Esta no es la vida que pedí. Michealene Cristini Risley
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Название: Esta no es la vida que pedí

Автор: Michealene Cristini Risley

Издательство: Bookwire

Жанр: Зарубежная психология

Серия: Para crecer

isbn: 9786076122143

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СКАЧАТЬ radial de mi brazo estaba dañado, y no podía usar mis dedos ni levantarlo. La primera vez que intentaron ponerme de pie para caminar, me desmayé. Después de estar hospitalizada durante casi dos meses y someterme a diez cirugías, finalmente fui dada de alta y volé de regreso a San Francisco.

      ”En los días posteriores se sucedió una ráfaga de entrevistas sobre la masacre de Jonestown. No me permitieron quedarme en mi casa, debido a las amenazas de muerte, así que me fui a vivir con una amiga. Todavía tenía en mi cuerpo dos balas, que los médicos consideraron demasiado arriesgado sacar. Nunca aparecí en público sin usar varias capas de ropa, para cubrir lo que había empezado a creer que era un cuerpo repulsivo y desfigurado. En los años que siguieron tuve que soportar meses de fisioterapia para recuperar el uso de mi brazo.

      ”Tenía veintiocho años. Era una mujer soltera, que apenas podía alimentarse sola, cuyo cuerpo estaba lisiado y marcado. Pero un día me di cuenta de que si iba a superar aquello, de que si alguna vez iba a salir adelante, tenía que encontrar la manera de no quedar atrapada en la autocompasión.

      ”El momento exacto en que me reconcilié con lo que había sucedido en Guyana ocurrió años después, en una playa llena de gente en Hawái. Aquel cuerpo desfigurado con el que caminaba era el mío; sin embargo, la alegría que sentía por el solo hecho de estar viva, era más grande que mis inseguridades. Había llegado a la conclusión de que el cuerpo de una persona es irrelevante, y que la belleza física es un asunto superficial. Estaba discapacitada, pero no creía que una discapacidad de cualquier tipo me impidiera vivir una vida plena y maravillosa. En todo caso, mi cuerpo desfigurado me había abierto los ojos respecto del prejuicio que solemos albergar hacia aquellos que son diferentes.

      ”Ese día me puse un traje de baño y crucé la playa de Hawái mientras la gente miraba las cicatrices de mis heridas de bala. Seguí caminando. Y con cada paso aprendí que, por difícil que sea, solo tienes que dar el siguiente. Solo tienes que obligarte a hacerlo. Mi tiempo de morir no había llegado aquel día de noviembre, en la selva. Pero sin duda alguna, este sí era mi tiempo de vivir”.

      La vida no ofrece garantías

      “Sobreviví a la masacre en Guyana, y terminé casada con un médico de urgencias. También fui elegida para servir en la legislatura de California. Tuvimos nuestro primer hijo, y la vida empezaba a ser tal como la había soñado. Intentamos tener más niños, pero después de dos abortos espontáneos, tratamientos de fertilidad y una adopción fallida, Steve y yo decidimos renunciar a nuestro sueño de incrementar la familia. Me lancé entonces a una campaña estatal para convertirme en Secretaria de Estado de California, pero, milagrosamente, tres meses después supe que estaba embarazada. Los médicos diagnosticaron que se trataba de un embarazo de alto riesgo. En consecuencia, me retiré de inmediato de la campaña, para centrarme en la salud del hijo que esperaba.

      ”Un lluvioso día de enero, cuando tenía tres meses de embarazo, iba de camino a Sacramento cuando mi secretaria me localizó para decirme que Steve había tenido un accidente automovilístico. Inmediatamente llamé a la sala de emergencias y hablé con el médico tratante. Por su voz, me di cuenta de que las heridas de mi esposo eran graves. Yo estaba a una hora de distancia. Me apresuré a ir al hospital, temiendo lo peor.

