Название: Días de magia, noches de guerra
Автор: Clive Barker
Издательство: Bookwire
Жанр: Книги для детей: прочее
Серия: Abarat
isbn: 9788417525897
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En menos de un minuto, había desaparecido de su vista.
Capítulo 2
Oscuridad y anticipación
Al mismo tiempo que Methis regresaba a la Isla de Medianoche, una embarcación pequeña —una que ningún zethek atacaría, por mucha hambre que tuviera— zarpaba del Puerto Sombrío, en el lado este de Gorgossium. El navío era una barcaza funeraria, adornada maravillosamente de proa a popa con velas negras y plumaje de mirlo rodeando el lugar en que los fallecidos reposarían normalmente. Esa era una barcaza funeraria sin cuerpo, sin embargo.
Además de los ocho remeros que trabajaban para impulsar la embarcación a través de las aguas heladas a un ritmo muy poco fúnebre, había un pequeño contingente de soldados stitchlings, que estaban sentados alrededor del borde del navío, preparados para repeler a cualquier atacante. Eran la mejor de las tropas, cada uno de ellos estaba preparado para dar su vida por su amo. ¿Y quién era ese amo? El Señor de la Medianoche, por supuesto.
Estaba de pie, vestido con ropas voluminosas de seda quemada tres veces —la más negra y portentosa; la seda de todas las melancolías— y escudriñaba las aguas del Izabella desprovistas de toda luz mientras el navío aceleraba.
A parte de los soldados y los remeros, había dos acompañantes más en la embarcación, pero ninguno de ellos hablaba. Habían aprendido a no interrumpir a Christopher Carroña cuando estaba en medio de sus meditaciones.
Al final pareció dejar a un lado sus pensamientos y se volvió hacia los dos hombres que había llevado con él.
—Os estaréis preguntando a dónde nos dirigimos hoy —dijo.
Los hombres intercambiaron algunas miradas, pero no dijeron nada.
—Hablad. O uno o el otro.
Fue Mendelson Shape —cuyos antepasados habían estado al servicio de la dinastía Carroña durante generaciones— quien aventuró una respuesta.
—Yo he estado pensando, Señor —dijo con la mirada baja.
—¿Y ya has llegado a alguna conclusión?
—Creo que quizá vayamos camino de la Ciudad de Commexo. He oído un rumor sobre que Rojo Pixler está planeando un descenso a las zonas más profundas del Izabella para ver qué vive allí abajo.
—Yo he oído el mismo rumor —dijo Carroña, aún escudriñando las aguas oscuras—. Espía las profundidades y ha establecido contacto con las bestias que viven en las fosas oceánicas.
—Los Requiax —dijo Shape.
—Sí. ¿Cómo es que los conoces?
—Mi padre afirmaba que vio el cuerpo de uno de su especie, señor, arrastrado a la orilla cerca de la Cala de Fulgore. Era enorme, aunque estaba prácticamente devorado y podrido. Aun así… su ojo o el agujero en el que había estado… era tan grande que mi padre pudo haberse puesto de pie en su interior sin tocar la parte de arriba.
—Entonces nuestro señor Pixler deberá tener cuidado allí abajo —dijo Carroña sin apartar los ojos de las aguas negras—. O dejará al Niño de Commexo huérfano. —Se rió para sí ante ese pensamiento.
—¿Entonces no es allí adónde vamos? —dijo Shape.
—No. Allí no es adónde vamos —contestó Carroña, volviendo su atención hacia el otro pasajero que estaba con él en la barcaza funeraria. Su nombre era Leeman Vol, un hombre cuya reputación le precedía, igual que a Carroña. Y exactamente por la misma razón: verle significaba ser perseguido por él.
No había nada agradable ni bonito en Vol. No le gustaba demasiado la compañía de sus colegas bípedos y prefería disfrutar de la camaradería con insectos. Esto por sí solo le había hecho ganar algo de mala reputación entre las islas, en particular porque su rostro mostraba más de unos pocos suvenires de esa intimidad. Había perdido la nariz por culpa de una araña muchos años antes, después de que la criatura le inyectara su probóscide con una toxina tan poderosa que le había gangrenado la piel y el cartílago en pocos minutos agonizantes, dejando a Vol con dos agujeros repulsivos en mitad de la cara. Se había fabricado una nariz de piel, que disimulaba de forma efectiva la mutilación, pero seguía siendo el blanco de burlas y cuchicheos. Aunque la nariz no era la única razón por la que la gente hablaba de él. También había otros detalles de la apariencia y los hábitos personales de Vol que le hacían digno de consideración.
Había nacido, por ejemplo, no con una, sino con tres bocas, todas flanqueadas con dientes amarillentos que había afilado meticulosamente para convertirlos en agujas puntiagudas. Cuando hablaba, el sonido mezclado y entrelazado de las tres bocas era fantasmagórico. Se sabía que hombres adultos se habían tapado las orejas y habían abandonado la habitación llorando porque el sonido les traía a la mente sus pesadillas de infancia. Ni tampoco era esta segunda monstruosidad toda la vileza de la que podía alardear Vol. Había afirmado desde pequeño que conocía el lenguaje de los insectos y que sus tres bocas le permitían hablarlo.
En su pasión por su compañía, había convertido su cuerpo en un hotel viviente para miembros de esas especies. Estas pululaban por toda su anatomía sin ningún control ni censura: bajo su camisa, en sus pantalones y sobre su cuero cabelludo. Estaban por todas partes. Piojos miggis y moscas furgito, cucarachas threck y gusanos nudillo. A veces le mordían, en medio de sus guerras territoriales, y a menudo se introducían en su piel para poner sus huevos; pero así eran los pequeños inconvenientes que conllevaba ser el hogar de semejantes criaturas.
—¿Y bien, Vol? —dijo Carroña, viendo una fila de piojos miggis amarillos y blancos migrando por la cara de este—. ¿Adónde nos dirigimos? ¿Alguna idea?
—¿A las Pirámides de Xuxux, quizá? —dijo Vol, con sus tres bocas trabajando perfectamente al unísono para dar forma a las palabras.
Carroña sonrió tras las pesadillas que dibujaban círculos en su collar.
—Bien, Vol. Exacto. A las Pirámides de Xuxux. —Volvió su vista hacia Mendelson Shape—. ¿Comprendes ahora por qué te he invitado a unirte a mí?
El pobre Mendelson no contestó. Aparentemente el miedo se había apoderado de su lengua y la había sujetado contra su paladar.
—Después de todo —continuó Carroña—, no estaríamos aquí, preparándonos para entrar en las Pirámides, si no hubieras cruzado al Más Allá para recuperar la llave.
Deslizó su mano enguantada dentro de los pliegues de su ropa y sacó a la vista lentamente la llave que Shape había perseguido, junto con sus ladrones, John Fechorías y sus hermanos, a lo largo de la división que había entre la dimensión de Abarat y la del Mundo de los Humanos.
No había sido una persecución fácil. De hecho, Shape había acabado volviendo a Abarat siguiéndole los pasos a la chica a quien Fechorías le había dado la llave: Candy Quackenbush. No había sido él, finalmente, quien había recuperado la llave. Había sido el hechicero Kaspar Wolfswinkel, en cuyas manos Candy había caído más tarde. Pero Mendelson podía ver por la agradecida sonrisa en el rostro de su Amo СКАЧАТЬ