Visionando lo más bello. John Piper
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Название: Visionando lo más bello

Автор: John Piper

Издательство: Bookwire

Жанр: Философия

Серия:

isbn: 9781629463056

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СКАЧАТЬ canto —en una conversación, en una tarjeta de cumpleaños, en un poema— escucho más, veo más, amo más. Así es con toda la verdad y la belleza: las maravillas de la naturaleza, los asombrosos sucesos de la historia redentora y las glorias de Cristo. Al hacer el esfuerzo poético de encontrar palabras adecuadas para estas maravillas, las vemos y saboreamos más profundamente y las pronunciamos con más poder. George Herbert, George Whitefield y C. S. Lewis descubrieron esto mucho antes que yo. Ha sido un gozo profundo seguir su descubrimiento y uso del esfuerzo poético para Cristo y Su reino.

      Mi mayor temor

      Mi mayor temor al escribir este libro es contradecir al apóstol Pablo cuando dice: «Pues no me envió Cristo (…) a predicar el evangelio (…) con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo» (1 Corintios 1:17),13 o cuando dijo: «… cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría» (1 Corintios 2:1).14 Hay una manera de hablar el evangelio, una forma de elocuencia, inteligencia o sabiduría humana, que anula la cruz de Cristo.

      James Denney dijo: «Nadie puede dar la impresión de que él mismo es inteligente y que Cristo es poderoso para salvar».15 Esta declaración ha sido mi compañera constante durante las últimas tres décadas. Anhelo mostrar que Cristo es poderoso para salvar. Temo anular la cruz. Por lo tanto, la exhortación implícita a lo largo de este libro —hacer un esfuerzo poético y encontrar formas sorprendentes de hablar la verdad— corre el riesgo de contradecir las Escrituras. Eso es algo terrible.

      Palabras imprescindibles

      Pero el riesgo es inevitable. Toda persona que busque alabar a Cristo con palabras se enfrenta a este problema. Y no podemos prescindir de las palabras para elogiar a Cristo. Lo conocemos en las palabras de las Escrituras, y las mismas Escrituras nos enseñan cuán indispensables son las palabras en la vida cristiana. Dios ha diseñado el mundo y los seres humanos de tal manera que Su objetivo último y más elevado para la humanidad se realice a través de palabras humanas. Por ejemplo,

      • El nuevo nacimiento se produce a través de palabras (1 Pedro 1:23– 25): «siendo renacidos (…) por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre… Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada» (cf. Santiago 1:18).

      • La fe salvadora se logra a través de palabras (Romanos 10:17): «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios».

      • La gracia de la edificación viene a través de las palabras (Efesios 4:29): «[salga de vuestra boca] la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes».

      • El amor cristiano, la pureza de corazón y la buena conciencia vienen a través de las palabras (1 Timoteo 1:5): «Pues el propósito de este mandamiento [nuestras palabras] es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida».

      • El gozo de Cristo en el creyente viene a través de las palabras ( Juan 15:11): «Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido».

      • La libertad del poder del pecado viene a través de las palabras (Juan 8:32): «y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres».

      • Es decir, la santificación viene a través de palabras (Juan 17:17): «Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad».

      • Y la salvación final viene a través de la enseñanza con palabras (1 Timoteo 4:16): «Ten cuidado (…) de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren».

      La obra decisiva de Dios

      Por supuesto, si eso es todo lo que dijéramos acerca de la causa de estos grandes logros (nuevo nacimiento, fe, amor, santidad y salvación), entonces uno podría estar tentado a pensar que nuestro talento para usar palabras de manera efectiva es decisivo en provocar estas cosas. El esfuerzo poético y la «redacción de palabras» serían primordiales. Pero, de hecho, nuestras palabras no son decisivas para producir ninguno de estos gloriosos efectos. Dios lo es.

      • Dios dio vida a Su pueblo mientras estaban muertos en sus pecados (Efesios 2:5), para que pudieran ser capaces de escuchar las palabras del evangelio.

      • Por la gracia de Dios, nuestro pueblo llega a tener fe, «y esto no de vosotros, pues es don de Dios» (Efesios 2:8).

      • Cuando nuestro pueblo alcanza alguna medida de santidad, es Dios «haciendo él en [ellos] lo que es agradable delante de él» (Hebreos 13:21).

      • Si experimentan algún amor, gozo o paz que honre a Cristo, es el fruto del Espíritu de Dios (Gálatas 5:22).

      • Si luchan con éxito contra cualquier pecado, es «por el Espíritu [de Dios]» que dan muerte a las obras de la carne (Romanos 8:13).

      • Y si finalmente se salvan, es decisivamente porque Dios «[los] salvó (…) no conforme a [sus] obras, sino según el propósito suyo y la gracia» (2 Timoteo 1:9). Dios los guardó de tropezar (Judas 1:24); Dios completó la obra que comenzó (Filipenses 1:6).

      En otras palabras, todos los objetivos más elevados del lenguaje son decisivamente obra de Dios. Son decididamente sobrenaturales. Y ninguna cantidad de esfuerzo poético o experiencia en el uso de palabras puede lograr los grandes objetivos de vida si Dios retiene su poder salvador. Lo que plantea la pregunta: ¿La forma en que usamos las palabras, el esfuerzo poético, hace alguna diferencia en la consecución de los grandes objetivos de la vida?

      La importancia de cómo usamos las palabras

      El Nuevo Testamento responde que sí, al menos en lo que respecta a la claridad de las palabras y la actitud de su entrega. La claridad de las palabras importa: «Orando también al mismo tiempo por nosotros (…) para que lo manifieste como debo hablar» (Colosenses 4:3–4). «Si por la lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís? Porque hablaréis al aire…» (1 Corintios 14:9, cf. versículo 19). Y la actitud de como se entrega es importante. Pablo pide oración, «a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio (…) como debo hablar» (Efesios 6:18–20).

      Esto nos deja preguntándonos: si Dios es la causa decisiva de los objetivos de nuestro ministerio y, sin embargo, Dios quiere que la claridad y la actitud de nuestras palabras marquen una diferencia en su eficacia, ¿hay otros aspectos del lenguaje (además de la claridad y la actitud) que podrían hacer una diferencia en su efectividad? ¿Y que del esfuerzo poético? ¿Qué hay del esfuerzo por encontrar palabras y formas de juntarlas que sean sorprendentes, llamativas, provocativas, que despierten, que sean creativas e imaginativas?

      Elecciones inevitables de palabras

      No estamos forzando esta pregunta en el texto de la Escritura. No somos nosotros, sino Dios, Quien ha hecho que las palabras sean indispensables para los eventos más grandes del mundo: eventos espirituales con efectos eternos. Y no podemos simplemente citar las Escrituras. Debemos hablar de eso. Explicarlo. Regocijarnos en ello. Defenderlo. Encomendarlo. Anunciarlo. Orarlo. Y cada vez debemos elegir palabras. ¿Qué palabras elegiremos?

      Sabemos que diferentes palabras tienen diferentes asociaciones, connotaciones y efectos. Debemos elegir cómo poner estas palabras juntas en oraciones y párrafos. Debemos elegir cómo decirlas: suave o fuerte, rápido o lento, haciendo una pausa o no, con ternura o dureza, emocional o desapasionadamente, con СКАЧАТЬ