Название: La Larga Sombra De Un Sueño
Автор: Roberta Mezzabarba
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Жанр: Драматургия
isbn: 9788835407485
isbn:
Se sentía decepcionada también por el hecho de que él no podría participar en la excursión a primera hora de la tarde para ver todas las hermosas cosas que escondía la isla, entre el verde de sus plantas. Sentía que tenía una deuda con aquel muchacho que la había llevado hasta allí, permitiéndole que entrase en el interior de un sueño.
El Príncipe estaba de nuevo saliendo de su casa y Greta le salió al encuentro y con el rostro enrojecido por el calor del aire del mediodía, le preguntó:
«Príncipe, querría volver a bajar hasta el muelle para avisar a mi barquero que me quedaré también por la tarde. También querría invitarle, si a usted le parece bien, a comer con nosotros, ha sido tan amable conmigo».
Mientras pronunciaba estas palabras Greta se estaba preguntando por qué motivo se interesaba tanto en aquel joven pescador…
«Por supuesto. Mandaré enseguida a Gastón para que avise a ese pescador y, desde luego que no le faltará un puesto en la mesa de la servidumbre. Ahora, si quiere seguirme, he hecho preparar una mesa para nosotros a la sombra del gran plátano».
El Príncipe era un tipo que no admitía que se le contradijese en lo que decía, así que Greta no mostró su disgusto por el hecho de que Ernesto no pudiese sentarse a la mesa con ellos sino que fuese relegado entre la servidumbre de la isla.
Pocos minutos más tarde Ernesto remontaba la pequeña cuesta que desde la dársena llevaba hasta la villa: en cuanto llegó al espacio donde, a poca distancia, estaban sentados Greta y el Príncipe, ya en su mesa, pareció querer ir hacia los dos, pero el mayordomo, rápidamente, le explicó que no había sido invitado a la mesa del Príncipe, sino que debería comer con la servidumbre de la isla.
«Perfecto, entonces vuelvo a mi barca si su majestad al Príncipe Giovanni Fieschi Ravaschieri del Drago no le es grata mi presencia en su mesa. Pero entonces me pregunto: ¿cuál ha sido el motivo de su llamada? ¿Quizás quería que limpiase sus sobras? No gracias. Gracias, de verdad, pero prefiero, con diferencia, estar en mi barca y esperar a la sombra de sus árboles que no rechazan dar su frescor a un honesto trabajador».
Ernesto había hablado con un tono de voz bastante alto con el propósito de que sus palabras llegasen incluso hasta la mesa donde estaban sentado Greta y el propietario de la isla. Por consiguiente, se volvió a ir por la misma calle que poco antes había subido, lanzando una mirada a la muchacha y cruzándose con sus ojos que, a pesar de estar lejos, lo miraban con intensidad.
Y mientras pasaba del sol de la plazuela a la sombra del sendero herboso que lo devolvía al muelle, sintió un escalofrío recorrerle sus miembros. Se había sentido feliz al ver a Greta mirar con disgusto al Príncipe: estaba convencido en que si hubiera sido por ella en aquella mesa estarían sentados los tres.
Eran las dos de la tarde, alguna que otra cigarra dejaba oír su monótona cantinela mientras que Greta y el Príncipe ya habían salido para hacer la excursión de la isla. El Príncipe comenzó contando que el Cardenal Farnese, más tarde Papa Pío III, después de haber hecho edificar sobre la isla Bisentina la Iglesia de S. Giacomo e Cristoforo, concedió a los fieles que visitaban los oratorios de la isla las mismas indulgencias que eran compradas por aquellos que visitaban las iglesias dentro y fuera de Roma. Esta indulgencia particular, la práctica de la caza que en ese tiempo estaba muy difundida en la isla y la fascinación de la naturaleza sin contaminar, convirtieron esta pequeña tierra en bastante famosa bajo el dominio de la familia Farnese, tanto que estos nobles señores la escogieron para acoger, entre su paz y su encanto, los sepulcros de la familia. Mientras hablaban sobre esto llegaron al escollo que forma la punta más aguda hacia poniente de la Bisentina: esta garra de tierra estaba coronada por un templo dedicado a S. Caterina, llamado la Rocchina. El Príncipe contó que muchos hombres atravesaron a golpe de pico la roca inferior para crear un ancho y cómodo pasaje, muy sugestivo, para quien rodea toda la isla con la barca. Las paredes de la derecha de la roca caían a pico en el lago mientras que en la cima había una melena de árboles que, en la parte izquierda del acantilado descendía hacia el lago con la vehemencia de un alud.
