Viejos rencores. Lilian Darcy
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Viejos rencores - Lilian Darcy страница 7

Название: Viejos rencores

Автор: Lilian Darcy

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Bianca

isbn: 9788413751061

isbn:

СКАЧАТЬ suerte, él era fuerte. Hicieron rodar a Karen sobre una manta antes de conseguir subirla a la camilla con un poco de ayuda de la misma paciente. Aquello les permitió acceso más fácil al equipo y al examen interno.

      –¿Está de parto? –preguntó Francesca.

      –Es difícil de decir. Ahora está recuperándose. Vamos a preguntárselo. ¿Karon?

      Sólo entonces notó Francesca que no estaba diciendo Karen sino Karon. No, Caron. La hermana de Sharon Baron, si Preston Stock no se había equivocado.

      –Caron, ahora ya estás bien –la estaba sacudiendo con delicadeza–. La ambulancia está de camino. ¿Tienes algún dolor?

       Ella asintió abotargada.

      –Lo tenía.

      –De acuerdo. Bien, vamos a escuchar al bebé ahora, examinar tu tensión arterial y examinarte el cuello del útero a ver si has empezado a dilatar.

      Francesca agarró el manguito de la tensión y lo infló mientras Luke se preparaba para hacer la revisión interna. Dieciocho, quince. Como había dicho Luke, tenía la tensión por las nubes. Y tenía también la cara y las piernas inflamadas por retención de líquidos como si la placenta no estuviera funcionando adecuadamente.

      –No hay dilatación. Todavía no vas a tener al niño, Caron.

      –¿No? ¿Vuelvo a… a casa?

      –¡Oh, no querida, no puedes volver!

      Luke estaba escuchando los latidos del bebé con un estetoscopio especial. A pesar de lo destartalado del lugar, al menos tenía equipo modero.

      –El pulso está bien –comentó–. Aguanta… –Caron estaba poniendo muecas antes de lanzar un gemido–. ¿Tienes dolores?

      Ella asintió antes de volver a caer en el sopor inducido por las drogas.

      –Parece que el parto ha empezado –dijo Luke–. Probablemente sea lo mejor.

      –Siempre que no estrese al bebé.

      –Bueno, ya nos preocuparemos por eso cuando suceda. Mientras tanto, voy a poner más fluido en este gotero. Ya está –dijo Luke mientras le fijaba el gotero con más esparadrapo.

      Para un observador podría parecer un error que le metieran líquidos estando ya tan hinchada, pero ese fluido iría donde era más necesario: la deshidratada placenta.

      –Parece otra contracción –comentó Luke unos minutos más tarde–. Eso hace… ¿cuánto, cinco minutos?

      –Más o menos. No estaba contando.

      –No. De acuerdo, éstate quieta, Caron. Vamos a examinar al bebé de nuevo.

      Dirigió una mirada interrogante a Francesca.

      –Va reduciendo –respondió ella–. De forma apreciable. Está subiendo ahora que la contracción se ha pasado.

      –Tenemos que incorporarla. No está en buena posición.

      Con dificultad consiguieron meter toallas enrolladas bajo las vastas caderas de Caron, pero cinco minutos más tarde llegó otra contracción y el pulso del bebé se aceleró aún más.

      Por primera vez Francesca estaba preocupada de verdad.

      –¿Cuánto suele tardar la ambulancia en estos tiempos?

      –Sigue tardando media hora. No han mejorado mucho la carretera.

      –Y la he llamado hace… ¿quince minutos? ¿Y si hay retraso? Si no remite esta aceleración de pulso, ¿podríamos seccionarla?

      –En caso muy extremo…

      –¿Pero podríamos?

      –Tengo relajante muscular y oxido de nitrógeno. No bastaría para mitigar el dolor de la incisión y el valium podría ayudar. Podríamos usar un poco de anestesia si hace falta aunque deprimir al bebé con algo así…

      –Deberíamos evitarlo, si podemos –acordó Francesca.

      –Y no he hecho ninguna incisión desde hace seis meses.

      –Pero yo sí. Y he estudiado un año de obstetricia. Eso lo puedo hacer yo.

      –Está obesa.

       –Sí, no sería rápido.

      –Tendría que serlo.

      –¿Incisión baja transversal?

      –Media línea –corrigió él–. Tiene muchos fibromas en bastante mal estado.

      –¡Oh, estupendo! Y has dicho que no estará completamente sedada.

      –Le daré tanta dosis como pueda, pero si el bebé ya se está desvaneciendo…

      –El bebé… Mi bebé… –gimió de repente Caron abriendo los ojos de par en par.

      Luke apartó a Francesca a un lado mientras le masajeaba el hombro a la paciente con fuerza aunque quizá no se enterara y decía en voz baja y urgente:

      –Lo quiere, Chess. Quiere a ese bebé con desesperación. Ya sé que es difícil de creer… pero es su primer hijo. Tiene cuarentena y un años, está al borde de la miseria y vive en una casa móvil en ruinas con un novio medio enganchado al crack, pero lo desea con toda su alma. Ha estado leyendo todos los libros de cuidados infantiles que ha encontrado y eso que su lectura está al nivel de primaria.

      –Ya… ya lo sé. Pero la ambulancia llegará, Luke. No tenemos que preocuparnos. No sé por qué estamos hablando así.

      –Porque esta es la medicina real. Mira, acaba de tener otra contracción.

      Esa vez él agarró el estetoscopio y escuchó con atención. Con el amplio vientre de la mujer, era difícil orientarlo bien.

      –Bajo –dijo–. Treinta o cuarenta.

      –Demasiado bajo. ¿No está subiendo?

      –Ochenta. Se ha estabilizado en los ochenta ahora.

      Los dos se miraron sabiendo que era demasiado bajo. Un buen ritmo cardiaco fetal era el doble del de un adulto.

      –La ambulancia llegará enseguida –insistió Francesca–. Dentro de cinco minutos. Quizá menos. De todas formas, no podríamos prepararla para una cesárea en ese tiempo.

      Entonces Caron gimió de nuevo.

      –¿Otra? ¡Maldición! Van a empezar cada tres o cuatro minutos a partir de ahora.

      Esa vez el pulso del feto se estabilizó sólo en sesenta mientras que durante la contracción fue más bajo aún que antes.

      –Vamos a tener que hacerlo, ¿verdad? –preguntó Francesca –. No podemos esperar más.

      Los СКАЧАТЬ