Название: Siembra y cosecha de conocimiento
Автор: Rosalba Frías-Navarro
Издательство: Bookwire
Жанр: Математика
Серия: Conocimientos y prácticas populares
isbn: 9789587816150
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—Un hombre de conocimiento es alguien que ha seguido de verdad las penurias de aprender —dijo—. Un hombre que, sin apuro, sin vacilación, ha ido lo más lejos que puede en desenredar los secretos del poder y el conocimiento.
—¿Puede cualquiera ser un hombre de conocimiento?
—No, no cualquiera.
—Entonces, ¿qué debe hacer un hombre para volverse hombre de conocimiento?
—Debe desafiar y vencer a sus cuatro enemigos naturales.
—¿Pero hay requisitos especiales que un hombre debe cumplir antes de luchar con estos enemigos?
No hay requisitos. Cualquiera puede tratar de llegar a ser hombre de conocimiento; muy pocos llegan a serlo, pero eso es natural. Los enemigos que un hombre encuentra en el camino para llegar a ser un hombre de conocimiento son de veras formidables, de verdad poderosos; y la mayoría, pues, se pierde.
Carlos Castaneda,
Las enseñanzas de don Juan, pp. 140-141.
Agradezco a las instituciones y a las personas por creer en este trabajo y acompañarme en su desarrollo.
En primer lugar, a la Pontificia Universidad Javeriana por su apoyo en tiempo, experiencia y por las posibilidades de conocer los programas Suyusama, IMCA y PROSOFI.
A todas y cada una de las personas que encontré en Suyusama: José Alejandro Aguilar, S. J., Luis Javier Rodríguez, Sileny Salcedo, Marco Gómez, Marly Zambrano, Aramid Suaza y Rodrigo Duque. Todos ellos creen y trabajan comprometidos con su región; son actores clave para contribuir a que las personas de las comunidades que acompañan alcancen la vida querida.
A la comunidad Quillacinga en Obonuco: gobernador Efrén Achicanoy, Silvia Alejandra Pupiales, Floralba Achicanoy; a los taitas John Jairo y William por su ejemplo de perseverancia y fe.
También doy gracias a mis profesores de la Universidad Nacional de Colombia: a Luz Alexandra Montoya Restrepo, por su apoyo y dirección; a Carlos Moreno Mantilla y a Carlos Cortés Amador, que en sus seminarios me fueron envolviendo en este mundo de la investigación.
Agradezco a la Universidade Federal do Rio Grande do Sul (Brasil); a Eugenio Ávila Pedrozo, por su forma de escuchar y de mostrarme los caminos.
A los profesores jurados de este trabajo de investigación: Tania Nunes da Silva, M. Sc., Ph. D., de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul; Margarita María Gaviria Velásquez, M. Sc., Ph. D., de la Universidad de Antioquia, y Carlos Moreno Mantilla, M. Sc., Ph. D., de la Universidad Nacional de Colombia.
A mi familia y amigos.
A Frida.
La economía del conocimiento en un mundo globalizado trae consigo nuevos retos no solamente a las organizaciones, sino también a las regiones y sus territorios. El ritmo acelerado de la innovación en entornos turbulentos, la importancia cada día mayor de la educación, la experiencia y el buen juicio en la toma de decisiones y el cuidado por el medio ambiente son algunos aspectos que impulsan la investigación hacia la identificación de modelos de creación de conocimiento que involucren múltiples factores para innovar, que es la base del desarrollo económico y la mejora de la calidad de vida de las personas en una región determinada.
Por otra parte, el “entorno turbulento cotidiano” de un “país del tercer mundo”1 es expuesto diariamente en los medios de comunicación y en las redes sociales. Allí, abunda la información que hace parte del contexto y el diario vivir de comunidades de campesinos, indígenas y, en general, de grupos minoritarios olvidados o abandonados a su destino. Se habla de corrupción política; desastres naturales; minería legal e ilegal, con sus empresas de “explotación” destructiva y procesos con consecuencias irreversibles para el medio ambiente; huelgas de agricultores que claman por mejores ingresos, acceso a la educación y seguridad social para comunidades que viven paralelamente con la violencia de los grupos al margen de la ley y los asesinatos de sus líderes sociales. Al mismo tiempo, mientras la investigación académica y la vida universitaria acontecen, es fácil ver cómo se deteriora el medio ambiente, la sociedad y, por consiguiente, la calidad de vida en el planeta. Cientos de miles de personas están muriendo de hambre, mientras que otros siguen viviendo su vida cotidiana normalmente con indiferencia hacia la problemática mundial, que no se sabe si es producto del individualismo o, bien, una forma de protegerse del dolor que esto causa.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, 2018), la población mundial se ha duplicado desde la década de 1960: hay cerca de 7500 millones de personas, y se prevé que aumente considerablemente en las próximas décadas, debido a una combinación de la alta fertilidad de los jóvenes y la mejora de la esperanza de vida. Los habitantes urbanos son aproximadamente el 55 % de la población mundial. Se encuentra que, mientras más desarrollado sea un país, la participación de la agricultura en su producto interno bruto (PIB) disminuye y se acompaña de la migración de la fuerza laboral de la agricultura a los sectores no agrícolas. Entonces, para que la agricultura siga desempeñando su papel vital en la soberanía alimentaria, es importante motivar a las personas para que continúen su trabajo en el campo. Esto se logra invirtiendo en el campo y propiciando modelos de agricultura sostenible económica, social y ambientalmente, lo que implica mayores ingresos económicos y la mejora en las condiciones de vida de estas personas. A su vez, estas inversiones serán cruciales para alimentar a las aproximadamente 821 millones de personas que en el año 2017 se detectaron como crónicamente desnutridas en el mundo; es decir, una de cada nueve personas carece de alimentos suficientes para llevar una vida activa y saludable. Estadísticas basadas en la escala de experiencia de inseguridad alimentaria muestran que cerca del 10 % de la población mundial estuvo expuesta a una inseguridad alimentaria severa, lo que corresponde a aproximadamente 770 millones de personas.
En términos de resolver el problema mundial de la inseguridad alimentaria, es decir, de asegurar que todas las personas tengan siempre acceso físico, social y económico a alimentos suficientes, nutritivos y no nocivos, para que tengan una vida activa y sana, se requiere considerar la producción, la comercialización y las existencias de alimento mundial, así como el acceso a los alimentos, que depende de los precios del mercado y del poder adquisitivo de las personas, que a su vez tiene relación con las oportunidades de empleo o de recibir ingresos. Sin embargo, la disponibilidad de alimentos es un factor que en varios países depende de los conflictos políticos y de las variaciones del clima, lo que ha impactado y provocado un incremento en el hambre en algunas regiones. Por otra parte, la producción de cultivos está relacionada con las áreas cosechadas y los rendimientos o cantidades producidas por hectárea o unidad de área, modalidad que en general está pensada bajo el modelo de monocultivo, que implica el uso indiscriminado de agroquímicos y fertilizantes y, en ocasiones, de semillas transgénicas, con la premisa de aumentar la productividad. Sin embargo, estas prácticas han incrementado los costos de producción, que a su vez afectan la rentabilidad; además, el uso intensivo de agroquímicos ha producido contaminación de las fuentes de agua, por lo que ha afectado la salud y el medio ambiente. Consecuentemente, hay un deterioro progresivo de los suelos, las fuentes de agua y los bosques, lo que impacta negativamente al medio ambiente y a la productividad misma de los cultivos.
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