Название: Cosmopolitismo y nacionalismo
Автор: Autores Varios
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Oberta
isbn: 9788437082660
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En ese mismo año escribe sus Observations sur le Projet de Paix perpétuelle de l’abbé de Saint-Pierre. En las escasas páginas de este panfleto dice que es un proyecto factible y una de las cosas más útiles del mundo. Pero, además de señalar que Saint Pierre malinterpreta el proyecto de Enrique IV, indica que el proyecto debería incardinarse en el imperio medieval germánico bajo la potestad del papa.5
Tal era la fuerza publicitaria de la idea de «paz perpetua» en Europa en ese momento que se puso ese rótulo a escritos con muy otras intenciones, como Declaration of James the Third, King of England, Scotland and Ireland, to all his Subjects of the three Nations and to all foreign Princes and States to serve as a foundation for a lasting peace in Europe de 1722. En realidad, es una petición de ayuda y un requerimiento para recuperar el trono de Gran Bretaña que, una vez depuesto su padre, había pasado a su hermana María, luego a su hermana Ana y por fin al hijo de su prima Sofía, Jorge, elector de Hannover. Lo único que tiene que ver con los tratados de paz es el título. Pocos años más tarde, Giulio Alberoni, quien gracias a sus intrigas fue capaz de ascender desde su puesto de campanero en la catedral de Piacenza a cardenal y primer ministro de la Corte española, después de ser expulsado de España publicó en 1736 su Esquema de una Dieta perpetua para establecer la tranquilidad pública, que, a pesar de su título, no es ni un plan irenista ni cosmopolita; de hecho, es un plan belicoso para conquistar y repartirse el Imperio otomano. El escrito rezuma hostilidad contra los musulmanes, reflejando una mentalidad de cruzada (Aksu, 2008: 21).
Pero volviendo a los que se hicieron eco de las ideas de Saint Pierre, diremos que Voltaire, muy pronto, en 1725, en el epigrama N’a pas longtemps, de l’abbé de Saint-Pierre, le critica y se burla de él porque sus ideas le parecen tonterías imposibles;6 también en su breve Rescrit de l’empereur de la Chine a l’occasion du Projet de Paix Perpétuelle de 1761 lo ridiculiza diciendo que sus ideas derivaban de un espíritu religioso y su cosmopolitismo no alcanza a todas las culturas. Asimismo, le reconocía la buena intención, como en la anécdota que se cuenta de lo que respondió al marqués D’Argenson, cuando hubo ejecutado una misión diplomática que éste le había encargado: «estáis haciendo de mí un pequeño abad de Saint Pierre; al menos me parezco a él en sus buenas intenciones» (Argenson, 1857: XC).
Quizá el resumen de su posición sobre la relación entre la paz y el cosmopolitismo, y el documento más amplio en el que habla de Saint Pierre, es su obra de 1769 De la paix perpétuelle, par le docteur Goodheart. Ahí señala que la paz propuesta por Saint Pierre es una quimera que no vale para animales carniceros como son los príncipes. Lo principal es que todo el pueblo esté ilustrado, porque así todo hombre que por su ambición empezase una guerra sería mirado como enemigo por todos. Entonces el establecimiento de una dieta europea podría ser muy útil para resolver las controversias (Voltaire, 1832: 57 y 58).7 Incide en el aumento de la tolerancia y la Ilustración como medios para reducir la guerra. Además, realmente, como se ve en su Rescrit de l’empereur de la Chine, el objetivo de su crítica y sus burlas era más Rousseau que Saint Pierre. La verdad es que desde que Rousseau8 hizo un resumen de la obra de aquél, estos dos autores quedaron unidos en la mente de sus contemporáneos. Era una obra de encargo, según cuenta en Las Confesiones, donde afirma de Saint Pierre que aunque era «el honor de su siglo y de su especie, quizá el único desde la existencia del género humano que no tuvo otra pasión que la de la razón, fue de error en error por tomar a los hombres no como son sino como era él» (Rousseau, 1959: 422). Como Rousseau no podía presentar las ideas de Saint Pierre, ya que le parecían impracticables, ni refutarlas, porque esto no hubiera sido honesto con el encargo que tenía, decidió hacer un resumen de las ideas, por un lado, y un juicio sobre ellas, por el otro. El Extrait du Projet de Paix Perpétuelle se publicó en 1761 y alaba el proyecto de Saint Pierre al decir que es el proyecto más grande, más bello y más útil que haya concebido el espíritu humano (Rousseau, 1964d: 563). Jugement sur la paix perpétuelle fue publicado después de la muerte de Rousseau, en la edición de Moultou y de Du Peyrou de 1782. En él hay una alabanza general a Saint Pierre y a su obra, pero pasa enseguida a señalar sus defectos. El problema principal, indica, es que se basa en los príncipes, pero éstos, guiados por la ambición, confunden su interés real, que sería la paz, con su interés aparente. Además, los príncipes jamás aceptarían verse forzados por una federación y privados de su real arbitrio, porque una federación supondría que habría un Estado de derecho por encima de los príncipes y, señala, aquélla tendría que proteger a los súbditos contra la tiranía de los príncipes. Suprimir la guerra no es, pues, sólo librarse del enemigo exterior, sino también no poder tiranizar a los súbditos, porque los príncipes hacen tanto la guerra a sus súbditos como a sus enemigos exteriores (Rousseau, 1964e: 593). Éste es el punto débil de Saint Pierre: que no entendió que las mismas resistencias que hay a la constitución de un Estado de derecho son las que hay a un proyecto de paz perpetua (cf. Guineret, 2004: 55).
