¿Jugamos?. El Vecino del Ático
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Название: ¿Jugamos?

Автор: El Vecino del Ático

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

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isbn: 9788417763510

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СКАЧАТЬ se giró, suspiró y, tras darle un beso en la mejilla, salió corriendo; el baño nocturno se había alargado más de lo esperado.

      El hombre se quedó unos minutos más en el rincón del placer, asimilando y disfrutando el momento. Poco después, se vistió con el bañador que había utilizado un rato antes y se dirigió a su casa para dormir plácidamente y soñar con lo que acababa de pasar.

      De fiesta

      Tras la noche anterior, de fiesta y sin límite alguno, Antonio y Pablo decidieron quedarse de manera casi obligada en la habitación del hotel viendo la televisión. Los excesos cometidos no les permitían mucha más actividad.

      Se habían bebido todo el minibar, las copas que alcanzaron a pagar con el dinero que llevaban encima, y hasta se dejaron algo de su dignidad en alguno de los tantos pubs de la zona de ocio que visitaron.

      Marcos —que, siendo más prudente, se recogió horas antes que sus amigos, acompañado, eso sí, por una mujer de unos cuarenta años— pudo descansar medianamente bien para poder disfrutar de la última noche de vacaciones.

      La verdad es que solamente salieron juntos del bar para compartir taxi y, en el trayecto, Marcos le preguntó si le apetecería salir al día siguiente, pues no creía que sus compañeros de juergas estuvieran para más. Lamentablemente, le comunicó que tenía una boda en la playa a la que no podía ni pensaba faltar.

      Él, entre la chispilla del momento, le dijo:

      —Pues no vaya a ser que me deje caer por allí.

      —Allí estaré —contestó ella entre risas.

      Y se despidieron sin más y sin hacerle demasiado caso a la proposición.

      Marcos, al igual que sus amigos, tenía cuarenta años y era camarero de profesión. Después de mucho tiempo sin tener vacaciones dignas —su jefe siempre encontraba la forma de hacerle ir a trabajar cuando estaba disfrutando de ellas—, decidió, por una vez y para celebrar junto con sus amigos que empezaban década nueva, realizar una escapada en coche tipo película Miedo y asco en Las Vegas, pero cambiando las drogas por copazos de esos que sirven con vaso grande de cristal y haciéndolos parecer una cosa más cool.

      Desde que decidió afiliarse al sindicato, consiguió hacerse respetar en el trabajo, y eso le hizo ganar autoestima tanto dentro como fuera de él.

      Era un tipo de complexión delgada —o esmirriado, como se autodenominaba él antes de proceder a su cambio de actitud—, con la tez clara y cabello castaño.

      Viéndolo en esta nueva etapa de su vida, nadie se habría imaginado que tiempo atrás había sido algo parecido a un fantasma; por la falta de luz en su mirada y lo desapercibido que pasaba por el mundo.

      De hecho, era un hombre normal. Guapete, incluso.

      Ahora tenía luz en la mirada, vida en el cuerpo y desprendía tanta seguridad que ya ni recordaba que esa era su verdadera identidad.

      Mientras cenaba en el restaurante del hotel, solo y vestido como si fuera a «comerse» el Estudio 54, se acordó de la despedida en el taxi de aquella mujer misteriosa que, entre risas y bromas, lo había invitado la madrugada anterior a pasarse por el lugar donde estaría aquella noche. En la celebración de una boda. Esperaba que no fuera la suya propia.

      Pensando en aquella proposición tras salir del restaurante, Marcos empezó a caminar sin saber muy bien hacia dónde dirigirse. O sí… Quizá, en el fondo, sí que lo sabía.

      Llegó a la playa, la única donde había un chiringuito. Si había alguna boda playera en esa localidad, debía ser allí.

      Caminando por la playa, se presentó con un traje oscuro, doblado a la altura de los tobillos. No era de llevar camisas, por norma general. Así que, a pesar de ir con traje, hecho que le gustaba, y lo hacía de vez en cuando, lo acompañaba de una camiseta ajustada y divertida. En esa ocasión, le había tocado a una que decía algo así como «Si el trabajo fuera bueno, se lo quedarían los ricos» junto a un dibujo tipo emoticono de red social. El color escogido para ella fue el blanco, que combinaba perfectamente con el oscuro del pantalón y la americana. Las letras, en color negro. En la mano, llevaba las chanclas de verano para salir.

      Su aspecto era el de un tipo elegante, dentro de la informalidad de sus combinaciones.

      Fumando, se acercó al chiringuito. A pesar de estar celebrando una fiesta de carácter privado, estaba abierto al público.

      Era de madera. Decorado escuetamente con atrezo nupcial. Los lazos blancos en las pocas sillas que quedaban ya a esas horas, pues los invitados ya estaban tomando copas y bailando, predecían que Marcos había dado con la famosa boda. Las luces de colores hacían del lugar un verdadero paraíso a tan solo unos metros del mar.

      Marcos no desentonaba en exceso.

      Con decisión, se dirigió a la barra y pidió una cerveza bien fría. Tras servírsela con mucha amabilidad una camarera, que parecía ser una de las invitadas por lo bien que se lo estaba pasando, se dirigió a la arena para mirar el mar. Observó la luna reflejada en el agua y decidió darle una pausa al cigarrillo, que era de liar y se apagaba si no le daba uso.

      Guardó lo que le restaba en una minicaja que siempre llevaba encima para no dejar restos de su paso por el mundo como fumador, y se subió todavía más los pantalones para darse el gusto de poner los pies en remojo.

      Se lo pensó y no dudó demasiado… Salió de nuevo, se quitó toda la ropa y volvió a entrar hasta que el agua le llegó a la cintura. Se tiró de cabeza.

      —Está genial —pensó en voz alta mientras cogía aire para volver a introducirse en el agua y empezar a nadar un poco.

      En ese momento, echó de menos tener a alguien ahí para que le acercara una toalla, pues temía, eso sí, el momento de la salida del agua.

      Al salir, se sentó en la arena y, sorprendentemente, no tuvo frío.

      Abrió la cajita y sacó el medio cigarrillo que había dejado para después, justo para ese momento.

      Dejó que la brisa costera hiciera lo propio para secarse y, maravillado, disfrutó del mar de esa última noche de vacaciones.

      Se puso el pantalón, pero olvidó la ropa interior. O bien fue eso y se había tratado de un descuido, o alguien se los había cogido para gastarle una broma y no se había dado ni cuenta.

      Le gustó notarse desnudo debajo del pantalón, así que no hizo demasiado por volverse a ver si encontraba la prenda desaparecida. Era suave y le agradaba. No echó de menos los bóxers negros y ajustados que había decidido ponerse esa noche.

      Decidió acercarse al chiringuito a pedirse una copa mientras dejaba el resto de la ropa en la orilla, arriesgándose a que, a la vuelta, se la encontrara empapada o flotando en el agua.

      Únicamente con un pantalón y el pelo todavía mojado, se dirigió al establecimiento de madera que ocupaba parte del suelo público durante los meses de verano.

      Conforme iba acercándose, vio unos ojos que lo miraban de frente, acompañados de una monumental sonrisa.

      —Es СКАЧАТЬ