El Castillo de Cristal II - Los siete fuertes. Nina Rose
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Название: El Castillo de Cristal II - Los siete fuertes

Автор: Nina Rose

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: El Castillo de Cristal

isbn: 9789561709218

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СКАЧАТЬ lo es para ti.

      Te hemos visto crecer y cambiar. Te hemos guiado en lo que nos han permitido, pues no debemos interferir. Ahora es tu turno, Guerrero, tu turno de elegir el camino que deseas.

      En este cruce solo hay dos caminos: puedes quedarte o puedes regresar. Si te quedas, hallarás la paz que tanto has anhelado y podrás quedarte con aquellos que han partido antes que tú, a quienes tanto has extrañado. No más sufrimiento, no más dudas.

       Si regresas, la guerra hará mella en ti, pero verás a los que aún siguen luchando. Vidas se perderán, gente morirá, pero siempre existirá la esperanza.

      Ninguna de las opciones es buena o mala. Ningún camino es el equivocado, pero dependerá de ti convertirlo en el correcto. Y no importa que decidas, siempre contarás con nosotras y quienes te aman.

      Es difícil, pero nuestro padre Tiempo y nuestra madre Destino nos apremian. Dos caminos, Guerrero. ¿Cuál elegirás?

      1

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      Ábbaro Stinge no era un hombre sentimental. De hecho, se consideraba pragmático, serio y desligado de cualquier cosa remotamente parecida a las emociones. Había crecido sabiendo que la gente se aprovechaba de los débiles de corazón y no podía darse el lujo, en la posición que ostentaba, de verse patético ante las personas que querían arruinarlo.

      En Villethund, su nombre era sinónimo de riqueza y poder. No en extremo, eso sí, pero lo suficiente como para ser considerado el hombre más influyente de la ciudad y, muy probablemente, de toda la región al sur del Bosque de Marfil. Se había hecho una reputación tanto en el bajo mundo como en el comercio honesto y establecido; los mercaderes del exterior conocían su estatus y el alcance de su largo brazo para atrapar a los que lo traicionaban o lo engañaban. Nadie quería estar en su lista negra.

      Sin embargo, a pesar de su aspecto duro y su fama de frío, Ábbaro Stinge tenía corazón. Algo apático, a decir verdad, pero corazón al fin y al cabo. Y éste latía fuertemente por un puñado de personas importantes: primero, por la joven que amaba en secreto, la que le quitaba el sueño y lo hacía sentir vivo; también, por la mujer que lo había cuidado y querido como un hijo cuando había perdido todo lo que antaño le hacía feliz. Finalmente, quizá la más valiosa, la pequeña renacuaja que había llegado a su vida obligándolo a revisar sus prioridades.

      Rylee.

      ¿Cómo explicarle a la chica que era importante para él? ¿Cómo contarle la verdad del pasado que le había ocultado tantos años? ¿Los secretos que guardaba aún hoy?

      Se recostó en su enorme cama, pensando. Rylee se había ido hacía ya un mes y no habían noticias de ella, aunque afortunadamente el cabello hechizado que mantenía le indicaba que estaba a salvo. No soportaba esa incertidumbre, la lejanía y el velo oscuro que lo separaba de ella en tantos aspectos, aunque siempre se había convencido de que la distancia, por ese entonces solo emocional, era necesaria e importante.

      Ahora, no estaba tan seguro.

      Se levantó y fue hacia uno de sus muchos cajones, desde donde sacó un pequeño cuaderno. Regresó a la cama y a la luz de las velas abrió sus recuerdos: las imágenes, las texturas y colores de su pasado, donde, desde la primera página, lo saludaba el único amigo que había tenido, abrazado firmemente a una versión más joven de él mismo.

      El padre de Ábbaro expandía su fortuna en Villethund mientras su esposa e hijo vivían seguros y tranquilos en Anri, el pueblo más cercano a las grandes montañas Andiris. Su madre siempre había sido muy amable y cálida y por eso no era de extrañar que tuviese varias amistades repartidas por toda el área. Su casa estaba siempre llena de visitas, todos atraídos por la sencillez y la simpatía de la mujer, sin sospechar que era la esposa de uno de los comerciantes más ricos de la región. Por eso, cuando una joven viuda y su hijo llegaron por primera vez a Anri, su madre inmediatamente los había invitado a su hogar.

