa que soy inválido. Es un auténtico melodrama, pero aquí es lo que gusta».10 Una sucesión de acontecimientos igualmente inverosímiles culmina con otro accidente de coche, esta vez de Federico e Isabel, del que salen indemnes, y que propiciará la reconciliación de Arturo con su esposa.
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