Название: Luz de alegría - El novio perfecto - Un buen novio
Автор: Barbara Hannay
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Omnibus Jazmin
isbn: 9788413489421
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–Acepta el puesto encantada.
–Magnífico –dijo mirando su reloj–. Vive en Bellerive, ¿no?
Lisle hojeó sus archivos. No tenía por qué molestarse pues Rico había memorizado los datos de Neen hasta el último detalle.
–Sí, vive allí –respondió Lisle sosteniendo en alto una de las carpetas.
Él se la quitó de la mano.
–He quedado para comer con el director del centro comercial Eastlands. La cita es en ese lado del puerto, así que le llevaré el contrato yo mismo.
Lisle le dio una copia del contrato sin decir una palabra; estaba acostumbrada a sus maneras de elefante en una cristalería.
–Supongo que sabes que van a anunciar el trabajo de Harley la semana que viene. Deberías solicitarlo, Rico.
–Soy de más ayuda donde estoy, Lisle.
–Estás malgastando tu talento.
–Aquí soy feliz.
Lo que él hacía era muy importante. Y la felicidad no tenía nada que ver con ello.
–Por el amor de Dios, Monty, para ya –murmuró Neen entre dientes mientras subía el volumen de la radio con la esperanza de ahogar los ladridos del perro. Apretó con fuerza el pimiento rojo que había empezado a cortar. Solo necesitaba media hora para terminar con la parte más complicada de los preparativos de la cena, y entonces le dejaría entrar en casa. Neen sabía que se sentía solo y que echaba de menos a Audra. El pobre solo quería un poco de compañía. Si tuviera alguna garantía de que el perro se contentaría con echarse a sus pies y mordisquear un hueso… Miró los muebles mordidos y meneó la cabeza. Decidió abrir la ventana de la cocina, que daba al patio.
–¡Eh, Monty!
El perro acudió a toda prisa sin parar de ladrar.
–Si te pones así, ¿cómo vas a oír lo que te tengo que decir?
Él se quedó momentáneamente en silencio mientras la radio bramaba estrepitosamente. Ella suspiró. Por alguna razón, tenía buena mano con los perros.
–Tenemos que decidir qué tipo de casa te conviene más. ¿Tienes alguna opinión al respecto? Creo que mejor una en la que no haya niños pequeños, porque los tirarías al suelo. Lo que necesitas es una casa grande en la que puedas correr hasta hartarte…
Monty seguía ladrando sin cesar. Ella empezó a cortar las verduras más despacio y lo miró. El perro estaba mirando a un punto situado detrás de ella y… Se le erizó el vello de la nuca. En el reflejo de la ventana vio que algo se movía.
Se dio la vuelta bruscamente blandiendo el cuchillo. Todos y cada uno de sus músculos estaban en tensión y listos para el ataque.
Una imponente silueta masculina se dibujaba en el umbral de la puerta de la cocina. Sintió el corazón en la garganta mientras una corriente de adrenalina le recorría el cuerpo. Agarró el cuchillo con fuerza.
La silueta puso las manos en alto en un gesto de no agresión y a continuación retrocedió por el pasillo hasta alcanzar la puerta de entrada. Fue entonces cuando su atribulado cerebro reconoció quién era: Rico D’Angelo, su nuevo jefe.
El corazón siguió latiendo con fuerza y sus manos no dejaron de apretar con fuerza el cuchillo.
–¡Calla, Monty! –gritó mientras bajaba el volumen de la radio.
El animal la obedeció.
–Neen, siento haberla asustado.
Ella se dio cuenta de repente de que seguía blandiendo el cuchillo y lo tiró a la pila. Se llevó las manos a la cintura tratando de calmar su temblor y tragó saliva para deshacer el nudo que tenía en la garganta.
–Señor D’Angelo –dijo sin dejar de temblar–. Yo… Esto… Pase.
Él meneó la cabeza.
–No creo que sea buena idea. Solo quería dejarle esto –explicó sosteniendo en el aire un fajo de papeles.
Monty comenzó a ladrar de nuevo taladrándole la cabeza.
–¿Por qué no lo saca a pasear? Me imagino que este es Monty, ¿no? Da la sensación de que necesita salir.
Poco a poco, su ritmo cardiaco recuperaba la normalidad.
–Seguro que tiene muchas cosas que hacer.
–He venido para que firme el contrato y hablemos de varias cosas. Sé que debería haberla llamado primero, pero tenía una cita por la zona y pensé que a lo mejor estaba usted en casa.
Neen necesitaba salir de allí y tranquilizarse.
–¿Está seguro de que tiene tiempo?
–Lo tengo.
–Iré por la correa de Monty.
Sujetó la correa al collar y tras salir de la casa, cerró con llave la puerta principal. Evitó mirar el cobertizo, donde estaba su coche con las cuatro ruedas pinchadas, con la esperanza de que su enigmático jefe no reparara en ellas.
–Me alegro de que haya aceptado el puesto de encargada, Neen. Tengo muchas esperanzas puestas en la cafetería y sé que usted es la persona ideal para regentarla.
Su sonrisa era demasiado amable, demasiado compasiva… como si «supiera». Ella reprimió un suspiro.
–Ha visto las ruedas, ¿verdad?
Monty eligió ese momento para tirar con fuerza de la correa. Sin decir nada, Rico estiró el brazo y le quitó la correa de las manos. Olía a aire frío y a menta.
–¿Ha ocurrido hoy?
Ella cruzó los brazos y asintió. Habría jurado que dejó cerrada la puerta mosquitera, pero era evidente que no. Qué estupidez. Cerró los ojos y suspiró. Desde que se enteró de que habían impugnado el testamento de su abuelo, no daba pie con bola.
–¿Ha informado a la policía?
–Sí –tragó saliva y lo miró–. Señor D’Angelo, siento mucho haber… Estoy un poco nerviosa últimamente.
–Mire, Neen, soy yo el que tiene que disculparse. No debería haberme presentado como lo hice. Lamento haberla asustado.
Su mirada se había oscurecido y ella no dudó de su sinceridad.
–Golpeé la puerta varias veces; podía verla al final del pasillo. La llamé.
–Pero entre Monty y la radio, no le oí. No es culpa suya, señor D’Angelo. No tiene por qué disculparse.
–Llámame Rico –le pidió él.
El nombre le quedaba bien en cierto modo, dado su aspecto de italiano guapo y moreno. Pero Rico sonaba jovial y despreocupado СКАЧАТЬ