Las Tragedias de William Shakespeare. William Shakespeare
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Las Tragedias de William Shakespeare - William Shakespeare страница 20

Название: Las Tragedias de William Shakespeare

Автор: William Shakespeare

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 4064066446482

isbn:

СКАЧАТЬ (Gritos.) Pero ¡silencio! ¡Gritan de alegría!

      CASIO. — ¡Baja, no mires más! ¡Oh, cobarde de mí, que vivo después de ver prisionero a mi mejor amigo! (Desciende PÍNDARO.) ¡Ven acá, tú! En Partía te hice prisionero, y entonces, al salvarte la vida, te hice jurar que siempre tratarías de hacer lo que yo te mandase. ¡Cumple ahora tu juramento! ¡Sé ahora libre! {Y con esta magnífica espada que atravesó las entrañas de César, busca mi seno! ¡No te detengas a replicar! ¡Aquí, coge la empuñadura! ¡Y cuando haya cubierto mi rostro, como está ahora, hunde la espada! (PÍNDARO le. hiere,.) ¡César, quedas vengado con la misma espada que te mató!

      (Muere.)

      PÍNDARO. — ¡Libre así soy! Mas no lo hubiera sido de esta manera de haberme atrevido a hacer mi voluntad. ¡Oh Casio! Píndaro huirá lejos de este país, donde ningún romano tenga noticias de él.

      (Sale. Vuelve a entrar TITINIO con MESALA.)

      MESALA. — No es sino un cambio, Titinio, pues Octavio se ve rechazado por las tropas del noble Bruto, como las legiones de Casio por Antonio.

      TITINIO. — Estas nuevas agradarán a Casio.

      MESALA. — ¿Dónde le dejasteis?

      TITINIO. — Todo desconsolado en aquella colina, con su siervo Píndaro.

      MESALA. — ¿No es aquel que yace en tierra?

      TITINIO. — No yace como los vivos. ¡Oh corazón mío!

      MESALA. —. ¿No es él?

      TITINIO. — ¡No; éste era él, Mesala, pues ya no es Casio! ¡Oh Sol poniente! ¡Como envuelto en tus rayos rojos te hundes en la noche, así envuelto en su roja sangre se pone el día de Casio! ¡Se ha puesto el Sol de Roma! ¡Ha terminado nuestro día! ¡Nubes, escarchas y peligros, venid! ¡Nuestras hazañas están consumadas! ¡Su desconfianza en mi éxito le indujo a este acto!

      MESALA. — ¡Su desconfianza en el buen éxito le indujo a este acto! ¡Oh funesto error, engendro de la melancolía! ¿Por qué haces ver al espíritu crédulo de los hombres cosas que no son? "¡Oh error, rápidamente concebido, nunca logras un feliz alumbramiento, sino que das muerte a la madre que te concibe!

      TITINIO. — ¡Cómo, Píndaro! ¿Dónde estás, Píndaro?

      MESALA. — Búscale, Titinio, en tanto voy al encuentro del noble Bruto a destrozarle sus oídos con la noticia. Y puedo decir destrozarle, porque el penetrante acero y los dardos emponzoñados no agujerea tanto los oídos de Bruto como la noticia de este espectáculo.

      TITINIO. — Id, Mesala, y yo buscaré entretanto a Píndaro.

      (Sale MESALA.)

      ¿Por qué me enviaste, valeroso Casio? ¿No hallé a tus amigos? ¿Y no pusieron Sobre mis sienes este laurel de victoria y me suplicaron que te lo ciñera? ¿No oíste sus aclamaciones? ¡Ay! ¡Todo lo interpretaste equivocadamente! ¡Pero ten, toma esta guirnalda en tu frente! ¡Tu Bruto me la .dio para ti, y cumplo su mandato! ¡Bruto, acudid aprisa y ved cómo respetaba yo a Cayo Casio! ¡Con vuestro permiso, dioses, he aquí lo que cumple a un romano! ¡Ven, espada de Casio, y encuentra el corazón de Titinio! (Se da la muerte.) Fragor de combate. Vuelve a entrar MESALA con BRUTO, CATÓN el joven, ESTRATÓN, VOLUMNIO y LUCILIO.

      BRUTO. — ¿Dónde, Mésala, dónde yace su cuerpo?

      MESALA. — ¡Ved! ¡Allí, y Titinio llorándolo!

      BRUTO. — ¡Titinio está cara al cielo!

      CATÓN. — ¡Ha muerto!

