Mujeres, cámara, acción. Rolando Gallego
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СКАЧАТЬ (1974), El canto cuenta su historia (1976), Los miedos (1980) y Las barras bravas (1985).

      Identificada con el peronismo, con el golpe militar de 1955 fue proscripta. Tuvo que alejarse del cine, del teatro, de la radio. Intentó volver a México, pero no logró acomodarse a un ambiente que era muy distinto del que conoció cuando viajó con Sandrini. Fue en los años sesenta cuando reapareció con todo su esplendor en Amorina, dirigida por Hugo del Carril.

      Ya instalada en televisión aseguraba: “Necesito hablarles a las mujeres, obligarlas a que no duerman la siesta, porque la siesta engorda y envejece”. Aquí también dejamos otras de sus frases y testimonios emblemáticos: “Soy una tremenda pecadora, porque fui una buscadora del amor. No me daba cuenta de que el amor no se busca, se encuentra”; “A los 19 yo ya sabía lo que era la vida, sobre todo porque a esa altura ya se me habían destruido unos cuantos sueños”; “Creo en los santos porque nunca me han prometido nada y no me han mentido”; “Poca cosa hace falta para que el corazón de una mujer se encoja y quepa en una cajita de fósforos”.

      Sin duda, una verdadera “mujer de fuego” que encendió llamaradas de independencia a los codazos, con poca ayuda y mucho fervor.

      En las antípodas de Tita Merello, Zully Moreno es la figura de una verdadera diva al estilo hollywoodense que paseó su éxito por el mundo. Hermosa rubia platinada de cejas finitas y ojos entrecerrados logró llegar a los protagónicos a la medida de sus sueños de Villa Ballester.

      Medía un metro setenta y dos, y aunque al principio lucía un poco gordita y desgarbada, se impuso un refinamiento con resultados de diva.

      Elegante y misteriosa, conocedora de la moda, en su época de esplendor se compraba de su bolsillo un vestuario y joyas inaccesibles para cualquier presupuesto. Dotada para la comedia, fue en el melodrama y el drama donde imprimió su impronta de estrella poderosa en los años del cine nacional, y se preocupó especialmente para mejorar como actriz.

      También su propia historia es digna de una película, con todos los matices. Un comienzo duro, el ascenso, la fama, el exilio, el dolor, la depresión y un retiro prematuro que cimentó aún más su leyenda. Solo tenía 39 años cuando desapareció de la vida pública.

      Nació en Villa Ballester el 17 de octubre de 1920. Pero la infancia sin preocupaciones terminó cuando murieron su padre y su hermano mayor. Apenas pudo, trabajó para aportar al presupuesto familiar.

      En esos comienzos en una tienda donde trabajaba con un famoso vestuarista, Ramón Both Deles, y en sus primeros pasos en el cine como extra llegaron las inevitables humillaciones: la criticaban por su altura y decían que no podía dedicarse al cine porque no entraba en cuadro y que era mucho mejor para las tareas domésticas. Los comentarios despreciativos para la figura de la mujer existieron siempre.

      Cuenta la leyenda que quien reparó en ella fue Niní Marshall, una suerte de madrina artística, cuando hacía de extra en Cándida. Le pidió al director un primer plano para agregar belleza a la producción. Así fue como comenzó una carrera ascendente en la que demostró que sabía no solo de moda (introdujo a Horace Lannes al mundo del cine), sino también de iluminación.

      Cuando se enamora de Luis César Amadori armaron un equipo de igual a igual, realmente imparable. Se casaron y llegó el éxito de Dios se lo pague, el primer film argentino en ser elegido para optar por un Óscar como el mejor film extranjero, de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood.

