Una Tierra de Fuego . Морган Райс
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СКАЧАТЬ de rocas y la tierra tembló tanto que todos los que estaban en la habitación cayeron al suelo. El estruendo había sido lejano y fue seguido por dos temblores, como un desprendimiento de rocas.

      «El fuerte de Tirus», dijo Kendrick, apareciendo a su lado. «Lo deben haber destruido».

      Gwen miró hacia el techo y se dio cuenta de que probablemente tenía razón. ¿Qué otra cosa podía provocar tal avalancha de roca? Estaba claro que los dragones estaban furiosos, decididos a destruir todo lo que había en esta isla. Ella sabía que sólo era cuestión de tiempo que también irrumpieran en esta cámara.

      Durante la repentina tregua, Gwen se sorprendió al oír el sonido estridente del lloro de un bebé que cortaba el aire. El sonido la perforaba como un cuchillo en el pecho. No podía evitar pensar inmediatamente en Guwayne y mientras el lloro, en algún lugar sobre tierra, incrementaba, una parte de ella, todavía turbada, se convencía de que era en efecto Guwayne el que estaba allá arriba, llamándola a ella. Racionalmente, sabía que era imposible; su hijo estaba en el océano, lejos de aquí. Y aún así, su corazón suplicaba que así fuera.

      «¡Mi bebé!» gritó Gwen. «Está allá arriba. ¡Debo salvarlo!»

      Gwen salió corriendo hacia las escaleras cuando de repente notó una fuerte mano en la suya.

      Al girarse vio a su hermano Reece reteniéndola.

      «Mi señora», dijo él. «Guwayne está lejos de aquí. Este es el lloro de otro bebé».

      Gwen deseaba que eso no fuera cierto.

      «Sigue siendo un bebé», dijo ella. «Está solo allá arriba. No puedo dejarlo morir».

      «Si sube allá arriba», dijo Kendrick, dando un paso adelante, tosiendo por el hollín, «tendremos que cerrar las puertas detrás de usted y estará sola allá arriba. Morirá allá arriba».

      Gwen no pensaba con claridad. En su mente había un bebé vivo allá arriba, solo, y ella sabía, por encima de todo, que debía salvarlo, a cualquier precio.

      Gwen se soltó de la mano de Reece y salió corriendo hacia las escaleras. Las subía de tres en tres y, antes de que nadie pudiera detenerla, retiró la vara de metal que atrancaba las puertas y, apoyándose en su hombro, las empujaba con toda su fuerza mientras levantaba las manos.

      Gwen lloraba de dolor mientras lo hacía, el metal estaba tan caliente que le quemaba las manos y enseguida las retiró; sin inmutarse, se cubrió las manos con las mangas y empujó las puertas hacia arriba hasta abrirlas.

      Gwendolyn tosió con fuerza al salir repentinamente a la luz del día, nubes de humo negro se colaban de bajo tierra con ella. Mientras subía a la superficie con torpeza, cerraba los ojos por la luz, entonces miró a su alrededor, protegiéndose los ojos con las manos y se sorprendió al ver una enorme ola de destrucción. Todo lo que instantes antes allí se erigía estaba ahora arrasado, reducido a montones de humo y escombros chamuscados.

      Los lloros del bebé volvieron, más intensos allá arriba y Gwen miró a su alrededor, esperando a que las negras nubes de humo desaparecieran; mientras lo hacía, vio a lo lejos en el patio un bebé en el suelo, envuelto con una sábana. Allí cerca, vio a sus padres tumbados en el suelo, quemados vivos, ahora muertos. De alguna manera, el bebé había sobrevivido. Quizás, pensó Gwen con una aguda tristeza, la madre ha muerto protegiéndolo de las llamas.

      De repente, Kendrick, Reece, Godfrey y Steffen aparecieron a su lado.

      «¡Mi señora, debe regresar ahora mismo!» le suplicó Steffen. «¡Morirá aquí arriba!»

      «El bebé», dijo Gwen. «Debo salvarlo».

