E-Pack HQN Victoria Dahl 1. Victoria Dahl
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Название: E-Pack HQN Victoria Dahl 1

Автор: Victoria Dahl

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Pack

isbn: 9788413756462

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СКАЧАТЬ voy a abrirlo delante de ti solo porque tú seas un cotilla.

      —Cameron Kasten —dijo Ben pensativamente, y a Molly se le ocurrió que podía haber problemas.

      —Ni se te ocurra —le dijo.

      —¿Que no se me ocurra qué?

      —No me va a parecer nada agradable que te pongas a remover la porquería a mi alrededor.

      Él la miró a los ojos.

      —Ya me has investigado, ¿verdad?

      Él apretó la mandíbula.

      —Eso no es sobre mí.

      —Claro que sí. Tú eres el que tienes el problema. No hay nadie más que esté fisgoneando en mi vida por aquí, ¿no?

      —¿De veras? Porque Miles llamó a tu hermano para preguntarle cosas sobre ti, y después puso su misteriosa respuesta en un periódico.

      —¿Te estás poniendo a la altura de Miles, Ben?

      —¡Claro que no!

      Ella oyó una risita lejana y la llamada de alguien en la puerta.

      —Disculpa. El deber me llama.

      Se libró de los niños rápidamente; algo sorprendente, teniendo en cuenta que una de ellas era la nieta de Miles… que iba acompañada por su abuelo, que miró significativamente, y con una sonrisita de petulancia, la camioneta de Ben.

      Molly cerró de un portazo y no le dijo nada a Ben. Le dio café y tarta de manzana de postre, y lo mandó a su casa.

      Capítulo 6

      Hacía muchísimo frío, y todavía estaba oscuro. Molly no quería salir de la cama todavía. Miró el reloj despertador; eran las tres y veintisiete. Uf.

      Si ignoraba su vejiga, tal vez pudiera dormirse de nuevo. Sin embargo, no podía, así que con un gruñido, intentó reunir valor para salir de debajo del calor de las mantas.

      Sacó un pie por el borde y sintió el frío de la habitación. Cerró los ojos con fuerza, apartó las mantas, se levantó de un salto y salió al pasillo de camino al baño. El azulejo blanco del suelo estaba como el hielo, así que se colocó sobre la alfombrilla de la ducha.

      Entonces se sentó en el inodoro y dio un gritito. Se había equivocado en cuanto al azulejo; no era de hielo. El asiento del inodoro sí era un cubito de hielo.

      Menos de sesenta segundos después ya estaba en la cama, temblando bajo las mantas calientes. Era asombrosamente fácil que pasaran las semanas, incluso los meses, sin que una se diera cuenta de que el mayor placer de la vida era estar en una cama caliente en una noche de invierno.

      Los ojos se le habían acostumbrado a la oscuridad, y vio que no estaba tan oscuro como había pensado. A través de la fila de ventanas de su habitación vio la luna, que brillaba entre las nubes e iluminaba el cielo. La colina que había detrás de su casa sí se veía negra contra la noche pálida, y las rocas y grietas de su contorno formaban una línea accidentada.

      Entró en calor y comenzó a relajarse mirando aquella preciosa vista. Siguió con los ojos el risco que había al final de su parcela, pasando de una ventana a otra, un pino muy alto interrumpía la línea, y justo a su lado, un poco más allá, había una silueta más pequeña… que casi parecía la de un hombre.

      Molly frunció el ceño e intentó recordar lo que había allí. ¿Tal vez era un árbol retorcido? Sin embargo, cuanto más miraba, más le parecía ver un hombre. Tenía la sombra de la cabeza y los hombros, y los brazos en jarras.

      ¿Qué demonios?

      Sintió una punzada de pánico en el estómago. Aquella figura estaba inmóvil, y Molly se sintió conectada a ella, como si pudiera verle los ojos. Si no se movía, él no se movería tampoco. Si contenía la respiración, él tampoco respiraría.

      El calor que había conseguido crear bajo las mantas desapareció. Comenzó a temblar al preguntarse quién podía estar allí, acechándola mientras dormía.

      —Oh, Dios —susurró.

      Apretó muy fuerte los puños, pero no pudo evitar que le castañetearan los dientes. Intentó no moverse de ningún modo visible. Si no se movía, tal vez él desapareciera en medio de la oscuridad.

      La figura ladeó la cabeza. Entonces, lentamente, alzó la mano para darle a entender, amenazadoramente, que sabía que lo había visto.

      El terror la hizo incorporarse. Tomó el teléfono y se dio un golpe en la oreja con el auricular. Al principio pensó que lo había estropeado, porque no podía oír nada, pero entonces recordó lo que había hecho unos días atrás, en un ataque de rabia.

      El teléfono estaba desenchufado.

      —Oh, Dios. Oh, Dios.

      Miró por la ventana y no vio a nadie junto al pino. ¿Adónde había ido aquel hombre? Se dejó caer desde la cama y aterrizó a gatas. Comenzó a palpar el suelo en busca del cable. No podía haber ido lejos. Por fin lo encontró y lo enchufó, y marcó el número de Ben antes de haberse puesto el auricular de nuevo en la oreja.

      —Lawson —dijo él, con una voz clara.

      —Ben, hay alguien detrás de mi casa.

      —¿Molly?

      —Hay alguien en la colina.

      —¿Dónde estás? —le preguntó él con firmeza, como si no acabara de despertarse.

      —En mi habitación.

      —¿Y él está en la colina? Allí hay un sendero, ¿sabes? Tal vez esté…

      —¡Nadie va a hacer senderismo a mitad de la noche! Y no estaba… Solo estaba ahí, mirándome mientras dormía.

      —Bueno, pero seguramente no tiene importancia. ¿Tienes abiertas las cortinas? Deberías correrlas por la noche, Moll.

      Ella había empezado a calmarse, pero en aquel momento sintió pánico de nuevo, como si en cualquier momento fuera a oír la rotura de una de las ventanas del piso de abajo.

      —¿Eso es todo? ¿Solo vas a echarme un sermón? ¿Me vas a decir que corra las cortinas? Puede que sea… ¿Es que no vas a venir a comprobarlo?

      —Dios Santo, Molly, ya estoy en la furgoneta. Llegaré ahí en dos minutos. Mi teléfono se va a quedar sin bat…

      Y la comunicación se cortó. Se había quedado sola, pero solo dos minutos más. Podía soportarlo.

      Pese a que acababa de ir al baño, Molly sintió una gran urgencia de orinar de nuevo. Había escrito historias de suspense, pero se dio cuenta de que nunca había conseguido plasmar el miedo real. Sus heroínas nunca habían estado a punto de hacerse pis encima, y sin embargo, allí estaba ella, acurrucada en el suelo, metiéndose más y más debajo de la cama, preguntándose si se había mojado СКАЧАТЬ