      La película se exhibió en Londres y Nueva York y marcó la entrada de la dupla a Argentina Sono Film, que terminó siendo de su propiedad. Después rodó muchos films: De México llegó el amor (1940), Por la luz de una estrella (1941), Orquesta de señoritas (1941), Los martes orquídeas (1941), Papá tiene novia (1941), Cuento de crímenes (1942), Fantasmas en Buenos Aires (1942), El pijama de Adán (1942), Un ángel vino del cielo (1942), El profesor cero (1943), En el último piso (1943), Apasionadamente (1945), Stella (1945), Su hermana menor (1945), Cristina (1946), Dos ángeles y un pecador (1946), Celos (1947), La gata (1947), Nunca te diré adiós (1947), el punto de inflexión con Dios se lo pague (1948), La trampa (1949), Nacha Regules (1950), Tierra baja (1951), Pecado (1951), María Montecristo (1951), Los no deseados (1951), La mujer de las camelias (1953 que ganó un Golden Globe), La dama del mar (1954), La calle del pecado (1954), El barro humano (1955), El amor nunca muere (1957), Madrugada (en 1957, por el que ganó un Goya), Amor Prohibido (1958), La noche y el alba (1958), Una gran señora (1959) y El fraude fabuloso (1960).

      Con la caída de Perón, Zully Moreno se exilió con su marido en España. Ella siguió filmando, recibió premios y ofertas para trabajar con los actores más famosos del momento, como con Vittorio Gassman, pero no las aceptó. Regresó a nuestro país en 1970; un año más tarde fallece el hombre de su vida y la depresión en la que se sumerge por ese dolor fue terrible.

      No volvió a trabajar como actriz. Apareció por última vez en público en el teatro Maipo, de su propiedad, espléndida y lejana en un palco, siempre inalcanzable. Fueron breves minutos durante los aplausos del final de función de una obra. Todas las miradas convergieron en esa mujer vestida con trajecito blanco, tan acorde con su misterioso perfil bajo.

      Niní fue una marca registrada del humor en el cine argentino. Una mujer que con una enorme capacidad de observación creó personajes inolvidables; escribía también sus propios libretos con un trabajo minucioso en los detalles y una capacidad de retratar a toda una sociedad que había bajado de los barcos para instalarse en nuestro país o a quienes decían ostentar orígenes autóctonos de clase. La agudeza y el toque de ternura transformaban a sus criaturas en aceptables y singulares.

      La galería de personajes incluye a Cándida, Catita, el Mingo (hermano de Catita), la bella Loli, doña Pola, la niña Jovita, Mónica (la señora bien orgullosa de sus orígenes), creaciones que luego llegaron al teatro y a la tele en su inolvidable show “Y se nos fue de repente”. Aceptadas y festejadas hasta 1943, cuando fue cuestionada y censurada en la presidencia de facto de Pedro Pablo Ramírez “por deformar la lengua e influir en el pueblo que no tiene capacidad de discernir”. No se la volvió a escuchar en la radio hasta 1954.

      Cuando llegó la oportunidad de llevar sus creaciones al cine, Niní dudó mucho y contó en una entrevista: “Yo no quería hacer cine ni a cañón, porque tenía miedo de que el prestigio que había conseguido en la radio se echara a perder con mi imagen. Imagínense, salgo yo, petisita, feúcha…”.

      Por suerte sus miedos fueron infundados. Marina Esther Traverso, su verdadero nombre, tenía el recelo de lo conseguido con mucho esfuerzo: huérfana de padre muy chica, la menor de seis hermanos en un hogar de clase media, trabajó mucho para conseguir su lugar en el mundo radial.

      Periodista primero, redactora publicitaria después, se casó primero con un ingeniero ruso con el que tuvo a su única hija, Angelita; su matrimonio naufragó cuando el marido perdió todos sus bienes en el casino. Por eso fue recién a los 29 años que se vio obligada a trabajar y a transformarse en una mujer independiente.

      Fue su manera de ser, tímida socialmente, un rasgo que se profundizó con los años, pero al mismo tiempo era profundamente payasa, tanto en los recreos del colegio como en su vida social. En los momentos de distensión imitaba СКАЧАТЬ