      «No puede», insistió Godfrey. «¡No regresaría con vida!»

      A Gwen ya no le importaba. Su mente estaba vencida por un propósito, como una ráfaga, y lo único que veía, lo único que podía pensar era en el niño. Se olvidó del resto del mundo y sabía que necesitaba salvarlo tanto como respirar.

      Los demás intentaron detenerla, pero Gwen no se dejó intimidar; se deshizo de ellos y salió corriendo hacia el bebé.

      Gwen corría con todas sus fuerzas, su corazón retumbaba en su pecho mientras corría a través de los escombros, a través de nubes de ondeante humo negro, rodeada de llamas. El humo negro hacía de escudo sin embargo y, afortunadamente para ella, los dragones no la podían ver todavía. Atravesó el patio corriendo, a través de las nubes, viendo sólo al bebé, escuchando sólo su llanto.

      Corrió y corrió, sus pulmones a punto de estallar, hasta que por fin lo alcanzó. Se agachó, cogió al bebé e inmediatamente examinó su cara, una parte de ella deseando que fuera Guwayne.

      Se entristeció al ver que no era él; era una niña. Tenía unos hermosos y grandes ojos azules llenos de lágrimas pues estaba gritando y temblando, con los puños cerrados. Aún así, Gwen se alegraba de sostener a otro bebé, sintiendo como si de alguna manera estuviera enmendando el haber enviado a Guwayne. Y, después de una rápida mirada a los destelleantes ojos de la bebé, vio que era hermosa.

      Las nubes de humo se elevaron y Gwendolyn de repente se encontró expuesta al fondo del patio, con la bebé llorando en brazos. Miró hacia arriba y vio, apenas a unos metros de distancia, una docena de feroces dragones, con enormes ojos brillantes, girándose y mirándola. Tenían la mirada puesta en ella, llena de  placer y furia, y ella vio que se disponían a matarla.

      Los dragones se lanzaron al aire, agitando sus grandes alas, enormes desde tan cerca, dirigiéndose hacia ella. Gwen se preparó, sujetando al bebé, sabiendo que no podría volver a tiempo.

      De repente, hubo un sonido de espadas desenfundadas y, al volverse, Gwen vio a sus hermanso Reece, Kendrick y Godfrey junto a Steffen, Brandt, Atme y todos los miembros de la Legión a su lado, todos empuñando espadas y escudos, todos corriendo a protegerla. Formaron un círculo a su alrededor, sujetando sus escudos al cielo y preparándose para morir con ella. Gwen estaba conmovida e inspirada por su valentía.

      Los dragones avanzaban hacia ellos, abriendo sus inmensas mandíbulas y ellos se preparaban para resistir la inevitable llamarada que los mataría a todos. Gwen cerró los ojos y vio a su padre, vio a todo aquél que había sido importante en su vida y se preparó para encontrarse con ellos.

      De repente, se oyó un grito espantoso y Gwen se encogió de miedo, sabiendo que ese era el primer ataque.

      Pero entonces se dio cuenta de que era un chillido diferente, uno que ella reconocía: el chillido de un viejo amigo.

      Gwen miró hacia el cielo detrás de ella y se sintió salvada al reconocer a un dragón solitario corriendo a toda velocidad por el cielo, apresurándose a combatir con los que se estaban acercando a ella. Se alegró incluso más de ver, en su lomo, al hombre que más quería en el mundo:

      Thorgrin.

      Él había vuelto.

      CAPÍTULO SEIS

      Thor montaba a lomos de Mycoples, las nubes azotándole la cara, iban tan rápido que apenas podía respirar, mientras se apresuraban hacia la manada de dragones y se preparaban para luchar. El brazalete de Thor vibraba en su muñeca y el sentía que su madre le había infundido un nuevo poder que apenas podía entender; era como si hubiera poco sentido del espacio y el tiempo. Thor apenas había pensado en regresar, apenas se habían elevado de las orillas de la Tierra de los Druidas, cuando se repente se encontró allí, por encima de las Islas СКАЧАТЬ