Las Tragedias de William Shakespeare. William Shakespeare
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Название: Las Tragedias de William Shakespeare

Автор: William Shakespeare

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

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isbn: 4064066446482

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СКАЧАТЬ ¡Sus, a él! ¡Al ladrón! (Desenvainan por ambas partes.)

      YAGO.- ¡A vos, Rodrigo! ¡Vamos, señor, soy vuestro hombre!

      OTELO.- Guardad vuestras espadas brillantes, pues las enmohecería el rocío. Buen signior, se obedecerá mejor a vuestros años que a vuestras armas.

      BRABANCIO.- ¡Oh, tú, odioso ladrón! ¿Dónde has escondido a mi hija? Condenado como eres, has debido hechizarla, pues me remito a todo ser de sentido, si a no estar cautiva en cadenas de magia es posible que una virgen tan tierna, tan bella y tan dichosa, tan opuesta al matrimonio que esquivó los más ricos y apuestos galanes de nuestra nación, hubiera incurrido nunca en la mofa general, escapando de la tutela paterna para ir a refugiarse en el seno denegrido de un ser tal como tú, hecho para inspirar temor y no deleite. Séame juez el mundo si no es de toda evidencia que has obrado sobre ella con hechizos odiosos, que has abusado de su delicada juventud por medio de drogas o de minerales que debilitan la sensibilidad. Haré que se examine el caso. Es probable, palpable al pensamiento. Te prendo, pues, y te acuso, como corruptor de personas y practicante de artes prohibidas y fuera de la ley. Apoderaos de él; si resiste, sometedle a sus riesgos y peligros.

      OTELO.- ¡Detened vuestras manos, vosotros, los que estáis de mi parte, y vosotros también, los del otro partido! Si mi réplica fuera reñir, la sabría sin apuntador. ¿Dónde queréis que vaya a responder a vuestro cargo?

      BRABANCIO.- A la cárcel, hasta que el plazo establecido por la ley y el curso regular de la justicia te llamen a responder.

      OTELO.- ¿Qué sucederá si obedezco? ¿Cómo podría entonces satisfacer al dux, cuyos mensajeros están aquí, a mi lado, para conducirme ante él, a propósito de cierto asunto urgente del Estado?

      OFICIAL.- Es cierto, muy digno signior. El dux se halla en Consejo y estoy seguro de que ha enviado a buscar a vuestra noble persona...

      BRABANCIO.- ¡Cómo! ¡El dux en Consejo! ¿Y a esta hora de la noche? Llevadle. No es una causa ociosa la mía. El dux mismo o cualquiera de mis hermanos de Estado no pueden sino sentir mi ultraje como si les fuera propio. Porque si tales acciones pudieran tener paso libre, los esclavos y los paganos fueran nuestros estadistas. (Salen.)

      Escena Tercera

      El mismo lugar.-Cámara del Consejo

      El DUX y los SENADORES sentados a una mesa; oficiales en funciones de servicio

      DUX.- No hay concordancia en estas noticias para que se le dé crédito.

      SENADOR PRIMERO.- Son muy divergentes, en verdad. Mis cartas dicen ciento siete galeras.

      DUX.- Y las mías ciento cuarenta.

      SENADOR SEGUNDO.- Y las mías, doscientas. Sin embargo, aunque no estén conformes en la cifra exacta (y en casos como éste, en que los informes se hacen por conjetura, son frecuentes las diferencias), todas confirman, no obstante, la existencia de una flota turca y haciendo velas con rumbo a Chipre.

      DUX.- Bien mirado, parece, en efecto, muy probable. No estoy tan convencido de las inexactitudes para que el hecho capital de estas noticias no me inspire un sentimiento de inquietud.

      UN MARINERO (dentro).- ¡Hola, eh! ¡Hola, eh!

      Entra el MARINERO

      OFICIAL.- Un mensajero de las galeras.

      DUX.- ¡Hola! ¿Qué ocurre?