      ”Una vez que llegué, me pareció que pasaron horas antes de que me dejaran ver a Steve. Cuando finalmente pude verlo en la unidad de cuidados intensivos, tenía una válvula en la cabeza y se hallaba conectado a un respirador. Su cuerpo estaba tibio, pero las máquinas indicaban que ya no tenía función cerebral. Lo besé. Lo abracé. Le dije que lo amaba, aunque sabía que no podía oírme. No podía creer que otra pesadilla se estuviera desarrollando frente a mí.

      ”Más tarde me enteré de que un conductor sin frenos ni seguro de auto se había pasado una señal de alto a toda velocidad, y después de perder el control, chocó de lado con el vehículo de Steve. Su negligencia mató a un hombre talentoso, cariñoso y lleno de vida. Ahora yo era una viuda, embarazada y con un hijo pequeño.

      ”La pérdida de mi esposo fue traumática. Ni siquiera quería salir de la cama. Pero en realidad, no tenía opción. Yo era el único sostén de dos niños, uno de ellos todavía por nacer. Steve no tenía seguro de vida, por lo que su muerte fue un desastre emocional y económico. Tuve que vender todo, incluyendo mi casa. Pasé los siguientes ocho años criando a dos hijos como madre soltera.

      ”Hoy, muchos años después, tengo la suerte de llevar una vida alegre y feliz. Estoy casada con un hombre maravilloso, Barry Dennis, a quien conocí en una cita a ciegas. Él era un soltero empedernido; sin embargo, cinco meses después, ¡estábamos comprometidos! Mis hijos son unos adultos felices, bien adaptados y saludables.

      ”Quiero que las mujeres recuerden que cuando la vida las deje solas, tiradas a media pista, ya sea por la devastadora pérdida de un ser querido, el desmoronamiento de un sueño de toda la vida, la pérdida de un trabajo, o por eventos que ponen nuestro mundo de cabeza, siempre pueden aprender a caminar de nuevo. Soy una prueba viviente de que las mujeres pueden reinventar y reconstruir sus vidas, sin importar las adversidades que hayan enfrentado”.

      Cuando la vida no sea lo que pediste, comienza de nuevo

      Una de las cosas más difíciles que alguna vez

      tendrás que hacer, querida mía,

      es llorar la pérdida de una persona que aún está viva.

      ANÓNIMO

      Muerte y divorcio

      “Han pasado veintitrés años desde que mi esposo, John Zimmerman, murió de glioblastoma en etapa 4, el tipo más agresivo de cáncer cerebral”, dice Jan Yanehiro.

      “John tenía cuarenta y seis años; yo, cuarenta y siete. Habíamos estado casados por veintidós años. Nuestros hijos tenían doce, diez y seis años cuando lo perdimos. Me complace decir que los niños crecieron y se convirtieron en adultos extraordinarios, y a los setenta, yo todavía trabajo (y me encanta).

      ”Y para que conste: sí, pienso en John con frecuencia. Lo extraño sobre todo cuando me doy cuenta de cuántos momentos especiales se perdió en la vida de nuestros hijos: licencias de conducir, bailes de graduación, actuaciones en obras escolares y competencias de natación, empleos de verano, graduaciones del bachillerato, graduaciones de la universidad, empleos después de la universidad y la boda de nuestra hija. Las lágrimas brotan de mis ojos en momentos inesperados, como este, mientras escribo.

      ”Dos años y medio después de la muerte de John, me volví a casar. El matrimonio duró diez años y terminó en divorcio. Alguien me preguntó una vez qué era más difícil, perder un esposo por muerte o por divorcio. Sin vacilar, respondí: ¡por divorcio! Está bien, tal vez sin el signo de exclamación, pero el divorcio fue más difícil.

      ”La muerte es definitiva. No hay nada que puedas hacer al respecto. John no quería morir. Estaba seguro de que vencería el cáncer cerebral. No pudo. En contraste, el divorcio es hiriente, mordaz y traicionero. La traición lastima tan profundo que, incluso diez años después, apenas estoy empezando a sentir que las heridas no son tan profundas. Creo que eso significa que estoy sanando. Una persona me preguntó con curiosidad por qué me había divorciado. Mi respuesta fue simple: me engañó.

      ”Si ahora parezco tan firme, tan segura, tan clara mientras escribo СКАЧАТЬ