La Galatea. Miguel de Cervantes
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Название: La Galatea

Автор: Miguel de Cervantes

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

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isbn: 4064066444693

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СКАЧАТЬ manos de Leonida.» —No —dijo Elicio, atajando las razones de Lisandro—, no es justo que me dejes de decir la carta que a Leonida enviaste, que por ser la primera y por hallarte tan enamorado en aquella sazón, sin duda debe de ser discreta. Y, pues me has dicho que la tienes en la memoria y el gusto que por ella granjeaste, no me lo niegues agora en no decírmela. —Bien dices, amigo —respondió Lisandro—; que yo estaba entonces tan enamorado y temeroso, como agora descontento y desesperado, y por esta razón me parece que no acerté a decir alguna, aunque fue harto acertamiento que Leonida las creyese las que en la carta iban. Ya que tanto deseas saberlas, decía desta manera: LISANDRO A LEONIDA «Mientras que he podido, aunque con grandísimo dolor mío, resistir con las proprias fuerzas a la amorosa llama que por ti, ¡oh, hermosa Leonida!, me abrasa, jamás he tenido ardimiento, temeroso del subido valor que en ti conozco, de descubrirte el amor que te tengo; mas, ya que es consumida aquella virtud que hasta aquí me ha hecho fuerte, hame sido forzoso, descubriendo la llaga de mi pecho, tentar con escrebirte su primero y último remedio. Que sea el primero, tú lo sabes, y de ser el último está en tu mano, de la cual espero la misericordia que tu hermosura promete y mis honestos deseos merescen, los cuales y el fin adonde se encaminan conoscerás de Silvia, que ésta te dará. Y, pues ella se ha atrevido, con ser quien es, a llevártela, entiende que son tan justos cuanto a tu merescimiento se deben.» No le parecieron mal a Elicio las razones de la carta de Lisandro, el cual, prosiguiendo la historia de sus amores, dijo: —«No pasaron muchos días sin que esta carta viniese a las hermosas manos de Leonida, por medio de las piadosas de Silvia, mi verdadera amiga, la cual, junto con dársela, le dijo tales cosas que con ellas templó en gran parte la ira y alteración que con mi carta Leonida había recebido: como fue decirle cuánto bien se siguiría si por nuestro casamiento la enemistad de nuestros padres se acababa, y que el fin de tan buena intención la había de mover a no desechar mis deseos; cuanto más, que no se debía compadecer con su hermosura dejar morir sin más respecto a quien tanto como yo la amaba; añadiendo a estas otras razones que Leonida conoció que lo eran. Pero, por no mostrarse al primer encuentro rendida y a los primeros pasos alcanzada, no dio tan agradable respuesta a Silvia como ella quisiera. Pero, con todo esto, por intercesión de Silvia, que a ello le forzó, respondió con esta carta que agora te diré: LEONIDA A LISANDRO »Si entendiera, Lisandro, que tu mucho atrevimiento había nacido de mi poca honestidad, en mí mesma ejecutara la pena que tu culpa meresce; pero, por asegurarme desto lo que yo de mí conozco, vengo a conocer que más ha procedido tu osadía de pensamientos ociosos que de enamorados. Y, aunque ellos sean de la manera que dices, no pienses que me has de mover a mí para remediallos como a Silvia para creellos, de la cual tengo más queja por haberme forzado a responderte que de ti que te atreviste a escrebirme, pues el callar fuera digna respuesta a tu locura. Si te retraes de lo comenzado, harás como discreto, porque te hago saber que pienso tener más cuenta con mi honra que con tus vanidades. »Esta fue la respuesta de Leonida, la cual, junto con las esperanzas que Silvia me dio, aunque ella parecía algo áspera, me hizo tener por el más bien afortunado del mundo. »Mientras estas cosas entre nosotros pasaban, no se descuidaba Crisalbo de solicitar a Silvia con infinitos mensajes, presentes y servicios; mas, era tan fuerte y desabrida la condición de Crisalbo, que jamás pudo mover a la de Silvia a que un pequeño favor le diese, de lo cual estaba tan desesperado e impaciente como un agarrochado y vencido toro. »Por causa de sus amores había tomado amistad con el astuto Carino, pariente de Silvia, habiendo los dos sido primero mortales enemigos, porque, en cierta lucha que un día de una grande fiesta delante de todo el pueblo los zagales más diestros del lugar tuvieron, Carino fue vencido de Crisalbo y maltratado; de manera que concibió en su corazón odio perpetuo contra Crisalbo. Y no menos lo tenía contra otro hermano mío, por haberle sido contrario en unos amores, de los cuales mi hermano llevó el fruto que Carino esperaba. Este rancor y mala voluntad tuvo Carino secreta, hasta que el tiempo le descubrió ocasión cómo a un mesmo punto se vengase de entrambos por el más cruel estilo que imaginarse puede. »Yo le tenía por amigo, porque la entrada en casa de Silvia no se me impidiese; Crisalbo le adoraba, porque favoreciese sus pensamientos