Название: Caída y ascenso de la democracia
Автор: David Stasavage
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
isbn: 9788418895784
isbn:
Para comprender mejor lo que está sucediendo, deberíamos dar un paso atrás. En lugar de centrarnos en los acontecimientos de los últimos años, consideremos el presente desde la perspectiva de 1988, el año anterior a la caída del muro de Berlín. Si dispusiéramos de la mejor investigación politológica del momento y alguien nos preguntara por las posibilidades de que un país como Ghana fuese una dinámica democracia al cabo de treinta años, habríamos dicho que es poco probable. Ghana era demasiado pobre y estaba demasiado dividida étnicamente para sobrevivir como democracia.
Entonces, ¿por qué las predicciones de 1988 resultaron tan equivocadas? La inesperada caída del muro de Berlín sería un gran motivo, pero la reciente ola de democratización no puede atribuirse solo a la desaparición de la rivalidad entre las superpotencias. La lección, más profunda, que ofrece la historia es que, en determinadas condiciones –que ni mucho menos son raras–, la gobernanza democrática surge de forma natural entre los seres humanos. Muchas de las sociedades que hicieron la transición a la democracia después de 1989 habían practicado formas de democracia temprana mucho antes de su encuentro con los europeos. La tecnología de la democracia moderna, con elecciones y partidos, es algo nuevo, pero el principio de la demokratia –que el pueblo debe tener el poder– no lo es.
Hay otra posible lección más en los países que se están democratizando últimamente: así como existió una democracia temprana en lugar del Estado, la democratización desde 1989 ha tenido más probabilidad de sobrevivir cuando el poder inicial del Estado central era débil. Los países africanos cuyas estructuras estatales eran más débiles en torno a 1989 tuvieron más probabilidad de ser democracias en la actualidad, mientras que en Oriente Próximo la persistencia durante siglos de las estructuras estatales coercitivas ha pesado contra la democracia.39
Una última cosa que debemos señalar sobre la expansión de la democracia moderna es que, en muchos casos, las instituciones responsables de la rendición de cuentas electoral se han superpuesto a las instituciones preexistentes de la democracia temprana. Hay motivos para pensar, como ha demostrado la politóloga Kate Baldwin, que, incluso en este nuevo contexto, las instituciones de la democracia temprana pueden seguir proporcionando importantes medios de rendición de cuentas.40
La persistencia de la autocracia
La segunda predicción que hicieron algunas personas sobre la democracia en 1989 afecta a China, y también resultó ser errónea. Algunos se preguntaron si el desarrollo económico impulsado por el mercado conduciría necesariamente a la liberalización política y a que China empezara a parecerse más a Occidente. Se pensaba que, a medida que la sociedad se enriqueciera, el pueblo estaría en una posición más fuerte para exigir la democracia. También se pensaba que el crecimiento solo podría mantenerse con la liberalización política. Ninguna de estas predicciones ha resultado cierta, al menos hasta ahora.
Las lecciones de la historia nos ayudan a entender por qué ha persistido la autocracia en China. Durante el largo periodo de los dos últimos milenios, China fue más rica que Europa, a pesar de que su Estado era autocrático y burocrático, mientras que los gobernantes europeos tenían que gobernar por medio de asambleas. A menudo se le atribuye a la Revolución Comercial de la Edad Media el mérito de impulsar el avance de la democracia temprana, pero veremos que China también tuvo su propia revolución comercial medieval. Esto se asoció con unos niveles más altos de renta per cápita que en la Europa occidental, pero no sirvió para alejar a China de la autocracia, por tanto, ¿por qué deberíamos esperar que el crecimiento chino, en épocas más recientes, vaya a producir un resultado distinto?
El otro hecho clave para comprender el caso de China tiene que ver con el orden de los acontecimientos. La autocracia es una forma muy sólida de desarrollo político si surge antes el Estado. Con esto no estoy diciendo que la experiencia previa con una burocracia estatal haga imposible un cambio posterior a la democracia moderna, ni que la ausencia del desarrollo estatal garantice el de la democracia moderna, solo que es mucho más probable.41 En Europa, el patrón fue muy distinto, ya que las formas de gobierno de la democracia temprana habían existido durante siglos antes de que se desarrollaran las burocracias.42 Al final, en vez de considerar China como una desviación de una vía estándar para el desarrollo político establecida por los europeos, hemos de verla como una vía alternativa para la gobernanza que, además, es muy estable.