      MARINERO.- La armada turca se dirige a Rodas. Se me envía a anunciarlo aquí al gobierno de parte del signior Angelo.

      DUX.- ¿Qué decís de este cambio?

      SENADOR PRIMERO.- No puede ser, no resiste al ensayo de la razón. Es un simulacro para mantenemos en una contemplación falsa. Cuando consideramos la importancia de Chipre para el turco y comprendemos, además, que no sólo esta isla concierne más al turco que Rodas, sino también que puede tomarla con más facilidad, pues no está armada de semejantes medios de defensa, antes carece por completo de los recursos de que se halla provista Rodas, si reflexionamos en esto, no podemos creer que sea el turco tan torpe que relegue a último lugar la isla que le incumbe en primero y abandone una tentativa fácil y provechosa, para despistar y sostener un peligro infructuoso.

      DUX.- Cierto, con toda seguridad, que no piensa en Rodas.

      OFICIAL.- Aquí llegan más noticias.

      Entra un MENSAJERO

      MENSAJERO.- Los otomanos, reverendo e ilustre dux, se dirigen con rumbo fijo hacia la isla de Rodas, habiéndoseles unido en ruta su flota posterior.

      SENADOR PRIMERO.- Sí, es lo que yo pensaba. ¿De cuántas naves se compone, en vuestra opinión?

      MENSAJERO.- De treinta velas, y ahora virando ponen proa con franca apariencia de llevar sus designios hacia Chipre. El signior Montano, vuestro fiel y muy valeroso servidor, os presenta sus respetuosos deberes, informándoos del hecho y suplicándoos que le creáis.

      DUX.- Es cierto, entonces, que van contra Chipre. ¿No se encuentra en la ciudad Marcos Luccicos?

      SENADOR PRIMERO.- Está ahora en Florencia.

      DUX.- Escribidle de nuestra parte, para que vuelva a correo seguido.

      SENADOR PRIMERO.- He aquí venir a Brabancio y al valiente moro.

      Entran BRABANCIO, OTELO, IAGO, RODRIGO y oficiales

      DUX.- Valeroso Otelo, es menester que os empleemos inmediatamente contra el otomano, nuestro común enemigo. (A Brabancio.) No os veía. Sed bien venido, noble signior; necesitamos de vuestro consejo y de vuestra ayuda esta noche.

      BRABANCIO.- Y yo de los vuestros. Que vuestra virtuosa gracia me perdone. No son mis funciones, ni todo lo que he oído de los asuntos de Estado, lo que me ha levantado del lecho; ni el interés público tiene influencia en mí. Porque mi dolor particular es de una naturaleza tan desbordante, tan impetuosa y parecida a las aguas de una esclusa, que engulle y sumerge las demás penas, y él queda siempre igual.

      DUX.- Pues ¿qué ocurre?

      BRABANCIO.- ¡Mi hija! ¡Oh, mi hija!

      DUX y SENADORES.- ¿Muerta?

      BRABANCIO.- ¡Sí, para mí! Ha sido seducida, me la han robado y pervertido con sortilegios y medicinas compradas a charlatanes, pues la naturaleza, no siendo ella imbécil, ciega o coja de sentido, no podría haberse engañado tan descabelladamente sin el auxilio de la brujería.

      DUX.- Sea quien fuere el que por este odioso procedimiento ha privado así a vuestra hija de sí propia y a vos de ella, sufrirá la aplicación del sangriento libro de la ley interpretado por vos mismo, como os convenga en su texto más implacable; sí, lo será, aun cuando vuestra acusación recayera en nuestro propio hijo.

      BRABANCIO.- Lo agradezco humildemente a Vuestra Gracia. He aquí el hombre, este moro, a quien ahora, por mandato especial, habéis traído aquí, parece, para asuntos de Estado.

      DUX y SENADORES.- Sentimos por ello el más profundo pesar.

      DUX.- СКАЧАТЬ