Название: Roja esfera ardiente
Автор: Peter Linebaugh
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Reverso
isbn: 9788446051428
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En abril de 1803, Strata Smith se alojó en Londres, frente al Strand, en el número 16 de Charing Cross Road. Compartió este costoso alojamiento con otro hombre ascendente, Francis Place: sastre, cabildero, amigo de Jeremy Bentham, y defensor del utilitarismo. Smith y Place descendieron al subsuelo y al salir contaron lo que habían visto. Francis Place, archivista de la incipiente clase obrera inglesa, era miembro de la Sociedad de Correspondencia de Londres. Fue el testigo principal y sigue siendo la fuente principal para los historiadores de los artesanos ingleses. La coincidencia de la presentación del primer mapa del subsuelo geológico en 1802, en el momento en el que el movimiento obrero en Inglaterra fue obligado a «soterrarse», es importante. Los dos sucesos están relacionados.
Al final de La formación de la clase obrera en Inglaterra, E. P. Thompson escribe «estos años parecen a veces desplegar, no un reto revolucionario, sino un movimiento de resistencia, en el que tanto los románticos como los artesanos radicales se oponían a la anunciación del “hombre codicioso”. En el fracaso para alcanzar un punto de unión entre las dos tradiciones se perdió algo»[2]. Voy a intentar escribir ese punto de unión con el fin de encontrar ese «algo» perdido.
En 1963, Edward Thompson propuso que se había producido una fase crucial entre 1803 y 1822, cuando el movimiento obrero se soterró. La conspiración de Despard inauguró lo que Thompson denominó la «tradición ilegal». Esto comenzó a ocurrir en 1795, con la aprobación de las Dos Leyes. La Treasonable Practices Act [Ley sobre Prácticas Traicioneras] convirtió en delito sancionable con la pena de muerte el hecho de decir o escribir algo que pudiera incitar al desprecio hacia el rey, la Constitución o el Gobierno. La Seditious Meetings Act [Ley contra Reuniones Sediciosas] prohibió todas las reuniones de más de cincuenta personas que carecieran del permiso de las autoridades locales.
Los miembros de la Sociedad de Correspondencia de Londres, incluido Francis Place, archivista de la clase obrera londinense inicial y amigo de Despard, «se vieron obligados a replegarse sobre sí mismos y a descubrir medios de organización independiente cuasilegal o clandestina»[3]. Place dimitió de la Sociedad de Correspondencia en 1797. Describió a Edward Despard como uno de los tres «hombres extraordinarios, a cada uno de los cuales yo le debía una parte de los conocimientos que poseo y a quienes siempre tendré en gran consideración». Pocas personas «ricas e instruidas se avenían a visitarme», escribió en 1795. No obstante, «algunos hombres notables me visitaron con frecuencia, y con frecuencia conversaron conmigo durante un periodo considerable […] y esas visitas me fueron muy provechosas desde el punto de vista intelectual y moral»[4].
Las leyes contra la asociación, Combination Acts, iban dirigidas particularmente contra los obreros que producían motores o contra los mecánicos. Las leyes contra la asociación de 1799 y 1800 «habían abocado a las trade unions al mundo de la ilegalidad, en el que el secreto y la hostilidad hacia las autoridades eran intrínsecos a su misma existencia»[5]. En consecuencia, el Gobierno «llevó involuntariamente a la tradición jacobina a asociarse con las unions ilegales […]. La ley de 1799 empujó a jacobinos y sindicalistas a formar una extensa asociación». Jacobinos y spenceanos, feministas y republicanos, fueron conducidos al silencio. La clandestinidad política y social fue una defensa contra el terror.
Thompson situó el cambio en el tiempo geológico al compararlo con «la gran llanura de Gwaelod», situada veinte millas al oeste de la bahía de Cardigan. Hace siete milenios, de acuerdo con el folclore galés, las compuertas del canal no se abrieron, un esclusero borracho se distrajo con una hermosa criada, la capa de hielo se fundió, el nivel del mar subió varios cientos de metros y la llanura boscosa habitada se inundó. Desde las colinas que dominan la costa se vislumbra la gran llanura de Gwaelod. De manera similar, podemos ver a Place y Despard en el subsuelo político.