El futuro de la democracia estadounidense
Las lecciones de la historia pueden, por último, decirnos algo sobre el futuro de la democracia en Estados Unidos. Según cierto punto de vista, Estados Unidos ha sido una democracia dinámica gracias a la Constitución que nos proporcionaron los padres fundadores, pero, de repente, hemos perdido el rumbo. Lo que pensábamos que eran unas normas inviolables de decoro y decencia han sido quebrantadas de pronto. Al mismo tiempo, la confianza en muchas de nuestras instituciones se encuentra en sus mínimos históricos o los roza. La trayectoria de otras democracias fallidas hace pensar que este es el punto en el que se producen las transiciones a la autocracia. Una mirada más profunda a la historia de la democracia nos revela que aún podemos tener motivos para el optimismo, pero solo si comprendemos lo que ha permitido sobrevivir a la democracia estadounidense: las inversiones continuas para mantener a los ciudadanos conectados con un Estado distante.
La Constitución de 1787 estableció el Estado en un gran territorio, mucho mayor de lo que era habitual en las democracias tempranas, y esto fue parejo a una forma de participación amplia, pero también episódica. Sin embargo, la Constitución no resolvió por arte de magia el problema de la escala. Apenas tres años después de la adopción de la Constitución, el propio James Madison, en un ensayo titulado “Opinión pública”, haría hincapié en que en cualquier república que abarque un vasto territorio es preciso realizar inversiones concretas para garantizar que la opinión pública pueda informarse sobre la administración del Estado. Por tanto, apoyó las iniciativas del Congreso para subvencionar la distribución de los periódicos. Algunos consideran que esto ayudó a estabilizar la república en sus inicios por los mismos motivos, lo cual dio origen al movimiento common school (‘escuela común’).
La lección más general del ensayo de Madison sobre la opinión pública es que en una gran democracia no hay que dar por sentada la idea de que la opinión pública puede mantenerse correctamente informada para confiar en el Estado. Lo estamos viendo hoy en que las democracias más grandes tienden a presentar unos niveles más bajos de confianza en el Estado que las democracias más pequeñas. Lo vemos también en que, en Estados Unidos y otros lugares, los ciudadanos son más propensos a confiar más en los gobiernos locales y estatales que en los centrales, y lo mismo ocurre con los medios de comunicación locales respecto a los nacionales. Al mismo tiempo, también vemos que, si bien una escala grande dificulta el mantenimiento de la confianza, no tiene por qué ser inevitable. Lo que sí significa es que, en una gran democracia moderna, debemos prestar más atención al problema y abordarlo mediante inversiones continuas en la participación ciudadana.
Aparte de por su gran territorio, Estados Unidos también se diferencia de las democracias tempranas por su fuerte Estado central. En las democracias tempranas no había muchas dudas sobre una posible vuelta al autoritarismo, ya que esto solo se podría haber logrado con un poder estatal coercitivo, el cual no existía. Cuando los gobernantes como Felipe el Hermoso de Francia intentaron seguir la senda autoritaria en ausencia de un Estado, se vieron condenados a seguir negociando. Pero ¿qué ocurre hoy con Estados Unidos?
Una posible respuesta es que corremos un gran peligro de deslizarnos hacia la autocracia, porque tenemos un Estado poderoso. La historia apunta a una respuesta más mesurada y sugiere que lo importante aquí es, sobre todo, el orden de los acontecimientos en el desarrollo político. Una vez que los autócratas han construido una poderosa burocracia estatal, es difícil hacer después la transición a la democracia, pero si el Estado –sea su gobierno por consejo o por asamblea– surge primero, y en especial si conlleva acuerdos formalizados que se extienden СКАЧАТЬ