«Se dice que la Rocchina fue llamada de esta forma porque surgía sobre los restos de un pequeño fuerte o porque se encontraba justo enfrente de la Rocca de Capodimonte, o incluso a causa de la planta parecida a la de la misma Rocca. Este pequeño templo es un minúsculo y valioso conjunto de gracia y pureza de líneas, único en su simplicidad».
Realmente, el Príncipe adoraba aquel pequeño oratorio, que también Greta encontró encantador. Volvieron a bajar el promontorio de la Rocchina, después de lo cual Greta siguió al Príncipe subiendo, esta vez, por el difícil sendero del Monte Tabor, donde hallaron el oratorio del Monte Calvario, llamado también el Crucifijo, con el bosque enfrente y el acantilado a sus espaldas, desnudo, oscuro, moteado de líquenes, de musgo del color del óxido, cuyo enrojecimiento parecía, a sabiendas, hacer contraste con el verde esmeralda del agua cubierta por su sombra, proyectada por el sol de la tarde. La Chiesetta del Crocifisso no era otra cosa que una simple celda con techo a dos aguas que se prolongaban hacia delante, en la parte anterior, hasta formar una especie de atrio sujeto en la entrada por un gran arco.
«Mire, señorita Capua, debajo del crucifijo, la roca cae derecho, es más un poco hacia adentro, de hecho se pueden ver todavía los rastros de los cinceles con los cuales se marcaron fosos y surcos para extraer la piedra que sirvió para la edificación de la Rocchina que hemos visto hace poco y de la iglesia mayor, la que está al lado de la villa. Basta ir un poco más adelante, hacia la punta más septentrional de la isla para encontrar trozos enormes de roca que se han separado espontáneamente del declive del acantilado, que fueron arrastrados sobre el dorso inclinado de la isla parándose en un cierto lugar, casi como si hubiera ocurrido un milagro».
Greta miraba hacia el agua desde la cima de aquel acantilado y el miedo de que la roca sobre la que apoyaba los pies se deslizase hacia el agua, unido a la satisfacción al conocer todas aquellas cosas, la embriagaba hasta tal punto que casi había olvidado el episodio de la comida con Ernesto furioso que apostrofaba al Príncipe por haberlo hecho invitar por el mayordomo para que se sentase en la mesa de la servidumbre. El camino prosiguió hasta que encontraron la capilla dedicada a S. Gregorio Papa. Un poco más adelante llegaron al oratorio del Monte Tabor, llamado también de la Transfiguración.
«Este pequeño templo», explicó el Príncipe a Greta «llevaba este nombre en recuerdo del Monte Tabor de Galilea donde ocurrió la Transfiguración de Jesucristo, que es justo el tema del fresco que decora la celda de su interior. El oratorio del Monte Tabor ha sido edificado en el punto más elevado de la isla y está conectado con otros dos templos, que todavía tenemos que ver, con un recorrido que, por una parte desciende y por la otra sube. He leído en algún sitio que, si se visita este tempo el once de julio y el seis de agosto, es posible obtener la remisión de la tercera parte de los pecados. ¡Una pena que hoy no sea ninguna de las dos fechas indicadas! ¿Verdad?»
El Príncipe estaba contento de que Greta valorase todas las explicaciones que él le daba con sumo placer, de vez en cuando demasiado eruditas y aburridas, pero ella parecía no darse cuenta presa por el frenesí de aprender, conocer, ver en la realidad lo que había leído en los libros polvorientos de personas ya muertas y sepultadas.
Después de una breve parada retomaron el camino y apareció ante ellos el quinto oratorio, la capilla de Monte Olivetto, también llamada de la Oración del Huerto o Cristo orante en el huerto.
«¿Ve estos muros destartalados, sobre aquella llanura artificial que permanecen encajados en la roca por tres lados? Aquel es el oratorio dedicado a S. Francesco. Probablemente lo edificaron encima de la cueva rupestre de Grottascura justo para ser un recordatorio del lugar en el que, sobre el Monte Verna, S. Francesco recibió los estigmas. СКАЧАТЬ