Название: ¿Extraños amigos?
Автор: Fernando Cordero Morales
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Religión y educación
isbn: 9788428563925
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¡Menudo chiringuito!
Benedicto XVI y Stephen Hawking
«No existe ninguna oposición entre la comprensión de la fe respecto a la creación y la evidencia de las ciencias empíricas»[9], subrayaba el papa Benedicto XVI hace unos años, durante la inauguración en el Vaticano de un congreso, organizado por la Pontificia Academia de las Ciencias, al que asistieron reputados científicos, entre ellos, el físico Stephen Hawking. El cometido de este encuentro era analizar el nacimiento del Universo, la evolución de las especies y las teorías de Darwin.
El reconocido astrofísico, heredero de la cátedra de Newton en la Universidad de Cambridge, ya fue invitado a exponer en el Vaticano sus teorías sobre ciencia y religión hace más de tres décadas, siendo papa Juan Pablo II. Y dejó muy claro que, según sus investigaciones el Universo no tiene un inicio concreto, por lo que no se puede hablar de creación. Después, con cierto humor británico sentenciaba: «Menos mal que el Papa no se ha percatado de lo que he dicho, porque si no igual hubiera acabado como Galileo». Curiosidades de la vida, resulta que Hawking nació justo 300 años después de la muerte del famoso astrónomo que fue rehabilitado en tiempos del papa polaco.
Conflictos, ciertamente, a lo largo de la historia ha habido muchos entre ciencia y religión. Los conflictos, si se gestionan bien, pueden ayudar a crecer. Creo que eso ha ocurrido entre ambas realidades. Pero, antes de entrar en materia, me gustaría dar una pincelada sobre el Observatorio Astronómico o Telescopio Vaticano. Quizás muchas personas no sepan de su existencia y es muy interesante conocer el esfuerzo que la Iglesia ha hecho en este campo. Se trata de un instituto de investigación científica que depende directamente de la Santa Sede. Puede ser considerado como uno de los observatorios astronómicos más antiguos del mundo. Su director es un jesuita, José Gabriel Funes.
Precisamente el padre Funes convocó en Roma a un congreso a 216 astrónomos procedentes de 26 países. Fíjate, Ana, en las declaraciones que hizo[10]: «El Big Bang no está en contradicción con la existencia de un Dios creador a partir de la nada. Es cierto que el Big Bang no es la prueba de la existencia de Dios, pero tampoco la niega». Recientemente ha ratificado esta postura el papa Francisco, que ha declarado: «El Big Bang –la teoría científica que explica el origen del universo– no se contradice con la intervención creadora divina, al contrario, la exige»[11].
Como se cumple ahora el medio siglo del Big Bang, ¿por qué no nos das unas pinceladas sobre esta teoría?
Cerveza y pollos asados en la playa
Bueno, bueno, ya veo que te ha caído bien el padre Funes. Algún día me tienes que hablar más de él y de su labor en el observatorio. ¡Con lo que me gustan a mí estas cosas! Ya me ha picado la curiosidad y me gustaría conocerle. Y ahora que has mencionado también a Stephen Hawking, ¿sabes que yo le vi en persona cuando vino a Madrid? Fue en el año 1989. Hacía poco que había publicado su libro Historia del tiempo y vino a hablar de él a la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. Yo acababa de terminar la carrera y fui con una amiga a verle. La facultad estaba hasta los topes de gente. Me pareció una persona extremadamente sencilla, a pesar de su fama y de su inteligencia. Aún hoy, si lo buscas en Internet, aparecen noticias de aquella conferencia. Sus investigaciones han puesto su granito de arena en esta teoría, aunque hay que analizarla a un nivel bastante más profundo de lo que nos proponemos aquí para comprender sus aportaciones.
