El Protocolo. Robert Villesdin
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Название: El Protocolo

Автор: Robert Villesdin

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Apostroph Narrativa

isbn: 9788412200539

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СКАЧАТЬ un regalo para ti, pero no puedes abrirlo hasta después de la cena, cuando estés a solas en tu casa.

      —Gracias, pero ¿a qué obedece este obsequio?

      —No es un obsequio; es un recuerdo de esta velada —contesto guiñándole un ojo, ante el ostensible enojo de Rocío, su casquivana pareja.

      —Gracias —reiteró Modesto, aunque también hubiera sido inolvidable sin el regalo.

      —No hubiera sido exactamente lo mismo, créeme —replicó ella con picardía.

      —¿Nos vamos, GR? —dijo Lucy, dando por finalizado el episodio.

      Todos aprovecharon para levantarse de la mesa con la intención de marcharse, aunque el más renuente fue GR, que le había encontrado el gusto a sobar a la acompañante del abogado de la familia.

      —Déjame que me despida —se decidió GR. —Modesto, te telefonearé para comentar algunas cosas sobre las últimas veleidades de mi hermano..., a ti, ricura —musitó dirigiéndose a Rocío— también te llamaré, aunque confío en poder concretar para qué cuando nos volvamos a ver.

      Modesto permaneció sentado apurando su whisky mientras miraba con cierto desdén a su acalorada partenaire.

      —Espero que abras inmediatamente el regalo —le largó Rocío, antes de que consiguiera beber un nuevo sorbo.

      —Lucy me ha prohibido abrirlo si no es a solas.

      —¡No seas plasta y ábrelo! ¡Estoy impaciente por ver lo que te ha regalado esta pelandusca!

      —Debe de ser alguna tontería —contestó él con el ánimo de hacerse rogar y porque estaba mosqueado por la actitud permisiva y entregada que Rocío había mantenido con GR

      —Va... ¡Ábrelo de una vez! —insistió ella con impaciencia mientras colocaba su mano izquierda sobre la pierna derecha de su acompañante; si lo abres ahora, esta noche te haré olvidar a esta putilla mimada para siempre.

      —Bueno... si es así —accedió Modesto, todavía perturbado por la excitación que le había causado Lucy.

      Haciendo toda la comedia de la que fue capaz, procedió lentamente a abrir la dichosa cajita y a sacar con parsimonia su contenido: un precioso y minúsculo tanga negro con un ribete rojo. Su lábil acompañante, al observar la prenda dentro de la cajita, se puso a reír como una loca, la sacó del envoltorio, la observó con detenimiento mientras la alzaba entre el dedo índice y el pulgar, la olió dos o tres veces y se la estampó a Modesto en las narices mientras le decía: ¡esta noche te vas a conformar con una sola fragancia... y no tendrá nada que ver conmigo! A continuación, se levantó, cogió el abrigo y se largó corriendo mientras gritaba —para regocijo de la clientela que alcanzó a oírla— ¡vete a tomar por el culo y que te la chupe ella!

      II. El niño sándwich

      El segundo es el primero de los perdedores.

      Ayrton Senna

      Verano

      Los años siguientes se sucedieron con tediosa monotonía mientras el negocio de la chatarra era cada vez más próspero; Ton ya llevaba tres comprando inmuebles y construyendo edificaciones, según él a cuál mejor, y la economía, en general, marchaba a todo ritmo. Parodiando el eslogan de un político de turno todo se reducía a una frase: ¡el país va bien!

      Los consejos de administración eran un festejo donde se celebraban los memorables resultados de todas las compañías, a excepción del equipo de fútbol, cuyas pérdidas consideraba Sam como su particular contribución en beneficio de la sociedad, de lo que le gustaba vanagloriarse diciendo que cada uno debía ganarse el pan, pero que él se encargaba del circo.

      —GR—preguntó Sam—. ¿Cómo ves la situación de la economía?

      —Por el momento muy bien; gracias a la política de mantener bajos los tipos de interés y de proporcionar liquidez ilimitada a los mercados, practicada por casi todos los bancos centrales de Occidente, el dinero fluye con facilidad tanto para las empresas como para los particulares, por lo que todo el mundo dispone de financiación para invertir y para comprar.

      —Estas circunstancias son muy favorables para la actividad inmobiliaria —se apuntó Ton—; los bancos, para rentabilizar sus cuentas de resultados en un entorno de intereses bajos, conceden créditos hipotecarios a cualquiera que tenga intención de comprarse una vivienda con independencia de su solvencia y, además, si es necesario, hinchan las tasaciones para que el préstamo cubra el precio total de la vivienda, la posterior decoración, los impuestos, el mobiliario y, en muchos casos, incluso ¡las próximas vacaciones!

      —Esto acabará mal —apuntó Sam—, después de escuchar las opiniones de sus hijos sobre la coyuntura económica.

      —No seas agorero, papá —replicó Ton, con un mohín de fastidio—. ¿No ves que todo el mundo sale ganando?; los bancos endeudándose a precios bajos para facilitar financiación a todo el que la pida; los consumidores comprando a crédito todo tipo de bienes y especulando con las continuas alzas de precios de los inmuebles; y el Estado recaudando impuestos como nunca. Como consecuencia de ello, todo el que quiere tiene trabajo, los consumidores gastan, las empresas venden, el Estado tiene un superávit que invierte en obras faraónicas e inútiles y... ¡larga vida al mercado!

      —En economía, todos los excesos se pagan —pontificó «Botines», que vivía atormentado porque no se había atrevido a invertir nada en la construcción—; el día menos pensado, todo este montaje se desplomará.

      —La chatarra y los zapatos no sé, pero ¡el ladrillo nunca baja de precio! —pontificó Ton—; además, papá, deberías saber la teoría del tonto superior.

      Ton se levantó de la mesa y rebosando petulancia explicó esta teoría, según la cual no hay problema en pagar un precio desproporcionado por algo que no lo vale siempre que haya alguien más tonto que esté dispuesto a ofrecer un precio superior más adelante.

      —Esto lo dices porque eres joven y no has pasado ninguna crisis —apostilló «Botines», tratando una vez más de frenar cualquier síntoma de euforia. A veces, también los tontos se acaban.

      —Pues yo me reafirmo en que deberíamos invertir más dinero en promociones —redundó Ton.

      —No, si ha de salir de la empresa de reciclaje —intentó, sin excesiva convicción, concluir Sam.

      —Pues, entonces, lo que debemos hacer es endeudarnos más para poder realizar más operaciones inmobiliarias —añadió Ton.

      Ese se había convertido en el tema estrella de los últimos consejos. Uno de los amigos de Ton era, al mismo tiempo, su asesor financiero y le instigaba constantemente a ganar volumen de inversión mediante el endeudamiento, que él se encargaba de proporcionar.

      —Esto no me gusta nada —repitió Sam—. Además, ya te has empeñado mucho hasta la fecha.

      —Yo estoy con papá —intervino GR, viendo que el tema podía volver a escaparse de su control y no queriendo perderse una nueva oportunidad de ir contra su hermano.

      —Yo también estoy de acuerdo con Sam; en mi opinión debemos seguir siendo prudentes y no entramparnos con más deuda —se apuntó Arturo, consejero desde hacía pocos años.

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