Thompson nos da «la clase obrera» sin lo común. Aunque los componentes de la clase obrera se han ampliado considerablemente desde 1963, para incluir a personas esclavizadas, criados, marineros, mineros, presos, amas de casa, y los criminalizados, la energía histórica que Thompson dio a la dinámica de la clase obrera persiste. La omisión de lo común ha tenido una consecuencia imprevista. Cuando retornó como noción de investigación, en el siglo XXI, tras el colapso de la URSS y con la expropiación de aldeas en China, África, Iberoamérica y el sur de Asia, lo común carecía de cualquier noción de clase obrera.
David Bollier y Lewis Hyde han efectuado estudios profundos sobre lo común en la cultura, pero cuando retroceden en la historia, se retrotraen a los terrenos comunales agrícolas de tiempos feudales[6]. Avanzan, además, de los terrenos comunales agrícolas a lo común en la cultura y en la información, sin considerar qué ocurrió desde el punto de vista cultural y agrícola en el periodo intermedio de la historia en el que la manufactura y la mecanización se convirtieron en formas de producción dominantes. La manufactura promovió la división del trabajo. Podemos seguir también la división del trabajo en el campo, con el pastor, el techador, el carretero y el guardés. Históricamente, sin embargo, la división alcanza su mayor significado con la esclavitud: en las plantaciones, en ocasiones denominadas «fábricas en el campo». Al omitir la manufactura, Bollier y Hyde omiten también la clase, o el origen del proletariado. Por eso es necesario acudir a E. P. Thompson.
Thompson menciona lo común una vez, pero no en sus propias palabras sino en las del líder cartista Feargus O’Connor (1794-1855), el carismático y pelirrojo orador y editor irlandés. Sobrino de Arthur O’Connor e hijo de Roger O’Connor, Feargus O’Connor era heredero de la Rebelión de 1798 y descendiente de reyes irlandeses. Por la época en la que Despard fue ejecutado, él era escolar en Portarlington, el mismo condado del que procedía Despard. Su hermano luchó con Bolívar. A diferencia de Despard el insurrecto, O’Connor defendía los mítines masivos y las peticiones enormes. Mientras estaba en prisión (1840-1841), elaboró sus teorías sobre la tierra. Por mucho que se jactara de haber «aplanado todas esas cercas diminutas», su plan agrario fue un fracaso. En 1843, publicó The Employer and the Employed, un diálogo ficticio entre un fabricante y un tal Robin ya anciano, del que Thompson extrae su cita.
Feargus O’Connor comienza The Employer and the Employed con versos de «La aldea desierta» de Goldsmith: «La maldad domina la tierra, presa de males crecientes, / donde la riqueza se acumula y los hombres merman». El poema de Goldsmith se publicó en 1760, muy poco antes de la insurrección de los Chicos Blancos, campesinos irlandeses que se oponían a los cercamientos de sus bienes comunales. Como Goldsmith, Feargus creció también en el condado de Meath, aunque su familia estaba compuesta por poderosos terratenientes del condado de Cork. Goldsmith visitó Irlanda justo antes de escribir «La aldea desierta». Podemos ver el poema como resultado de la investigación concreta en vísperas de la erupción volcánica de los Chicos Blancos. Si la colonización inglesa de Irlanda incluía la «plantación», cuando el Imperio volvió a golpear, una de las formas fue la «trasplantación». «La maldad devora la tierra» cuando la «tierra» carece de nacionalidad; se trataba de Inglaterra e Irlanda. O’Connor construye un relato nacional: «En eso descansa que podamos ver la restauración de los viejos tiempos de Inglaterra, de la vieja comida inglesa, las viejas fiestas inglesas, y la vieja justicia inglesa, y que cada hombre viva con el sudor de su frente; cuando la cárcel era un terror para los malvados, y no un refugio para los pobres, cuando los duros campesinos honrados eran el orgullo del país, cuando el tejedor trabajaba con su propio telar, y desentumecía sus miembros en su propio campo, cuando las leyes reconocían el derecho del pobre a una abundancia de todo»[7].
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