con Silvia; y era de suerte su amistad, que todas las veces que Leonida venía a casa de Silvia Carino la acompañaba. Por la cual causa le pareció bien a Silvia darle cuenta, pues era mi amigo, de los amores que yo con Leonida trataba, que en aquella sazón andaban ya tan vivos y venturosos, por la buena intercesión de Silvia, que ya no esperábamos sino tiempo y lugar donde coger el honesto fruto de nuestros limpios deseos, los cuales sabidos de Carino, tomó por instrumento para hacer la mayor traición del mundo. Porque un día, haciendo del leal con Crisalbo, y dándole a entender que tenía en más su amistad que la honra de su parienta, le dijo que la principal causa porque Silvia no le amaba ni favorescía era por estar de mí enamorada, y que él lo sabía inefaliblemente; y que ya nuestros amores iban tan al descubierto, que si él no hubiera estado ciego de la pasión amorosa, en mil señales lo hubiera ya conocido; y que para certificarse más de la verdad que le decía, que de allí adelante mirase en ello, porque vería claramente cómo, sin empacho alguno, Silvia me daba extraordinarios favores. Con estas nuevas debió de quedar tan fuera de sí Crisalbo, como pareció por lo que dellas sucedió. »De allí adelante Crisalbo traía espías por ver lo que yo con Silvia pasaba; y, como yo muchas veces procurase hallarme solo con ella para tratar, no de los amores que él pensaba, sino de lo que a los míos convenía, éranle a Crisalbo referidas, con otros favores que, de limpia amistad procedidos, Silvia a cada paso me hacía; por lo que vino Crisalbo a términos tan desesperados que muchas veces procuró matarme, aunque yo no pensaba que era por semejante ocasión, sino por lo de la antigua enemistad de nuestros padres. Mas, por ser él hermano de Leonida, tenía yo más cuenta con guardarme que con ofenderle, teniendo por cierto que, si yo con su hermana me casaba, tendrían fin nuestras enemistades; de lo que él estaba bien ajeno, antes se pensaba que por serle yo enemigo, había procurado tratar amores con Silvia, y no porque yo bien la quisiese. Y esto le acrescentaba la cólera y enojo de manera que le sacaba de juicio, aunque él tenía tan poco, que poco era menester para acabárselo. Y pudo tanto en él este mal pensamiento, que vino a aborrecer a Silvia tanto cuanto la había querido, sólo porque a mí me favorecía, no con la voluntad que él pensaba, sino como Carino le decía. Y así, en cualesquier corrillos y juntas que se hallaba, decía mal de Silvia, dándole títulos y renombres deshonestos; pero, como todos conoscían su terrible condición y la bondad de Silvia, daban poco o ningún crédito a sus palabras. »En este medio, había concertado Silvia con Leonida que los dos nos desposásemos y que, para que más a nuestro salvo se hiciese, sería bien que un día que con Carino Leonida viniese a su casa, no volviese por aquella noche a la de sus padres, sino que desde allí, en compañía de Carino, se fuese a una aldea que media legua de la nuestra estaba, donde unos ricos parientes míos vivían, en cuya casa con más quietud podíamos poner en efecto nuestras intenciones; porque si del suceso dellas los padres de Leonida no fuesen contentos, a lo menos estando ella ausente sería más fácil el concertarse. Tomado, pues, este apuntamiento y dada cuenta dél a Carino, se ofreció, con muestras de grandísimo ánimo, que llevaría a Leonida a la otra aldea, como ella fuese contenta. Los servicios que yo hice a Carino por la buena voluntad que mostraba, las palabras de ofrecimiento que le dije, los abrazos que le di, me parece que bastaran a deshacer en un corazón de acero cualquiera mala intención que contra mí tuviera. Pero el traidor de Carino, echando a las espaldas mis palabras, obras y promesas, sin tener cuenta con la que a sí mesmo debía, ordenó la traición que agora oirás. »Informado Carino de la voluntad de Leonida, y viendo ser conforme a la que Silvia le había dicho, ordenó que la primera noche que, por las muestras del día, entendiesen que había de ser escura, se pusiese por obra la ida de Leonida, ofreciéndose de nuevo a guardar el secreto y lealtad posible. Después de hecho este concierto que has oído, se fue a Crisalbo, según después acá he sabido, y le dijo que su parienta Silvia iba tan adelante en los amores que conmigo traía, que en una cierta noche había determinado de sacarla de casa de sus padres y llevarla a la otra aldea, do mis parientes moraban; donde se le ofrecía coyuntura de vengar su corazón en entrambos: en Silvia, por la poca cuenta que de sus servicios había hecho; en mí, por nuestra vieja enemistad y por el enojo que le había hecho en quitarle a Silvia, pues por sólo mi respecto le dejaba. De tal manera le supo encarecer y decir Carino lo que quiso, que con mucho menos a otro corazón no tan cruel como el suyo moviera a cualquier mal pensamiento. »Llegado, pues, ya el día que yo pensé que fuera el de mi mayor contento, dejando dicho a Carino, no lo que hizo, sino lo que СКАЧАТЬ