Once escándalos para enamorar a un duque. Sarah MacLean
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Название: Once escándalos para enamorar a un duque

Автор: Sarah MacLean

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: El amor en cifras

isbn: 9788418883118

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СКАЧАТЬ una suerte que este otoño haya una sesión especial, ¿no te parece? Eso nos mantiene alejados del campo.

      Simon buscó la mirada de reconocimiento de Ralston. El marqués evitó decir lo que ambos sabían: que Leighton había invertido su considerable influencia en la aprobación de un proyecto de ley por procedimiento de urgencia que podría haber esperado a la sesión de primavera del Parlamento.

      —Los preparativos militares son un tema acuciante —dijo Simon con calma deliberada.

      —Por supuesto que sí. —Ralston se cruzó de brazos y se apoyó en la puerta—. Y el Parlamento consigue distraernos de las hermanas de una manera más que adecuada, ¿no es así?

      Simon entrecerró los ojos.

      —Nunca te has mostrado beligerante conmigo, Ralston. No hay necesidad de empezar ahora.

      —Supongo que no puedo pedirte que me ayudes con Juliana.

      Simon se quedó petrificado, con la petición flotando entre ambos.

      «Simplemente, dile que no».

      —¿Qué tipo de ayuda?

      «Eso no ha sido exactamente un no, Leighton». Ralston enarcó una ceja.

      —No te pido que te cases con ella, Leighton. Relájate. Me irían bien un par de ojos extras. Es decir, no puede salir a los jardines de nuestra propia casa sin que algún desconocido intente asaltarla.

      Simon le dirigió a Ralston una mirada fría.

      —Parece ser que el universo te está castigando con una hermana que causa tantos problemas como solías provocar tú.

      —Puede que tengas razón. —Se produjo un incómodo silencio—. Ya sabes lo que podría ocurrirle, Leighton.

      «Has pasado por ello».

      Pese a que el marqués no lo dijo, Simon lo oyó de todos modos.

      «Aun así, la respuesta es no».

      —Disculpa que no esté interesado en ayudarte, Ralston.

      «Mucho mejor».

      —También estarías ayudando a St. John —añadió Ralston, invocando el nombre de su hermano gemelo, el gemelo bueno—. Podrías compensarlo el hecho de que mi familia haya dedicado una buena cantidad de energía en cuidar de te hermana, Leighton.

      Ahí estaba. El insoportable peso del escándalo, tan poderoso que era capaz de mover montañas.

      No le gustaba tener una debilidad tan evidente.

      Y solo podía empeorar.

      Simon no consiguió pronunciar palabra en un buen rato. Finalmente, asintió para mostrar su conformidad.

      —Es justo.

      —Debes de imaginar lo mucho que detesto tener que pedirte ayuda, duque, pero piensa cuánto disfrutarás restregándomelo por la cara durante el resto de tu vida.

      —Confieso que esperaba no tener que soportarte durante tanto tiempo.

      Ralston soltó una carcajada.

      —Eres un sinvergüenza insensible. —Avanzó hasta situarse delante de la silla que había dejado vacía—. ¿Estás preparado, entonces? Para cuando se haga pública la noticia, quiero decir.

      Simon no se molestó en fingir que no lo entendía. Ralston y St. John eran los dos únicos hombres que conocían el más oscuro de sus secretos. Aquel que destruiría a su familia y su reputación si saliera a la luz.

      Aquel que tarde o temprano saldría a la luz pública.

      ¿Algún día estaría preparado?

      —Aún no. Pero lo estaré pronto.

      Ralston le dirigió una mirada fría y azul que a Simon le recordó a Juliana.

      —Sabes que estaremos a tu lado, ¿verdad?

      Simon soltó una corta risotada que no era producto precisamente de la alegría.

      —Disculpa que no ponga demasiadas esperanzas en el apoyo de la familia Ralston.

      Ralston torció la comisura de los labios en un intento de sonrisa.

      —Somos una familia un tanto abigarrada. Pero lo compensamos con una gran tenacidad.

      Simon pensó en la mujer de su biblioteca.

      —No me cabe duda.

      —¿Me equivoco al suponer que planeas casarte?

      Simon se quedó con el vaso a medio camino de sus labios.

      —¿Cómo lo sabes?

      La sonrisa se convirtió en un gesto de reconocimiento.

      —Casi todos los problemas se resuelven con un pequeño paseo hasta la vicaría. Especialmente el tuyo. ¿Quién es la afortunada?

      Simon se planteó mentir, fingir que no había sido él quien la había elegido. Pero tarde o temprano se conocería la verdad.

      —Lady Penelope Marbury.

      Ralston dio un silbido largo y grave.

      —Hija de un doble marqués. Reputación impecable. Linaje excelente. La Santa Trinidad del partido deseable. Y con una buena fortuna. Una excelente elección.

      Nada que Simon no hubiera pensado ya, por supuesto, pero oírlo en boca de otra persona lo enorgulleció.

      —No me gusta oírte enumerar los méritos de la futura duquesa como si fuera una yegua.

      Ralston se inclinó hacia delante.

      —Te pido disculpas. Tenía la impresión de que habías elegido a la futura duquesa como si fuera una yegua.

      Aquella conversación estaba empezando a resultarle incómoda. El duque estaba en lo cierto. Iba a casarse con lady Penelope exclusivamente por su impecable genealogía.

      —Después de todo, nadie espera del gran duque de Leighton que vaya a casarse por amor.

      A Simon no le gustó el sarcasmo con que Ralston dijo aquello último. Por supuesto, el marqués siempre había sabido cómo irritarlo. Desde que eran niños. Simon se puso de pie, deseoso de moverse.

      —Creo que iré a buscar a tu hermana, Ralston. Ya es hora de que te la lleves a casa. Y te agradecería que en el futuro mantuvieras alejados de mi casa tus problemas familiares.

      Sus palabras sonaron arrogantes incluso a sus oídos.

      Ralston se enderezó y lentamente se puso casi a la misma altura que Leighton.

      —Haré todo lo que esté en mi mano. Al СКАЧАТЬ