Название: Tiempo pasado
Автор: Lee Child
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Jack Reacher
isbn: 9788412327076
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—Nadie está siendo compasivo. De todas formas, lo lleva bien. Camina casi perfecto.
—Gracias —dijo Carrington—. Cuénteme cómo era ser policía.
—Fue un buen trabajo, mientas duró.
—Vio el efecto de los delitos en las familias.
—Algunas veces.
—Su padre se unió a los Marines a los diecisiete —dijo Carrington—. Tiene que haber un motivo.
Patty Sundstrom y Shorty Fleck estaban sentados afuera de la habitación, en las sillas de plástico bajo la ventana. Miraban el lugar donde se abría el camino entre los árboles y esperaban que llegase el mecánico. No llegó. Shorty se puso de pie y volvió a intentarlo con el Honda una vez más. A veces dejar algo apagado por un rato lo arreglaba. Tenía un televisor que era así. Más o menos una de cada tres veces se encendía y no tenía sonido. Había que apagarlo y volver a intentar.
Giró la llave. No pasó nada. Encendido, apagado, encendido, apagado, en silencio, no había ninguna diferencia. Volvió a su silla. Patty se puso de pie y cogió todos los mapas que tenían en la guantera. Los llevó con ella hasta su silla y los desplegó sobre sus rodillas. Encontró su ubicación actual, al final de la vena de dos centímetros como de telaraña, en el medio de la silueta verde pálido. El área forestal. Que parecía tener en promedio ocho kilómetros de ancho, y quizás once de arriba abajo. La punta de la vena como de telaraña estaba descentrada en el espacio, a tres kilómetros del límite este pero a cinco del oeste. Más o menos igual del norte y del sur. La silueta verde tenía una línea tenue alrededor, como si todo fuera una misma propiedad. Quizás el bosque le pertenecía al hotel. No había mucha cosa más allá, salvo por la carretera de dos carriles por la que ellos habían venido, que se alejaba hacia el este y hacia el sur, a la ciudad con el nombre impreso en seminegrita. Laconia, New Hampshire. Más bien a cincuenta kilómetros de distancia que a treinta. Su suposición el día anterior había sido optimista.
—Quizás la mejor apuesta va a ser lo que tú dijiste —dijo ella—. Deberíamos olvidarnos del coche y subirnos a la grúa. Laconia está cerca de la I-93. Podríamos hacer autostop hasta la intersección. O coger un taxi, incluso. Por menos dinero que una noche más aquí, probablemente. Si podemos llegar a Nashua o a Manchester podemos llegar a Boston, y después podemos tomar el autobús barato a Nueva York.
—Lo lamento por lo del coche —dijo Shorty—. En serio.
—No sirve de nada llorar sobre la leche derramada.
—Quizás el mecánico lo puede arreglar. Puede que sea fácil. No entiendo cómo puede estar tan muerto. Quizás hay algún cable suelto, tan simple como eso. Una vez tuve un estéreo, no encendía para nada. Yo le daba golpes y más golpes, y después vi que el cable se había salido del enchufe. Parecía así de muerto.
Oyeron pasos sobre la tierra. Steven dobló la esquina y caminó hacia ellos. Pasó frente a la habitación doce, y la once, y luego se detuvo.
—Venid a comer —dijo—. No os toméis a pecho lo que dijo Mark. Está enfadado, eso es todo. De verdad os quiere ayudar, y no puede. Pensó que Peter lo iba a arreglar en dos minutos. Se sintió frustrado. Le gusta que las cosas salgan bien para todos.
—¿Cuándo viene el mecánico? —dijo Shorty.
—Me temo que aún no lo hemos llamado —dijo Steven—. El teléfono estuvo sin tono durante toda la mañana.
Siete
Reacher dejó a Carrington en el patio, y volvió caminando a la municipalidad. Hizo sonar el timbre del departamento de registros, y un minuto después Elizabeth Castle entró por la puerta.
—Me pidió que volviera a contarle —dijo él.
—¿Encontró a Carter? —dijo ella.
—Parece un tipo agradable. No veo por qué usted no querría salir con él.
—¿Disculpe?
—Cuando pregunté si él era su novio, y a usted le pareció inverosímil.
—Que quisiera salir conmigo. Es el soltero más codiciado de Laconia. Podría tener a quien quisiera. Estoy segura de que no tiene idea de quién soy. ¿Qué le dijo?
—Que mis abuelos eran o pobres o ladrones, o ladrones pobres.
—Estoy segura de que no.
Reacher no dijo nada.
Ella dijo:
—Aunque sé que ambas cosas eran razones frecuentes.
—Cualquiera de las dos es una posibilidad —dijo él—. No hay necesidad de que seamos tan cuidadosos.
—Probablemente tampoco se registraron para votar. ¿Habrán tenido carnet de conducir?
—No si eran pobres. No si eran ladrones, tampoco. No con sus verdaderos nombres, en todo caso.
—Su padre tiene que haber tenido un certificado de nacimiento. Tiene que estar en algún documento en algún lado.
La puerta para clientes que daba al corredor se abrió, y entró Carter Carrington, con su traje y su sonrisa y su cabello rebelde. Vio a Reacher y dijo: “Hola otra vez”, para nada sorprendido, como si no hubiera esperado a ningún otro. Después se giró hacia el mostrador y estiró su mano y dijo:
—Usted debe ser la señorita Castle.
—Elizabeth —dijo ella.
—Carter Carrington. Encantado de conocerla. Gracias por enviarme a este caballero. Se encuentra en una situación interesante.
—Porque su padre no aparece en dos censos consecutivos.
—Exactamente.
—Lo que parece deliberado.
—Siempre y cuando estemos seguros de que estamos buscando en la ciudad adecuada.
—Y así es —dijo Reacher—. Lo vi escrito miles de veces. Laconia, New Hampshire.
—Interesante —dijo Carrington. Después miró a Elizabeth Castle a los ojos y dijo—: Deberíamos ir a comer alguna vez. Me agrada la manera en que vio las cosas con los dos censos. Me gustaría conversarlo un poco más.
Ella no respondió.
—Como sea, manténgame al tanto —dijo él.
Ella dijo:
—Asumimos que debe haber tenido un certificado de nacimiento.
—Casi con seguridad —dijo él—. ¿Cuál fue su fecha de nacimiento?
Reacher hizo una pausa.
—Esto va a sonar raro —dijo—. En este contexto, quiero decir.
—¿Por СКАЧАТЬ