Volando Con Jessica. Giovanni Odino
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Название: Volando Con Jessica

Автор: Giovanni Odino

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Приключения: прочее

Серия:

isbn: 9788885356634

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СКАЧАТЬ comprende que he comprendido.

      —Mantendremos el contacto a través de Caio Gregorio. Los asuntos económicos también los llevará él. Muchas gracias. Extiende la mano en lo que es evidentemente una despedida.

      —Adiós, abogado. Adiós, señorita.

      El abogado levanta el brazo. Esta vez me sorprende la llegada del hombre de negro.

      —Acompaña al comandante y dale toda la información sobre el manejo de las cuestiones económicas. Dale los números de contacto y para fijar las citas. ¿Has preparado lo demás?

      —Como usted dispuso.

      El mayordomo me conduce hasta la puerta. Antes de abrir esta saca una libreta de su chaqueta. Entreveo la pistola en el pequeño bolsillo del lado izquierdo. Se da cuenta de que la he visto, pero no dice nada. Escribe mis datos y me da un papel con los suyos. Después me entrega una bolsa flácida, de esas que están de moda y usan indistintamente hombres y mujeres. Esta desprende un olor de piel cara mezclado con el perfume, que reconozco, de la novia. Probablemente antes la había usado la chica. Aspiro el olor con toda la capacidad de mis pulmones.

      El mayordomo abre la bolsa y me muestra que dentro hay tres gruesos paquetes rectangulares.

      —Son cincuenta mil de anticipo para cada uno. Puede contarlos, si quiere. Uno para usted y los otros para sus compañeros.

      ¿Cincuenta mil de anticipo para cada uno? Decididamente, me he topado con algo excepcional... y aquí está el argumento para ayudarme a convencerlos.

      —Todavía no sé si aceptarán —preciso, cogiendo la bolsa—. ¿Se fían tanto como para dármelo así?

      Caio Gregorio solo muestra una pequeña ondulación de las comisuras de los labios.

      —Si no aceptan, nos los devuelve. El dinero que no se merece se devuelve siempre. Adiós —me dice, hablando lentamente.

      —Adiós —respondo.

      No hay duda: si quien tengo en mente no acepta devolveré hasta el último céntimo, y con mucho cuidado para que los envoltorios no se estropeen demasiado.

      III

      30 de mayo

      Son casi las doce cuando dejo la carretera provincial del valle Tanaro para coger la que me llevará, subiendo por entre los viñedos, al pueblo de Mongardino. Rápidamente llego a la plaza donde encuentro a Sante esperando.

      Nos saludamos abrazándonos, no sin cierta emoción recíproca.

      —Cuánto me alegro de verte. Ya creía ser un desaparecido del mundo del helicóptero.

      —Querido Sante, somos viejos y los nuevos reclutas han ocupado todos los puestos libres. Los pilotos jóvenes, ya sabes, son muy aguerridos.

      —Y se prostituyen por dos duros. Nosotros, por lo menos, exigíamos que nos pagasen.

      Un tema clásico de conversación de mi amigo. Los años no le han cambiado, al menos en este aspecto.

      Me doy cuenta de que cojea ligeramente.

      —¿Qué te ha pasado? Le pregunto señalando la pierna.

      —Ah, eso, nada en particular. Antes o después tendré que operarme de la cadera. Más pronto que antes, por cierto.

      Hace al menos diez años que no lo veo. Sin que se me note, intento observar cómo ha cambiado. Es tan alto como yo, pero él ha conservado un físico delgado. Su pelo ondulado está completamente blanco, mientras que las gruesas cejas todavía mantienen algo de su color inicial. La cara, ahora surcada por profundas arrugas, es como la recordaba: caracterizada por una nariz griega y dos ojos oscuros y brillantes.

      Me da por sonreír al ver que se viste igual que cuando lo conocí: zapatos suaves, pantalones cómodos y chaqueta rústica de estilo inglés clásico. Más que un viejo piloto en la ruina parece el último terrateniente anciano del pueblo.

      —¿Qué tal se vive en Mongardino?

      —Bien. De todas formas todos los sitios son iguales.

      —Parece un sitio bonito.

      —Exacto: si todos los sitios son iguales, es mejor vivir en el mejor.

      La famosa lógica de Sante. Incontestable y adaptable a la situación.

      —He visto que la bodega de la cooperativa sigue abierta. ¿Sigues yendo todavía?

      —Solo para comprar vino. De helicópteros hace siglos que no se habla.

      —No se estaba mal en los tiempos del consorcio. El trabajo era difícil, pero podíamos salir adelante.

      —Y en aquellos tiempos pagaban correctamente.

      —Pero tú decidiste quedarte a vivir en el pueblo.

      —Como decía antes, todos los sitios son iguales.

      —¿Estás listo? ¿Podemos irnos inmediatamente?

      —Listísimo. ¿A dónde vamos?

      —A Moncalvo, cerca de Casale Monferrato.

      —¿Moncalvo? ¿A hacer el qué?

      —Es que allí vive Aurelio y tenemos que hablar con él.

      Salimos del pueblo en dirección a Asti. Después tomamos la carretera provincial hacia Moncalvo.

      —Me han dicho que tiene un restaurante —dice Sante.

      —No exactamente. Tiene un pequeño bar de vinos con cocina, o una taberna con enoteca. Llámalo como prefieras, las dos versiones son buenas. Su mujer en los fogones y él en la sala. Salen adelante, pero conociéndolo... no sé. Veremos.

      —¿Ya no trabaja como técnico de helicópteros?

      —Me parece que lo ha dejado hace algún tiempo, pero no conozco los detalles.

      El resto del viaje hablamos del pasado, del presente, pero no del futuro, porque me voy zafando de los intentos de Sante por saber la razón por la que he organizado esta reunión. Le pido que sea paciente, es algo importante y quiero hablar de ello cuando estemos todos presentes. Lo convenzo y dejamos pasar el tiempo con recuerdos nostálgicos de helicópteros, mujeres y vuelos más o menos temerarios.

      Tras una media hora aparco delante de local de Aurelio. Tiene una puerta con los cristales completamente satinados excepto el texto: «Lara y Aurelio – Vino y pequeña cocina», transparentes.

      Entramos en una única sala de dimensiones limitadas que transmite una agradable sensación familiar. La pared de la izquierda está completamente llena de estantes llenos de botellas de vino que rodean la pequeña puerta de acceso a los servicios. Apilados en el suelo hay, en gran cantidad, cartones y cajas de madera con más botellas de vino y de grappa. Enfrente de nosotros está la puerta de la cocina, A los lados hay dos aparadores rebosantes de platos y vasos y dos neveras con las puertas de cristal. Uno está dedicado СКАЧАТЬ