      BRUTO. — ¡Oh Julio César! ¡Todavía eres poderoso! ¡Tu espíritu recorre la tierra y vuelve nuestras espadas contra nuestras propias entrañas!

      (Decrece el fragor.)

      CATÓN. — ¡Bravo Titinio! ¡Mirad cómo no ha dejado de coronar a Casio muerto!

      BRUTO. — ¿Quedan todavía dos romanos como éstos? ¡Adiós, tú, el último de los romanos! ¡Es imposible que Roma produzca otro igual! Amigos, debo a este muerto más lágrimas de las que me veríais verter. ¡Ya hallaré ocasión, Casio, ya hallaré ocasión! ¡Venid, pues, y transportad su cadáver a Tasos! Sus exequias no deben hacerse en nuestro campamento; nos desalentarían, Lucilio; venid, y vos también, joven Catón, y volvamos al campo. ¡Labeo y Flavio, avanzad con nuestros batallones! ¡Son las tres, y antes de la noche probaremos fortuna en un segundo combate, romanos!

      (Salen.)

      SCENA QUARTA

      Otra parte del campo Fragor de combate. Entran peleando soldados de los dos ejércitos; después, BRUTO, CATÓN el joven, LUCILIO y otros BRUTO. — ¡Todavía, compatriotas! ¡Oh! ¡Erguid todavía vuestras cabezas! CATÓN. — ¿Qué bastardo no lo hará? ¿Quién quiere seguirme? ¡Proclamaré mi nombre por el campo ¡Yo soy el hijo de Marco Catón, ¡eh!, el azote de tiranos y amigo de la patria! ¡Soy el hijo de Marco Catón! ¡Eh! BRUTO. — ¡Y yo Bruto; Marco Bruto, yo! ¡Bruto, el amigo de mi patria! ¡Reconoced a Bruto! (Sale cargando sobre el enemigo. CATÓN es vencido y cae.) LUCILIO. — ¡Oh joven y noble Catón! ¿Has sucumbido? Pues bien: mueres ahora tan valerosamente como Titinio y se te puede honrar como hijo de Catón. SOLDADO PRIMERO. — ¡Ríndete, o mueres! LUCILIO. — ¡Sólo a la muerte me rindo yo! Aquí tienes dinero suficiente para que puedas matarme sobre el campo. (Ofreciéndole dinero.) ¡Mata a Bruto y hónrate con su muerte! SOLDADO PRIMERO. — ¡No lo mataremos! ¡Es un noble prisionero! SOLDADO SEGUNDO. — ¡Plaza, eh! ¡Decid a Antonio que hemos cogido a Bruto!

      SOLDADO PRIMERO. — ¡Daré la noticia! ¡Aquí viene el general! (Entra ANTONIO.) ¡Bruto ha sido hecho prisionero, señor; Bruto ha sido hecho prisionero!

      ANTONIO. — ¿Dónde está? LUCILIO. — ¡En seguro, Antonio! ¡Bruto está bastante seguro! ¡Me atrevo a asegurarte que ningún enemigo prenderá al noble Bruto mientras viva! ¡Los dioses le defiendan de tan gran oprobio! ¡Dondequiera que le halléis, vivo o muerto, hallaréis en él al Bruto de siempre, al mismo! ANTONIO. — Éste no es Bruto, amigos, pero os garantizo que es una presa no menos valiosa. Velad por la seguridad de este hombre. Prodigadle toda clase de atenciones. Prefiero tener a tales hombres por amigos que por enemigos. Id y ved si Bruto está vivo o muerto, y volved a la tienda de Octavio a darnos cuenta de cuanto ocurra. (Sale.)

      SCENA QUINTA

      Entran BRUTO, DARDANIO, CLITO, ESTRATÓN y VOLUMNIO

      BRUTO. — ¡Venid, exiguo resto de amigos, descansad en esta roca!

      CLITO. — Estatilio ha enseñado desde lejos la antorcha encendida; pero, señor, no ha vuelto. Ha caído prisionero o ha muerto.

      BRUTO. — Siéntate, Clito... ¡Se trata de matar! ¡Es una acción al uso! ¡Escucha, Clito!

      (Cuchichean.)

      CLITO. — ¡Cómo! ¿Yo señor? ¡Jamás! ¡Ni por todo el universo!

      BRUTO. — ¡Silencio entonces! ¡Ni una palabra!

      CLITO. — ¡Antes me mataría a mí mismo!

СКАЧАТЬ