      Ábbaro no olvidaría nunca la primera vez que había visto a los recién llegados. La mujer que había atravesado su umbral aquella noche tranquila era aún bastante joven, de brillantes ojos y suave caminar. El pequeño que la acompañaba era un par de años menor que Ábbaro y parecía ligeramente asustado, aunque se erguía con decisión frente a los extraños, mirándolos directamente con los mismos bellos ojos pardos de su madre. A pesar de la presencia fuerte, ambos eran bastante tímidos y a su madre le había costado mucho convencerlos de visitar.

      —Por fin han aceptado mi invitación —había replicado Eyna con alegría—, espero que les guste lo que les hemos preparado. Ah, les presento a mi hijo Ábbaro. Ellos son Ryana Mackenzie y su hijo; vivirán en la casa justo detrás de la nuestra, por lo que los verás muy seguido.

      —Gusto en conocerte, Ábbaro —le había dicho Ryana— él es mi hijo, Ewan

      —agregó abrazando con cariño al pequeño—. Es algo tímido pero estoy segura que se llevarán bien.

      La cocinera de la casa, Evanna Pezzi, se había lucido con la cena de aquella noche. Fue así, entre albacora, papas y vino dulce, que comenzó su fuerte —e improbable— amistad con Ewan Mackenzie.

      La diferencia de edad no había afectado para nada la relación de los dos niños. Ábbaro era mucho más fuerte y saludable físicamente, pero Ewan era más ingenioso y creativo, por lo que sus juegos siempre eran desafiantes para ambos. Les encantaba competir, pero siempre se respetaban y ni una vez habían terminado peleando como otros niños.

      Crecieron a la par hasta que la madre de Ábbaro murió. Su padre entonces lo había mandado a buscar y el joven debió irse de Anri, llevándose consigo a Nan y su familia para ayudar en su nuevo hogar, pues la mujer se negaba a dejarlo solo.

      —Visitame pronto, Ewan —decía Ábbaro con tristeza al despedirse.

      —Iré lo más pronto que pueda, amigo.

      Le tomó casi un año al joven Mackenzie poder ir a Villethund. La diferencia con Anri era abrumadora, pero Ábbaro le había ayudado. A él, con su adaptabilidad innata, se le había hecho fácil aprender a vivir en una ciudad más grande y ya comprendía sus limitaciones y sus atribuciones, acentuadas profundamente debido a su linaje. Su padre le estaba enseñando todo lo necesario para hacerse cargo de sus negocios en el futuro y también para sobrevivir en un lugar traicionero y lleno de trampas invisibles; Ewan, más inocente y confiado, era blanco fácil de los engaños.

      Su estadía no había durado mucho. Con el tiempo las visitas eran cada vez menos frecuentes, ya que Ewan se encargaba de la mayoría de las tareas domésticas desde que su madre había enfermado. En las cartas que recibía de su parte, su amigo detallaba lo mucho que Ryana decaía con cada hora; estaba tan débil que a veces ni siquiera podía sostenerse en pie. A pesar de su estado, se negaba a ser vista por ningún curandero o Mago Especialista de ninguna clase, aunque Ábbaro había enviado unos cuantos para ayudarla.

      Stinge se sorprendía de las vidas diferentes que llevaban. Por un lado, ahora que su padre le había legado el negocio, amasaba una cuantiosa fortuna, llevaba tratos exitosos y una mantenía una reputación sólida. Por otro lado, Ewan vivía de forma sencilla, cuidando un huerto y atendiendo a su madre, aún cuando tenía su propio e importante linaje en el cual apoyarse...

      De vuelta en el presente, Ábbaro dio vuelta la página donde aparecían ambos de niños, hacia una imagen de ellos más adultos. Recordaba ese día con claridad, como casi todo lo relacionado СКАЧАТЬ