Название: Detrás de la máscara. Vol II
Автор: XPM
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Detrás de la máscara
isbn: 9788418911903
isbn:
Callia susurró:
—Lewis, propongo quedarnos aquí, vigilaremos por turnos.
—Me parece bien, no podemos salir ahora, estaríamos expuestos a muchos más peligros y hoy hay muchas nubes para ver algo… —responde Callia.
—Ok, no veo mejor opción, empiezo yo…
—No, yo he dormido mucho rato y plácidamente, todavía no tengo esa costumbre de estar en alerta permanente… —dice Shamsha con tono imperativo.
Charles asintió levemente, estaba segura de que los demás no confiaban en su capacidad de centinela, pero cedieron rápidamente. El cansancio de todos estos meses, la escasa comida ingerida desde que salieron del laboratorio y el agotamiento mental de la tensión que nunca termina, produjeron que la «mosquita muerta» quedara a cargo de los «tres guerreros».
—Tranquilos, podéis dormir como princesas, yo nunca me duermo si no quiero…
¡CRRAAAAASSSSHHHHHHHH!
Shamsha se despertó de un sobresalto, «joder, Sham, te has dormido, pero ya no más».
Los demás no se percataron de ello, de todas formas no veía sus caras, estaba segura de que Callia no estaba dormida, no la veía, solo sentía el roce de su piel en contacto con su brazo; a Charles lo tenía pegado en el otro, los oía respirar muy despacio, pero sabía que si ella se había despertado con el ruido, ellos también. El estómago le empezó a doler, tenía una gran presión, nunca se perdonaría si por su culpa e insensatez los demás habían corrido peligro…
—Tranquila, bella durmiente, se ha desplomado un pedrusco… —le dice Callia.
—Ehh, yo…
—No pasa nada, es acostumbrarse, yo no duermo casi nunca…
—Ehhhh, yo lo…
—Descansa, Sham, no te preocupes.
Estaba amaneciendo, poco a poco la claridad se adueñaba de los escombros, aunque la oscuridad seguía siendo la reina de las cuevas, debido a los derrumbamientos, creaba una reconfortante sensación de seguridad.
—¡Buenos días!, tienes buena cara —dice Charles mirando a Shamsha con una sonrisa.
Charles guiñó un ojo a la doctora, gesto inequívoco de que sabía perfectamente que había permanecido despierta diez minutos, tras acordar que vigilaría.
—¡¡Menuda vigilancia, princesa durmiente!! —dice Lewis con tono burlón.
—Ehhh, no…
Callia le susurró al oído, mientras se reía:
—Cariño, roncas…
Sentía cómo el calor se apoderaba de sus mejillas, no dijo nada, únicamente miró al suelo entre sus rodillas. Lewis comenzó a gatear con el arma a la espalda, con gesto serio y decidido, dijo:
—Salgamos de aquí.
Todos le siguieron de cerca, gateaban hasta la salida de la cueva, uno a uno se ponían de pie. Cuando al fin salieron al exterior, sabían que no podían perder tiempo.
—Vamos, por aquí —dice Lewis.
Shamsha no les siguió, estaba clavada, estupefacta por la belleza del amanecer. Era precioso, tonos morados, dorados y rosas, se reflejaban en sus ojos dotándolos de un brillo incandescente, hacía tanto tiempo que no veía uno que le pareció una escena extremadamente bella para guardarla en su retina, esa sería la mejor imagen en mucho tiempo que su cerebro retendría y mejoraría cada vez que la rememorara.
Creyó que los demás la acompañaban en su admiración por aquel espectáculo, pero no era así, en realidad estaban a su alrededor inspeccionando el terreno. Callia estaba nerviosa, permanecía alerta, sabía que algo les acechaba, su cara delataba que la noche había sido muy larga para ella. Volvieron todos junto a Shamsha, que seguía admirando el cielo, añoraba los atardeceres con su madre y hermana en el pueblo; recordarlo hizo que los ojos se le llenaran de lágrimas, no se acordaba de cuándo fue la última puesta de sol o el último amanecer que vio, pero lo que sí le hizo recordar es el porqué estaba ahí, tenía que dejar de ser una boba y convertirse en una luchadora, el remordimiento por haberse dormido la seguía reconcomiendo.
Se prometió a sí misma que, a partir de ese momento, se armaría de valor para todo lo que le viniera y se esforzaría más por ayudar en vez de dificultar la situación, «tú los has embaucado, no seas una idiota».
—Mamá…, snif, snif… —Se seca las lágrimas y se vuelve hacia los demás que la observaban desde detrás—. Lo… siento.
—Tranquila, tómate tu tiempo, a todos nos pasa. —Callia le apoya la mano sobre el hombro para reconfortarla.
Tenían que elegir el camino más seguro y a la vez el más corto, oían ruidos que provenían del interior del edificio, parecía como si se resintiera de dolor, oyeron otro ruido seguido de un estruendo ensordecedor.
—¡CORREEEEDDDDDDDDDD! —grita Charles desesperado.
Poniendo su musculatura al límite, corrían asustados y con desesperación, como alma que lleva el diablo, sin rumbo, uno detrás de otro, o apelotonados, se chocaban, separaban y cuando a alguno le fallaban las fuerzas, se agarraban de la mano tirando agresivamente para que no desistiera. El suelo temblaba bajo sus pies, miraban fugazmente hacia atrás al edificio en el que habían pasado la noche, se derrumbaba estrepitosamente, se habían librado por poco de morir aplastados…
Un edificio imponente en su momento de esplendor, un gigante de cristal de esas maravillas de la ingeniería moderna.
Ahora caía sin freno, toneladas de cristal y escombros eran vomitados sin piedad sobre la arteria principal de la ciudad.
El bloque se precipitaba hacia el suelo, grandes trozos se desprendían y no podían escapar. Sabían que su destino estaba escrito, corrían sin descanso, pero no llegarían a distanciarse y sobrevivir. La desesperación los impulsaba a convertirse en velocistas de élite, más y más rápido, la boca tenía un sabor: sangre.
Miraban a su alrededor para buscar una solución rápida a la situación, la mente de Shamsha estaba bloqueada, el pánico se había apoderado de todo su sistema, «no, así no», no sentía las piernas, sabía que corrían, pero ella no les daba órdenes, miraba a los demás, se libraban por poco de morir aplastados por los desprendimientos, oía cómo detrás de ellos todo quedaba destruido...
—¡POR AQUÍ! —grita Lewis.
Se introdujeron con rapidez en el interior de un enorme tráiler mecanizado (Nota del autor: los tráileres mecanizados, eran enormes naves autónomas, muy resistentes, sin conductor, transportaban materiales peligrosos o de alto valor económico, cuando todo СКАЧАТЬ