116 Mauricio Novoa: «La civitas inconclusa: ideas sobre la soberanía de la nación en 1860-1900», en Carmen Mc Evoy: La experiencia burguesa en el Perú (1840-1940), Frankfurt / Madrid, Vervuert / Iberoamericana, 2004, pp. 267-284, esp. pp. 283-284.
117 R. Pineo: «Guayaquil and Coastal Ecuador...», p. 144.
118 Fredrick B. Pike: «Geographic, Ethnic, Historial Backgrounds, and the Continuing Quest for a Nation», en Fredrick B. Pike: The Modern History of Peru, Londres, Weidenfeld & Nicolson, 1967, p. 4.
119 BCR, Diario de Debates del Congreso de Perú, «Debate sobre el proyecto de Constitución de 1860», leg. CID 328.85 C 1860, 17/09/1860, p. 230.
II. EL PARLAMENTO: COMPOSICIÓN Y REGLAMENTO
En el capítulo anterior se ha presentado un análisis de las estructuras sociales, económicas y territoriales que configuraron el marco general en el que se desarrollaría el sistema político. Además, también se ha prestado atención a la evolución política –desde el punto de vista del poder ejecutivo– de Perú y Ecuador en el periodo objeto de estudio. Llega el momento ahora de examinar, con mayor profundidad, la configuración y desarrollo del poder legislativo, que será la clave en esta investigación. Así, este capítulo se dedica al estudio de la composición de las diferentes asambleas constituyentes convocadas tanto en Ecuador como en Perú a lo largo de la década de 1860. En el último apartado, también me aproximo al modo de funcionamiento del poder legislativo, un aspecto que resulta crucial para entender el desarrollo de los debates parlamentarios que tuvieron lugar en este momento –y que se tratarán en la segunda parte de este trabajo–. Por su parte, el siguiente capítulo se dedicará al análisis de los principales textos legislativos a los que dieron lugar estas asambleas parlamentarias.
COMPOSICIÓN DE LAS ASAMBLEAS CONSTITUYENTES EN ECUADOR Y EN PERÚ DURANTE LA DÉCADA DE 1860
En Ecuador no surgirían los primeros partidos políticos hasta después de la Revolución Liberal de 1895, si bien a lo largo del siglo XIX se podían advertir al menos dos tendencias ideológicas que nos sirven para agrupar a los individuos que tomaron parte en la configuración de los poderes ejecutivo y legislativo. Pese a ello, Ana Buriano señala que la clasificación ideológica de los miembros del Parlamento durante la década de 1860 resultaba difícil de definir, pues no existían tendencias ideológicas homogéneas y, por el contrario, prevalecía el «actuar errático» de los diputados.1 Estas dos tendencias políticas se desarrollaron en torno a dos ejes principales: un eje político-ideológico (un liberalismo doctrinario o conservador frente a un liberalismo más progresista) y un eje territorial (centralismo frente a regionalismo). Además, algunos historiadores han señalado que estos dos ejes eran coincidentes, pues el baluarte del conservadurismo se encontraba en la capital, Quito, mientras que Guayaquil representaba las tendencias más liberales.2 A ello se unía un tercer eje, que cobró especial protagonismo en las últimas décadas del siglo XIX, en torno a cómo cada una de las tendencias ideológicas entendía el papel que la religión debía desempeñar en el ámbito político.3
La primera «escuela de integración nacional» –según la denominación otorgada por Maiguashca– era la escuela francesa.4 Esta tendencia se encontraba liderada por Gabriel García Moreno (no en vano sus seguidores se hacían llamar «garcianistas»), y en ella podemos situar a otros líderes políticos como Juan José Flores, Vicente Rocafuerte o José María Plácido Caamaño. En primer lugar, se caracterizaba por la defensa de un fuerte centralismo. Como plantea Buriano, «la corriente conservadora deseaba establecer el control del poder central sobre las provincias y dominarlas en todos los planos». Sin embargo, frente a lo que cabría esperar, la estrategia seguida por los garcianistas consistía en descentralizar el poder municipal hasta el ámbito cantonal, con el objetivo de restar poder a la provincia. Se entendía, por tanto, que el poder central podía influir más directamente en el cantón –a través de una actitud caciquil y paternalista– que en la provincia.5 Este grupo era partidario de instalar en Ecuador un sistema político similar a la Francia de Napoleón III, del que García Moreno era un fiel admirador. Además, entre los principios ideológicos fundamentales del conservadurismo ecuatoriano se encontraban la idea de modernidad católica y el establecimiento de una maquinaria estatal robusta que pudiera contener las tendencias disgregadoras y diera coherencia a un determinado proyecto nacional basado, entre otros elementos, en un fuerte catolicismo. Por tanto, partiendo de la idea de considerar la religión católica como un elemento esencial de la identidad nacional ecuatoriana, «propugnaron una homogeneización monista, sin conceder espacio a la diferencia cultural», como afirma Maiguashca. Esta fue la tendencia ideológica predominante en la mayor parte del siglo XIX, ya que estuvo en el poder en 1830-1845 (durante los gobiernos de Flores y Rocafuerte), 1861-1865, 1869-1875 (ambos periodos gobernados por García Moreno) y 1884-1888 (durante el Gobierno de Caamaño). En el último tercio del siglo XIX, este grupo fundó el Partido Conservador Ecuatoriano, que tomaba como centro el proyecto político planteado por Gabriel García Moreno, y en cuya configuración ideológica intervinieron individuos como Felipe Sarrade o Juan León Mera.6
Por otro lado, la escuela americana –también denominados «marcistas»–apostaba por una mayor descentralización política que diera un protagonismo creciente al poder provincial. En su cosmovisión política se presentaba como ideal el modelo federal estadounidense. No obstante, Maiguashca afirma que este grupo no era totalmente federalista, sino que lo categoriza como una corriente «unitaria débil descentralista». En cuanto a las tendencias federalistas que se habían mostrado vigorosas durante el periodo de la Gran Colombia, aunque siguieron existiendo a partir de la independencia de Ecuador, nunca llegarían a tomar el poder. De todas formas, en la Constitución de 1861 consiguieron implantar algunas de sus ideas sobre la administración territorial, resultando ser el texto constitucional más descentralista de la historia de Ecuador.7 Esta era una tendencia ideológica heredera del liberalismo anglosajón, entre cuyos pilares ideológicos se situaba «el sostén de una coalición antiaristocrática» y la defensa «de un aparato burocrático difuso». Así, por ejemplo, frente a la imposición del catolicismo, los marcistas defendieron la tolerancia religiosa. Además, fueron firmes defensores de la meritocracia, poniendo el acento en la capacidad del individuo para prosperar socialmente. Entre los seguidores de esta escuela se encontraban personajes relevantes del panorama político como Vicente Ramón Roca, José María Urbina, Francisco Robles o Ignacio Veintemilla.8 Este grupo estuvo menos tiempo en el poder, implantando su ideología durante los Gobiernos de Roca (1845-1849), Urbina (1851-1856), Robles (1856-1859) y Veintemilla (1876-1883). Por tanto, la mayor parte del siglo XIX se encontraron en la oposición, conspirando contra la autoridad establecida y en ocasiones incluso llevando a cabo golpes de Estado que desencadenaron guerras civiles. Como se pudo ver en el capítulo anterior, la primera de ellas fue la Revolución Marcista o Revolución de Marzo de 1845, la cual dio origen a una de las denominaciones con las que los miembros de este grupo eran conocidos. Este fue un conflicto de gran calibre que experimentó Ecuador casi al comienzo de su vida como país independiente, en el cual СКАЧАТЬ