De momento vamos a empezar con la versión más simple, que dice que hace muchísimo tiempo el Universo entero estaba concentrado en un punto. Por razones desconocidas ese punto se agrandó y la materia contenida en él empezó a expandirse. A esto es a lo que se le llama Big Bang, o gran explosión, aunque en realidad no explotó nada. Los astrofísicos han llegado a elaborar una teoría así observando que las estrellas se separan unas de otras constantemente. Si cada vez están más separadas, significa que según retrocedemos en el tiempo, cada vez estuvieron más juntas. ¿Hasta qué punto de juntas? Y si retrocedemos en el tiempo, ¿hasta cuándo se puede retroceder? Como es imposible comprobarlo, porque ninguno de nosotros estuvo allí, ni es una situación que pueda reproducirse en un laboratorio, solo queda la opción de calcularlo matemáticamente. El problema reside en que matemáticamente se puede calcular una situación parecida a la actual, con un tiempo de existencia y una distancia entre estrellas con algún valor. Los cálculos fallan en el momento en que la distancia y el tiempo son igual a cero.
En consecuencia, podemos deducir que la teoría se acerca muchísimo al principio del Universo, a las primeras fracciones de segundo, pero no es capaz de definir cómo era en el instante inicial, ni en tiempos anteriores.
Vamos a imaginarnos una playa. Una de esas playas del Mediterráneo de 4 o 5 km de largo, en el mes de agosto. Abarrotada de gente. Un señor, con mucha visión comercial, ha decidido abrir un chiringuito en el que solo va a servir cerveza y pollos asados. Para promocionarlo, ha anunciado que el día de la inauguración servirá cerveza y regalará un pollo a todo el que se acerque a partir de las dos de la tarde.
Ese mediodía, los alrededores del chiringuito son un hervidero de gente. Al calor propio del verano y de la hora hay que sumarle el que despide el horno de los pollos. La gente no para de gritar y de saltar. Ese movimiento hace que todavía suden más. El olor a pollo asado se mezcla entre la gente, pero hay tanta que da la sensación de que ni siquiera el olor puede moverse.
El dueño del chiringuito, observando la situación decide empezar a servir cervezas lo primero, a ver si la gente se calma un poco. A medida que van bebiendo cerveza el clamor va disminuyendo. Ya son las tres de la tarde y la cerveza ni siquiera ha llegado a la mitad de las personas. Los pollos van para largo. El señor sigue repartiendo cervezas. Por fin empiezan a salir los pollos. La espera ha merecido la pena. Los que ya tienen su pollo se alejan del chiringuito en todas las direcciones. El olor a pollo empieza a sentirse no ya solo en la playa, sino por todo el pueblo. El propietario del chiringuito sigue repartiendo pollos y cervezas. Ya no hay gritos. Paulatinamente la playa se va vaciando. Poco a poco se va haciendo de noche. Los pollos al final han sido para cenar y no para comer. En el pueblo va a oler a pollo asado durante mucho tiempo.
El instante casi inicial puede ser el momento en el que el señor abre el chiringuito. Eso ocurrió hace trece mil millones de años, más o menos. En ese momento el Universo era parecido a esa playa. En lugar de personas en bañador lo que había era muchísimas partículas elementales, más elementales aún que los protones y los electrones, y todas en movimiento. La temperatura superaba los cien mil millones de grados centígrados.
Una centésima de segundo después la temperatura había descendido unos cuantos millones de grados. Las partículas, ya con su cervecita, empezaron a transformarse dando lugar a los componentes de la materia ordinaria: protones, neutrones y electrones. El calor era todavía demasiado grande como para que pudieran permanecer unidas. Otro de los elementos abundantes eran los fotones, las partículas constituyentes de la luz, y de cualquier otra radiación. Teníamos un Universo extremadamente radiante. Como si el olor de los pollos lo impregnara todo.
A los catorce segundos la temperatura había descendido lo suficiente como para que pudieran formarse agrupaciones de partículas elementales. La gente de la playa ya había reconocido a sus vecinos y se habían sentado juntos a esperar el pollo y la cerveza.
Después de tres minutos ya estaban formados los componentes del Universo, de lo que están hechas todas las estrellas: hidrógeno. Cada partícula tenía su pollo y se alejaba del chiringuito. Con el tiempo, esas partículas se concentrarían en sitios muy alejados dando lugar a las estrellas y galaxias. El hecho de que la materia se agrupara dejó espacios libres para que pudieran salir la luz y el resto de la radiación. El olor a pollo llenó el Universo y se expandió con él.
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