Название: Arsène Lupin. Caballero y ladrón
Автор: Морис Леблан
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
isbn: 9789877477344
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En el fondo de mí, bendije a Arsène Lupin. ¿No había sido él quien nos acercó? ¿No fue gracias a él que pude entregarme al más hermoso de los sueños? Sueños de amor, pero no inalcanzables, ¿por qué no habría de decirlo? Los Andrésy son de un buen linaje, pero se había desfigurado un tanto y a mí no me parecía indigno de un gentilhombre soñar con devolverle el brillo perdido.
Además, estos sueños no ofendían en nada a Nelly. Su mirada sonriente me autorizaba a tenerlos. La dulzura de su voz me infundía esperanzas. Hasta el último instante, acodados en la borda, permanecimos el uno junto al otro mientras la línea de las costas americanas desfilaba ante nosotros.
Se habían suspendido las indagatorias. Estábamos a la espera. Desde primera clase hasta entrecubierta, donde hormigueaban los inmigrantes, todos aguardábamos el momento supremo en que por fin quedaría explicado el enigma insondable. ¿Quién era Arsène Lupin? ¿Con qué nombre, detrás de qué máscara se escondía el famoso ladrón?
Y entonces llegó ese gran momento. Así viva un siglo, no olvidaré ni el menor detalle.
–Está muy pálida, miss Nelly –le dije a mi acompañante, que se apoyaba desfalleciente en mi brazo.
–¡Y usted! –me contestó–. ¡Oh, qué cambiado está!
–¡Imagínese! Este momento es intenso y me alegra vivirlo a su lado. Este recuerdo perdurará en mi memoria...
No me escuchaba, se sentía anhelante y afiebrada. Bajaron la pasarela, pero antes de abrirnos el paso, abordaron diversos individuos: aduaneros, uniformados, personal de correos.
Miss Nelly balbuceó:
–Se me figura que Arsène Lupin se escapó en medio del viaje. No me sorprendería.
–Quizá prefirió la muerte al deshonor y se lanzó al Atlántico antes de ser detenido.
–No se burle –dijo nerviosa.
Me sobresalté y, como ella me miró inquisitiva, le dije:
–¿Ve usted a ese anciano diminuto al final de la pasarela?
–¿El que lleva un paraguas y el capote verde oliva?
–Es Ganimard.
–¿Ganimard?
–Sí, el famoso policía que juró que detendría a Arsène Lupin. Ahora entiendo por qué no llegaban noticias de este lado del océano. Aquí estaba Ganimard. No le gusta que otros se ocupen de sus asuntos.
–Pero entonces, ¿es seguro que detendrá a Lupin?
–¿Quién sabe? Creo que Ganimard no lo ha visto nunca, salvo maquillado y disfrazado. Si por lo menos supiera con qué nombre se esconde.
–¡Oh! –exclamó con la curiosidad algo cruel de las mujeres–. ¡Me gustaría ver cómo lo detienen!
–Paciencia. De seguro que Arsène Lupin ya se dio cuenta de que aquí está su enemigo. Va a querer salir entre los últimos, cuando el viejo se haya cansado.
Comenzó el desembarco. Apoyado en su paraguas, con aire de indiferencia, Ganimard fingía que no prestaba atención a la muchedumbre que se apretaba entre las barandillas. Observé que un oficial de abordo, apostado a sus espaldas, le decía algo de vez en cuando.
Pasaron el marqués de Raverdan, el mayor Rawson, el italiano Rivolta y otros, muchos otros... Entonces vi que se acercaba Rozaine.
¡Pobre Rozaine! No parecía que se hubiera recuperado de sus desventuras.
–Quizá sí es él –me dijo miss Nelly–. ¿No le parece?
–Creo que sería muy interesante tener una fotografía de Ganimard y Rozaine juntos. Tome la cámara, yo voy muy cargado.
Le entregué el aparato, pero demasiado tarde para que lo accionara. Rozaine pasó. El oficial se inclinó a la oreja de Ganimard, quien se encogió ligeramente de hombros y Rozaine siguió su camino.
–Entonces, Dios mío, ¿quién es Arsène Lupin?
–Sí –dijo ella–. ¿Quién es?
No quedaban a bordo más de unas veinte personas. Miss Nelly las observaba una por una confundida y temerosa de que no estuviera el famosos ladrón entre ellas.
Le dije:
–Ya no podemos esperar más.
Avanzó y la seguí, pero no habíamos dado diez pasos cuando Ganimard nos detuvo.
–Y bien, ¿de qué se trata esto? –exclamé.
–Un momento, monsieur. ¿Qué prisa tiene? –me preguntó.
–Vengo con la señorita.
–¡Un momento! –repitió con un tono más imperioso.
Me observó detenidamente y enseguida me dijo, fijando la vista en mis ojos:
–Arsène Lupin, ¿no es cierto?
Me reí.
–No, yo soy Bernard d’Andrésy simplemente.
–Bernard d’Andrésy murió hace tres años en Macedonia.
–Si Bernard d’Andrésy hubiera muerto, yo ya no estaría en este mundo, pero no es así. Aquí tiene mis papeles.
–Son los de Andrésy. Y será un placer explicarle cómo los consiguió.
–¡Está usted loco! Arsène Lupin se embarcó con el nombre de R.
–Sí, otro truco suyo. Una pista falsa tras la cual los lanzó a todos. ¡Vaya que tiene recursos, joven! Pero esta vez se le volteó la suerte. Basta, Lupin, sea un buen jugador.
Dudé un instante. Me dio un golpe seco en el antebrazo derecho. Lancé un grito de dolor y me lastimó la herida todavía sin cerrar de la que hablaba el telegrama.
En fin, había que resignarse. Y giré hacia miss Nelly, que escuchaba pálida e insegura.
Nuestras miradas se encontraron. Luego, bajó los ojos a la Kodak que le había entregado. Hizo un gesto brusco y me dio la impresión o, más bien, la certeza de que entendió todo de súbito. Sí, ahí, entre las estrechas paredes de tela negra, en las cavidades del pequeño objeto que había tenido la precaución de depositar en sus manos antes de que Ganimard me detuviera, se encontraban los veinte mil francos de Rozaine y las perlas y los diamantes de lady Jerland.
–¡Ah! Juro que en ese solemne momento en que me rodearon Ganimard y dos acompañantes suyos todo me era indiferente: la detención, la hostilidad de la gente. Todo menos la decisión que tomaría miss Nelly sobre el objeto que le había confiado.
No quería imaginarme que ellos tuvieran esta prueba СКАЧАТЬ