La verdad es que el trabajo de Rousseau, aunque a veces de una manera un tanto sesgada, ayudó a extender más las ideas de Saint Pierre, quien llegó a ser el principal difusor de sus ideas en la segunda mitad del siglo. Pero otros muchos también hablaron de él. Grimm y Diderot, en su correspondencia de 1758, hablan de Saint Pierre como una buena persona, pero afirman que tiene proyectos quiméricos (cf. Stelling-Michaud, 1964: CXXVI). El marqués D’Argenson, que era compañero de Saint Pierre en el Club de l’Entresol, señala en sus Memorias que la meta del proyecto era buena, aunque los medios no eran practicables. De él señala lo que hoy podríamos llamar cosmopolitismo ético: «tal era su amor por la Humanidad que no se limitaba a su patria, sino que extendía sus actos de generosidad a todos los habitantes del globo» (Argenson, 1857: 271). CharlesMarie de la Condamine (1701-1774), miembro de la Academia francesa, admirador de Saint Pierre, compuso unos versos a su memoria y cuenta la confidencia que le hizo el Duque de Orleans, quien fue regente de Francia durante 8 años, acerca del plan de Saint Pierre: «se piensa que es una quimera, pero si quisiéramos el Emperador y yo o el rey de España y yo, sería una realidad» (Ferry, 2000: 206-207). Condorcet, en su obra de 1786 De l’influence de la révolution d’Amérique sur l’Europe, habla muy positivamente de Saint Pierre y sus sueños, diciendo que no son algo quimérico, aunque están lejos de realizarse, y sostiene que en Europa los considerables progresos de la filosofía dan lugar a esperar ver un día una confederación que podría disminuir infinitamente los males de la humanidad (Condorcet, 1847: 10, 21 y 97).
A mediados de siglo los proyectos de paz se multiplican. Señalaremos algunos. En 1747 Johann Michael von Loen, consejero del rey de Prusia, publica Entwurf einer Staatskunst, cuyo capítulo segundo trata acerca de una paz permanente en Europa. Propone una Corte de paz con jueces seleccionados entre las personas mejor preparadas de cada Estado. En 1752, el folleto del alemán Toze, titulado «Die allgemeine christliche republik in Europa», partiendo de las ideas de Saint Pierre, concluía la necesidad de crear una autoridad internacional que fuera capaz de zanjar las diferencias entre los estados. Adjuntaba las conclusiones de otro folleto, éste anónimo, aparecido en 1745 y titulado «Projet d’un nouveau système de l’Europe». En 1758 Johann Franz von Palthen, consejero de justicia y poeta, publicó en Rostock su Projekt einen immerwährenden Frieden in Europa zu unterhalten. Propone, para resolver los conflictos entre estados, un tribunal que tenga poder para declarar la guerra y poner castigos a los estados que no acepten sus veredictos. Incluye a Rusia y Turquía. En 1762 Jean Henri Maubert de Gouvest, secretario del rey de Polonia, escribe la obra titulada La Paix générale ou, Considérations du docteur Manlover СКАЧАТЬ