Название: Días de magia, noches de guerra
Автор: Clive Barker
Издательство: Bookwire
Жанр: Книги для детей: прочее
Серия: Abarat
isbn: 9788417525897
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—¿Tus últimas palabras? —dijo mientras levantaba el martillo por encima de su cabeza—. Venga —gruñó—. Tiene que haber algo en tu cabeza.
Curiosamente, sí que había algo en su cabeza: una palabra que no recordaba haber oído hasta ahora. Kud pareció ver la confusión en sus ojos.
—¡Habla! —dijo, golpeando la pared a la izquierda de ella con el martillo. Las reverberaciones resonaron por toda la bodega. Los smatterlings muertos se convulsionaron como si hubieran recibido un espasmo de vida—. ¡Háblame! —dijo Kud, golpeando la pared a la derecha de la cabeza de Candy. Una lluvia de chispas manó del lugar, y los peces saltaron por segunda vez.
Candy colocó su mano en la garganta. Había una palabra allí.
Podía sentirlo, como algo que hubiera comido pero no se hubiera tragado por completo.
Quería ser pronunciada. De eso estaba segura. Quería ser pronunciada.
Y ¿quién era ella para negarle sus ambiciones? Dejó las sílabas salir voluntariamente. Y las pronunció.
—¡Jassassakya -thiim! —dijo.
Por el rabillo del ojo pudo ver a Malingo incorporarse y retroceder sobre la cama de peces.
—Oh, Dios Lou… —dijo, y su voz calló con asombro—. ¿Cómo es que conoces esa palabra?
—No la conozco —contestó Candy.
Pero el aire sí. Las paredes la conocían. En cuanto las sílabas salieron de sus labios, todo empezó a vibrar en respuesta al sonido de lo que fuera que Candy hubiera dicho. Y con cada vibración el aire y las paredes repetían las sílabas a su extraña manera.
—¡Jassassakya -th um!
—¡Jassassakya -thiim!
—¡Jassassakya -th Um!
—¿Qué… has… hecho…, chiquilla? —dijo Kud.
Candy no lo sabía. Malingo, por lo contrario, sí.
—Ha pronunciado una Palabra de Poder —dijo.
—¿Ah, sí? —contestó Candy—. Es decir, sí. Eso es lo que he hecho.
—¿Magia? —dijo Kud. Empezó a alejarse de ella, y el martillo se le resbaló de los dedos—. Sabía que había algo en ti desde el principio. ¡Eres una bruja! ¡Eso es lo que eres! ¡Una bruja!
Mientras aumentaba el pánico del zethek, también lo hacían las reverberaciones. Con cada repetición ganaban fuerza.
¡Jassassakyath um!
¡Jassassakya -th Um!
¡Jassassa kya -thiim!
—Creo que deberías salid de aquí ya —Malingo le gritó a Candy mientras crecía el estruendo.
—¿Qué?
—He dicho: ¡fuera! ¡Sal!
Mientras hablaba avanzó a trompicones hacia ella entre los peces, que también vibraban con el ritmo de las palabras. Los zetheks no le estaban prestando atención, y Candy tampoco. Estaban sufriendo por los efectos de las palabras. Se estaban cubriendo los oídos con las manos, como si tuvieran miedo de que les dejara sordos, y quizá lo estaba haciendo.
—Este no es un lugar seguro para quedarse —dijo Malingo cuando llegó al lado de Candy.
Ella asintió. Estaba empezando a sentir la influencia angustiante de las vibraciones. Galatea estaba allí para subirla a la cubierta. Entonces ambas chicas se volvieron para ayudar a Malingo, alargando el brazo para agarrar sus largos brazos. Candy contó:
—Uno, dos, tres.
Y tiraron de él a la vez y le levantaron con una facilidad sorprendente.
La escena dentro de la bodega se había vuelto surrealista. La Palabra hacía vibrar la captura de forma tan violenta que parecía que los peces habían vuelto a la vida. En cuanto a los zethek, eran como tres moscas atrapadas en un frasco, impulsados de un lado a otro de la bodega, golpeándose contra las paredes. Parecía que habían olvidado todas sus posibilidades de escapar. La palabra les había vuelto locos, o estúpidos, o ambas cosas.
Skebble estaba de pie al otro lado de la bodega. Señaló a Candy y gritó:
—¡Haz que pare! ¡O vas a romper mi barco con las vibraciones!
Tenía razón sobre lo del barco. Las vibraciones de la bodega se habían extendido por toda la embarcación. Las tablas se sacudían de forma tan violenta que saltaban los clavos, la cabina del timón, ya agrietada, se balanceaba de un lado a otro, el cordaje vibraba como cuerdas de una guitarra gigantesca; incluso el mástil se mecía.
Candy miró a Malingo.
—¿Ves? —dijo ella—. Si me hubieras enseñado algo de magia ahora sabría cómo detener esto.
—Oye, espera —dijo Malingo—. ¿Dónde aprendiste esa palabra?
—No la aprendí.
—Tienes que haberla oído en alguna parte.
—No. Lo juro. Simplemente apareció en mi garganta. No sé de dónde ha venido.
—Si habéis terminado de hablar —voceó Skebble por encima del estruendo—, mi barco…
—¡Sí! —contestó Candy—. ¡Lo sé, lo sé!
—¡Inhálala! —dijo Malingo.
—¿Qué?
—¡La Palabra! ¡Inhala la Palabra!
—¿Inhalarla?
—¡Haz lo que te dice! —gritó Galatea—. ¡Antes de que el barco naufrague!
Ahora todo se sacudía al ritmo de la Palabra. No había ni un tablón ni una cuerda ni un gancho de proa a popa que no estuviera en movimiento. En la bodega, los tres zetheks todavía eran lanzados de un lado a otro, sollozando por clemencia.
Candy cerró los ojos. Aunque pareciera extraño, podía ver la palabra que había pronunciado en su mente. Allí estaba, clara como el agua.
Jass… assa… kya… thiim…
Vació sus pulmones por los orificios nasales. Entonces, manteniendo sus ojos cerrados con fuerza, respiró profundamente.
La palabra que había en su cabeza tembló. Después se quebró, y pareció volar en pedazos. ¿Era solo su imaginación o pudo sentir cómo volvía dentro de su garganta? Tragó con fuerza, y la palabra desapareció.
La reacción fue instantánea. Las vibraciones se desvanecieron. Los tablones volvieron a su sitio, acribillados por clavos. El mástil dejó de mecerse de un lado a otro. Los СКАЧАТЬ