Universidad, lasallismo y proyecto de vida. Óscar Augusto Elizalde Prada
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СКАЧАТЬ comunitario, [.] un quehacer universitario en diálogo permanente con la realidad nacional, [.] una institución en busca de mejoramiento permanente; [...] una universidad lugar de encuentro, felicidad y calidad de vida (Universidad de La Salle, 1992).

      Esta es la fuente que en continuos periodos del pasar del tiempo ha suscitado las respuestas para encarar los retos que la enfrentan:

      Los retos que enfrenta el país con miras al futuro se centran alrededor de cuatro cuestiones fundamentales:

      1 El avance económico y tecnocientífico;

      2 una identidad cultural y la inserción activa en el nuevo orden mundial y regional;

      3 la conservación y el mejoramiento del medio ambiente; y

      4 una sociedad cimentada en los valores éticos y cristianos, justos y democráticos y de convivencia pacífica estable en búsqueda de una mayor solidaridad y participación social (Universidad de La Salle, 1992, p. 81).

      Por eso, para cada momento, para cada exigencia, para cada necesidad, la Universidad se ha preparado y se ha comprometido en la búsqueda de un impacto significativo en la sociedad a través de propuestas y proyectos que explicitan sus intencionalidades, pues “de la imagen que un individuo o una institución tienen de lo que son, han sido y esperan ser, depende en gran medida lo que efectivamente hacen” (Ruiz López, 1991, p. 21).

      Así es como hoy, cuando esos retos quizás se han hecho más complejos o se han agravado; cuando las condiciones de la especie y del planeta se sortean en las tensiones entre el ser y el tener, entre el acumular, el acaparar y el sobrevivir, entre el bienestar consumista, depredador, despilfarrador y la finitud de los recursos no renovables, la Universidad responde:

      Nuestra misión es la educación integral y la generación de conocimiento que aporte a la transformación social y productiva del país. Así, participamos activamente en la construcción de una sociedad justa y en paz mediante la formación de profesionales que por su conocimiento, sus valores, su capacidad de trabajo colegiado, su sensibilidad social y su sentido de pertenencia al país inmerso en un mundo globaliza- do, contribuyan a la búsqueda de la equidad, la defensa de la vida, la construcción de la nacionalidad y el compromiso con el desarrollo humano integral y sustentable (Universidad de La Salle, 2007, p. 9).

      Respuestas como estas han emergido en los diferentes escenarios históricos en los que la Universidad ha estado presente. No solamente develan una lectura de la realidad sino que entrañan una apuesta para el presente y para el futuro. Es una mirada con sentido crítico pero también con rasgos de esperanza. Es una búsqueda de nuevas formas de enfrentar las múltiples necesidades desde marcos teóricos sólidos y fundamentados, pero sobre todo desde líneas de acción coherentes y responsables con los sujetos, con el medio ambiente y con Dios (sea cual sea la imagen que se tenga de él). Esta encierra significados que dan lugar a procesos internos como la modernización curricular, el desarrollo de la política de créditos académicos y la finalizada redimensión curricular, para poner la academia lasallista en clave de país, de compromiso sociopolítico permanente y de evangelización como modos de vida posibles.

      Hoy la Universidad se ha sometido a la mirada escrutadora del Consejo Nacional de Acreditación (organismo encargado de certificar los procesos de calidad en la educación superior colombiana) y ha logrado una Certificación Institucional de Alta Calidad, primero por un periodo de cuatro años (2008-2012), y ahora por uno de seis (2012-2018), hecho que la coloca como una de las 23 universidades —entre más de 200— que ha sido reconocida con esta distinción en el país. Esto permite verificar, por un lado, que la pertinencia es evidente, que aunque siempre hay cosas por mejorar, la mirada clara y precisa sobre las necesidades del entorno no se opaca.

