Название: Luz de alegría - El novio perfecto - Un buen novio
Автор: Barbara Hannay
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Omnibus Jazmin
isbn: 9788413489421
isbn:
Él se detuvo de pronto y se giró hacia ella.
–Mira, no he podido evitar darme cuenta de que el tuyo era el único coche que tenía las ruedas pinchadas. ¿Pasa algo, Neen? ¿Ocurre algo que yo debería saber?
Neen sintió un nudo en la garganta al darse cuenta de que, en aras de la seguridad de los empleados de la cafetería, tendría que contárselo. Temía que él decidiera retractarse y retirar su oferta de trabajo. Durante unos instantes, se quedó sin habla. Finalmente, señaló en dirección a la playa.
–Vayamos allí, donde pueda soltar a Monty.
Cuando llegaron a la arena, soltó al gigantesco perro, que echó a correr a toda velocidad hacia el agua y empezó a salpicar en todas direcciones.
Rico sacudió la cabeza.
–Te va a llenar la casa de arena.
–La arena la puedo aspirar, y prefiero eso a que muerda los muebles. Una hora por aquí hará que se comporte como un corderito el resto de la tarde.
Él se giró hacia Neen con las manos en las caderas y ella se encogió de hombros. No tenía sentido retrasar la inevitable conversación.
–Lo de las ruedas no ha sido un incidente aislado. La policía está al tanto, pero no puede hacer mucho al respecto –suspiró hondo–. Hace cuatro meses rompí con un chico que, por lo que parece, no sabe aceptar un no por respuesta.
–¿Te está acosando?
–No tengo pruebas de que lo de las ruedas haya sido cosa suya –aunque su instinto le decía que así era–. Tiene una orden de alejamiento.
¡Parecía mentira que aun así se hubiera dejado la puerta principal abierta!
Capítulo 2
–NEEN.
Rico le tocó el brazo y ella dio un respingo.
–Lo siento, estaba distraída.
Bajo la formal camisa de algodón sintió un brazo firme y cálido, y apartó los dedos con desgana. Durante unos preciosos segundos, la solidez que él emanaba le recordó que en el mundo había algo más que sus problemas y tribulaciones. Si seguía centrada en sus preocupaciones se perdería un montón de cosas: diversión, amistad, la alegría de la juventud. Había solicitado el trabajo en la cafetería de Rico para distraerse; Chris acabaría por aburrirse y dejarla en paz.
Rico la observaba con los ojos entornados y ella trató de sonreír.
–Hacía tiempo que no ocurría ningún… incidente y se ve que he bajado la guardia. Pero…
–¿Pero qué?
El oscuro cabello de Rico refulgía bajo el sol de primavera, adquiriendo una tonalidad rojiza. Se había quitado la chaqueta del traje, pero la corbata seguía perfectamente anudada al cuello.
–Caminemos un poco –propuso ella, porque estar ahí parada mirándole le pareció, de repente, absurdo.
–¿Qué ibas a decir?
Ella se encogió de hombros mientras trataba de recordar qué había hecho al volver del supermercado. Había abierto la puerta con llave, Monty se le había abalanzado, ella había cerrado la puerta mosquitera para evitar que el perro se escapara y…
–Estoy segura de que cerré la puerta mosquitera con llave.
Era algo que hacía instintivamente.
–¿Crees que alguien forzó la cerradura?
–Seguro que estoy paranoica, nada más. Una semana después de que Chris y yo rompiéramos volví a casa una noche y me encontré todo abierto: la puerta principal, la trasera, todas y cada una de las ventanas… Seguro que todavía tenía una llave. Esa fue la primera vez que me mudé. La segunda fue cuando me desperté una mañana y vi que la casa en la que vivía de alquiler estaba cubierta de pintura roja.
Rico empuñó la mano derecha y se quedó mirándola unos instantes antes de dirigir su mirada al mar.
–Tengo pestillos en todas las puertas y ventanas, pero no en la puerta mosquitera. Normalmente no dejo las puertas abiertas, pero hoy hacía tan buen día que…
–Deberías poder dejar la puerta abierta sin miedo a que te ataquen –dijo él, virulento.
–Hoy he estado distraída porque he conseguido el trabajo –dijo ella sonriendo para tranquilizarlo, pero sin conseguir su objetivo–. Y esta noche tengo una cena que me está estresando bastante; necesito que todo salga bien. Por eso mandé a Monty al patio. Necesitaba treinta minutos para hacer los preparativos.
–Y después de lo de las ruedas estabas alterada; es comprensible.
No hizo mención de su exagerada reacción. No tuvo que hacerlo, flotaba en el ambiente. Aquella tarde, durante unos terroríficos segundos, ella había pensado que tendría que luchar por su vida. La boca se le secó al recordarlo. Empuñó las manos, decidida a no permitir que aquel hombre jugara con ella. No podía controlar las acciones de Chris, pero sí las suyas propias, y aunque no pensara bajar la guardia otra vez, tampoco permitiría que él controlara su vida.
–Hacía tiempo que no ocurría nada y pensé que quizá se había cansado. Además, no puede acercarse a menos de veinte metros de mí; en caso de que lo hiciera caería en él todo el peso de la ley y dudo mucho que quiera arriesgarse. Sin embargo, parece que sigue al pie del cañón, así que ¿preferirías que rechazara el puesto de gerente?
–¿Por qué iba a hacer algo así? –preguntó frunciendo el ceño–. ¿Crees que te acosaría en tu nuevo lugar de trabajo?
–No tengo ni idea de qué se le pasa por la cabeza, pero es una posibilidad, ¿no?
–No voy a permitir que un sociópata abusador determine a quién empleo o dejo de emplear y sé que tú eres la persona adecuada para este trabajo. Pero por el amor de Dios, Neen, ¿cómo se te ocurrió salir con alguien como él?
Lo había hecho porque estaba desesperadamente necesitada de amor. Chris se centraba plenamente en ella como nadie lo había hecho antes, aparte de su abuelo. Y ella lo había aceptado con entusiasmo, porque era débil y estúpida. Sus celos y su posesividad no salieron a la luz hasta más tarde. Si ella no hubiera estado tan necesitada a lo mejor se habría dado cuenta antes y habría puesto fin a la relación. Pero no lo hizo, y ahora estaba pagando el precio.
–Cometí un error. ¿Tú nunca cometes errores? –lo miró, pero en lugar de su rostro, vio un máscara oscura.
–Sí –asintió él bruscamente antes de darse la vuelta y emprender el camino de vuelta.
Ella miró en derredor, Monty seguía chapoteando en el agua, y se apresuró para alcanzar a Rico.
–Lo siento, no era mi intención desviar el tema hacia ti.
–Soy yo el que lo lamenta. A veces los inocentes pagan un precio muy alto, y es СКАЧАТЬ