La Celestina. Fernando de Rojas
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Название: La Celestina

Автор: Fernando de Rojas

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Clásicos

isbn: 9786074575552

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СКАЧАТЬ ha. Quédese; no me curo. Más vale que muera aquel a quien es enojosa la vida que no yo que huelgo con ella. Aunque por al no desease vivir sino por ver mi Elicia, me debería guardar de peligros. Pero si se mata sin otro testigo, yo quedo obligado a dar cuenta de su vida. Quiero entrar. Mas, puesto que entre, no quiere consolación ni consejo. Asaz es señal mortal no querer sanar. Con todo, quiérole dejar un poco que desbrave, madure: que oído he decir que es peligro abrir o apremiar las postemas duras, porque más se enconan. Esté un poco. Dejemos llorar al que dolor tiene. Que las lágrimas y suspiros mucho desenconan el corazón dolorido. Y aun, si delante me tiene, más conmigo se encenderá. Que el sol más arde donde puede reverberar. La vista, a quien objeto no se antepone, cansa. Y cuando aquél es cerca, agúzase. Por eso quiérome sufrir un poco. Si entretanto se matare, muera. Quizá con algo me quedaré que otro no lo sabe, con que mude el pelo malo. Aunque malo es esperar salud en muerte ajena. Y quizá me engaña el diablo. Y si muere, matarme han y irán allá la soga y el calderón. Por otra parte dicen los sabios que es grande descanso a los afligidos tener con quien puedan sus cuitas llorar y que la llaga interior más empece. Pues en estos extremos, en que estoy perplejo, lo más sano es entrar y sufrirle y consolarle. Porque, si posible es sanar sin arte ni aparejo, más ligero es guarescer por arte y por cura.

      CALISTO.- Sempronio.

      SEMPRONIO.- Señor.

      CALISTO.- Dame acá el laúd.

      SEMPRONIO.- Señor, vesle aquí.

      CALISTO.- ¿Cual dolor puede ser tal

      que se iguale con mi mal?

      SEMPRONIO.- Destemplado está ese laúd.

      CALISTO.- ¿Cómo templará el destemplado? ¿Cómo sentirá el armonía aquél que consigo está tan discorde? ¿Aquél en quien la voluntad a la razón no obedece? ¿Quién tiene dentro del pecho aguijones, paz, guerra, tregua, amor, enemistad, injurias, pecados, sospechas, todo a una causa? Pero tañe y canta la más triste canción, que sepas.

      SEMPRONIO.- Mira Nero de Tarpeya a Roma cómo se ardía: gritos dan niños y viejos y él de nada se dolía.

      CALISTO.- Mayor es mi fuego y menor la piedad de quien ahora digo.

      SEMPRONIO.- No me engaño yo, que loco está este mi amo.

      CALISTO.- ¿Qué estás murmurando, Sempronio?

      SEMPRONIO.- No digo nada.

      CALISTO.- Di lo que dices, no temas.

      SEMPRONIO.- Digo que ¿cómo puede ser mayor el fuego que atormenta un vivo que el que quemó tal ciudad y tanta multitud de gente?

      CALISTO.- ¿Cómo? Yo te lo diré. Mayor es la llama que dura ochenta años que la que en un día pasa, y mayor la que mata un ánima que la que quema cien mil cuerpos. Como de la apariencia a la existencia, como de lo vivo a lo pintado, como de la sombra a lo real, tanta diferencia hay del fuego que dices al que me quema. Por cierto, si el del purgatorio es tal, mas querría que mi espíritu fuese con los de los brutos animales que por medio de aquél ir a la gloria de los santos.

      SEMPRONIO.- ¡Algo es lo que digo! ¡A más ha de ir este hecho! No basta loco, sino hereje.

      CALISTO.- ¿No te digo que hables alto, cuando hablares? ¿Qué dices?

      SEMPRONIO.- Digo que nunca Dios quiera tal; que es especie de herejía lo que ahora dijiste.

      CALISTO.- ¿Por qué?

      SEMPRONIO.- Porque lo que dices contradice la cristiana religión.

      CALISTO.- ¿Qué a mí?

      SEMPRONIO.- ¿Tú no eres cristiano?

      CALISTO.- ¿Yo? Melibeo soy y a Melibea adoro y en Melibea creo y a Melibea amo.

      SEMPRONIO.- Tú te lo dirás. Como Melibea es grande no cabe en el corazón de mi amo, que por la boca le sale a borbollones. No es más menester. Bien sé de qué pie cojeas. Yo te sanaré.

      CALISTO.- Increíble cosa prometes.

      SEMPRONIO.- Antes fácil. Que el comienzo de la salud es conocer hombre la dolencia del enfermo.

      CALISTO.- ¿Cuál consejo puede regir lo que en sí no tiene orden ni consejo?

      SEMPRONIO.- ¡Ha!, ¡ha!, ¡ha! ¿Esto es el fuego de Calisto? ¿Estas son sus congojas? ¡Como si solamente el amor contra él asestara sus tiros! ¡Oh soberano Dios, cuán altos son tus misterios! ¡Cuánta premia pusiste en el amor, que es necesaria turbación en el amante! Su límite pusiste por maravilla. Parece al amante que atrás queda. Todos pasan, todos rompen, pungidos y esgarrochados como ligeros toros. Sin freno saltan por las barreras. Mandaste al hombre por la mujer dejar el padre y la madre; ahora no sólo aquello, mas a ti y a tu ley desamparan, como ahora Calisto. Del cual no me maravillo, pues los sabios, los santos, los profetas por él te olvidaron.

      CALISTO.- Sempronio.

      SEMPRONIO.- Señor.

      CALISTO.- No me dejes.

      SEMPRONIO.- De otro temple está esta gaita.

      CALISTO.- ¿Qué te parece de mi mal?

      SEMPRONIO.- Que amas a Melibea.

      CALISTO.- ¿Y no otra cosa?

      SEMPRONIO.- Harto mal es tener la voluntad en un solo lugar cautiva.

      CALISTO.- Poco sabes de firmeza.

      SEMPRONIO.- La perseverancia en el mal no es constancia; mas dureza o pertinacia la llaman en mi tierra. Vosotros los filósofos de Cupido llamadla como quisiereis.

      CALISTO.- Torpe cosa es mentir el que enseña a otro, pues que tú te precias de loar a tu amiga Elicia.

      SEMPRONIO.- Haz tú lo que bien digo y no lo que mal hago.

      CALISTO.- ¿Qué me repruebas?

      SEMPRONIO.- Que sometes la dignidad del hombre a la imperfección de la flaca mujer.

      CALISTO.- ¿Mujer? ¡Oh grosero! ¡Dios, Dios!

      SEMPRONIO.- ¿Y así lo crees? ¿O burlas?

      CALISTO.- ¿Qué burlo? Por Dios la creo, por Dios la confieso y no creo que hay otro soberano en el cielo; aunque entre nosotros mora.

      SEMPRONIO.- ¡Ha!, ¡ha!, ¡ha! ¿Oístes qué blasfemia? ¿Vistes qué ceguedad?

      CALISTO.- ¿De qué te ríes?

      SEMPRONIO.- Ríome que no pensaba que había peor invención de pecado que en Sodoma.

      CALISTO.- ¿Cómo?

      SEMPRONIO.- Porque aquellos procuraron abominable uso con los ángeles no conocidos y tú con el que confiesas ser Dios.

      CALISTO.- ¡Maldito seas!, que hecho me has reír, lo que no pensé hogaño.

      SEMPRONIO.- ¿Pues qué?, ¿toda tu vida habías de llorar?

      CALISTO.- СКАЧАТЬ