      Por otro lado, este hecho también evidencia que la espiritualidad que inspira ese actuar sigue siendo vigente, no como expresión de la relación con un Dios intrascendente, distante del ser humano y del mundo, sino como una espiritualidad viva que se personifica en procesos de construcción de subjetividades capaces de encarnar en su mente, en su corazón y en su acción la misericordia y el amor de un Dios que expresa en el hombre la magnificencia de su creación, y que espera que él tenga la capacidad de reconocerse a sí mismo en esa magnitud, para que se empodere y se responsabilice de sí mismo y de la naturaleza donde cohabita con otros y para otros.

      Desde aquí también se entienden y cobran sentido apuestas tales como: “La formación de profesionales con sensibilidad y responsabilidad social; el aporte al desarrollo humano integral y sustentable; el compromiso con la democratización del conocimiento, y la generación de conocimiento que transforme las estructuras de la sociedad colombiana” (Universidad de La Salle, 2007, p. 9).

      La coyuntura del país y del mundo requiere que el hombre vuelva la mirada hacia sí y hacia el planeta; que redireccione el pensamiento científico para permitir la articulación del humanismo con la ciencia, de tal manera que los nuevos desarrollos contemplen la vida por encima de la utilidad; que ponga en diálogo las particularidades propias de las culturas frente a los retos del mundo globalizado en la búsqueda del bien común; que sea capaz de poner la ética como motor de la política y la democracia, a fin de que el bienestar personal sea superado por el principio de responsabilidad compartida; pues definitivamente la transformación solo será posible mediante el empoderamiento del compromiso de cada uno. Es oportuno recordar aquí las palabras de Dostoievski citadas por Leonardo Boff cuando afirma: “Si todos quisieran, todo cambiaría en la tierra en un momento” (Boff, 2006, p. 137).

      Por todo esto, la Universidad de La Salle, como lo expresa uno de sus horizontes de sentido, “está comprometida con una reflexión rigurosa sobre sí misma, sobre la ciencia, sobre la filosofía y sobre todas las formas superiores de cultura” (Universidad de La Salle, 2007, p. 10). Esta reflexión la compromete en la tarea constante de mantener siempre su actuar en el presente, pero con proyección hacia el futuro, teniendo en cuenta las características y las condiciones siempre cambiantes de la cultura, la sociedad y la nación; haciendo evidente al sujeto de la educación, la persona, con su singularidad y sus dimensiones comunitaria e histórica; y entendiendo la educación como compromiso social, como despliegue de las potencialidades y características de las personas que forman parte de ella.

      Esta dinámica ha generado en la historia de la Universidad y de todos aquellos que han compartido su itinerario educativo desde los diferentes roles (estudiantes, docentes, administrativos, personal de servicio, padres de familia, etcétera), una identidad lasallista, y como miembros de esta comunidad universitaria, es posible reconocerse en esta identidad:

      La identidad lasaliana es una identidad colectiva. A los que nos llamamos lasalianos nos permite reconocernos mutuamente y ser reconocidos en un modo de ser, de vivir, de actuar, de educar [.] y en una serie de valores que determinan, al mismo tiempo, unas prioridades y unos criterios [...]. Todo ello en un conjunto armónico que nos hace sentirnos a gusto. Formamos parte del mundo y de la Iglesia, pero con algo especial que ofrecer (Botana, 2000, p. 9).

      Así, entonces, desde la perspectiva de una espiritualidad que se ha acrisolado en los avatares del hombre y de su historia, y que siempre ha sido práctica, es posible tratar de interpretar la tarea que se demanda, que posibilitaría que el sueño de un país, y quizás del mundo entero —la paz—, se pueda cristalizar en los corazones y sobre todo en las razones y en las acciones. Y ya que más temprano que tarde es necesario echar a andar, se podría asumir el siguiente pacto:

      Un pacto basado en la defensa intransigente de la vida, en la preservación de la integridad del planeta tierra, en la garantía de las condiciones indispensables para la conservación de la vida de todos y en la decisión de exorcizar la violencia como medio de resolución de los conflictos entre los pueblos. que presupone la aceptación del otro como otro, el respeto de su singularidad y la disposición a una alianza duradera СКАЧАТЬ