Название: Curso de sociología general 2
Автор: Pierre Bourdieu
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
Серия: Biblioteca clásica de siglo veintiuno
isbn: 9789878010915
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Así, el objeto de la sociología es, a la vez, la descripción del campo de fuerzas y la descripción de las respectivas visiones, las luchas para imponer la visión de uno, luchas por el monopolio de la visión legítima sobre el campo de fuerzas, lo que define la ortodoxia; orthé doxa (ὀρθὴ δόξα) quiere decir “opinión recta”. En el campo intelectual, cosa muy interesante, no hay verdaderamente ortodoxia, no hay un jurista intelectual que diga: “Así está la popularidad este año, Fulano está en baja, Mengano sube”. De ahí la tentación a la que el sociólogo está expuesto: “No hay jurista y hace falta uno; voy a ser yo quien diga el verdadero palmarés”. Una de las réplicas al análisis de Pivot sería decir: Pivot no es sociólogo, la muestra es lamentable, inservible, no tiene sentido, no es representativa, por ejemplo porque, entre las personas consultadas, no hay ningún escritor de las Éditions de Minuit –esta observación es cierta [risas en el auditorio], pero está en relación con mi posición–,[56] aunque haya algunos entre los elegidos, lo cual es interesante (voy a explicar por qué). Una de las tentaciones del sociólogo, por ende, es ser lo que los romanos llamaban censor, el censor, el aguafiestas que denuncia un “ejercicio ilegal de la sociología”. Es muy importante: todo el tiempo hay ejercicio ilegal de la sociología. Ahora bien, la sociología no puede defenderse por razones sociales que sería interesante estudiar. El caso de los sondeos de opinión no es tan diferente.[57] Frente al ejercicio ilegal de la sociología, puedo sentir la tentación de reafirmar la autoridad legítima de la ciencia y, para eso, hacer un peritaje de comprobación. Voy a decir que la muestra no es buena, que hay una sobrerrepresentación de los periodistas-escritores y los escritores-periodistas. Por lo tanto, voy a discutir los criterios de selección de los jueces. Si, como dije hace un rato, es cierto que uno de los objetivos es instituir jueces, entonces voy a instituir otros jueces. Pero si el criterio de selección de esos jueces es lo que gobierna el juicio que voy a producir, no salgo del círculo. Al comienzo, puedo decir que el punto de partida tienen que ser los premiados con el Nobel y seguir con todos los índices de consagración… Esta es una técnica utilizada por los sociólogos estadounidenses que trabajan sobre las élites[58] y que Pivot reinventa sin saberlo: se toma a los veinte primeros, determinados por indicadores que se denominan “reputacionales”, como la cantidad de citas, y se pide a esos veinte primeros que digan quiénes son los otros; se llega así a una lista de cien o ciento cincuenta nombres de la cual puede decirse que reúne a las personas importantes. Aquí, entonces, estamos frente a una técnica social de selección que tiene sus garantes científicos, y podrá decirse que los sociólogos no son científicos, porque X dice que está bien, pero Y, que está mal.
Por lo tanto, esta encuesta está socialmente fundada. Hay varios criterios. El criterio universitario no es adecuado si se quiere establecer el palmarés de las personas que tienen el peso social más rotundo en los medios: según he oído, es un criterio que se toma en cuenta en algunas redacciones de revistas (por ejemplo, cuando se preguntan de qué libro, entre los que han llegado, habrá que hablar esta semana). Si se trata de medir el peso en los medios, nada mejor que consultar a las personas que son los mejores jueces de dicho peso y, al mismo tiempo, quienes lo producen. Una propiedad de esos universos circulares es que la percepción produce la cosa. Tenemos aquí un círculo absoluto: se pide a la gente que perciba algo que ella misma contribuye a producir. Lo que puede hacer la ciencia, en un caso como ese, no es responder con una crítica científica, es describir las condiciones sociales de producción del objeto, los mecanismos sociales, dado que la verdad de la encuesta no es su resultado, sino la encuesta misma. En el caso específico, el objeto de la ciencia ya no es decir quién es el mayor intelectual francés, sino saber cómo puede producirse esta cuestión, qué quiere decir y por qué no se plantea la cuestión del mejor de los jueces franceses.
Por consiguiente, es una cuestión sobre lo que es un campo, sobre el grado de institucionalización del campo, habida cuenta de que una de las propiedades del campo intelectual es no tener instancia de legitimidad. Pero con eso se plantea la cuestión muy general de los campos: ¿existen instancias legítimas para decidir instancias de legitimidad? En otras palabras, ¿hay un juez de los jueces? En otro encuentro[59] retomaré este problema que –lo indico al pasar– me parece uno de los problemas de El proceso de Kafka:[60] ¿hay un juez para juzgar a los jueces? Esta es una cuestión muy general que puede parecer resuelta en los campos donde las competencias están institucionalizadas, repartidas: hay un jefe de los jueces, un tribunal que dice la jerarquía de los jueces. En el caso del campo intelectual, como la institucionalización no está avanzada, no hay juez para juzgar a los jueces. La cuestión puede plantearse, a condición de saber plantearla.
La universalización del juicio particular
Dije que la gente de Lire dio un golpe de fuerza porque universalizó el juicio de una categoría particular, los escritores-periodistas y los periodistasescritores, que son una categoría dominada en el campo intelectual pero dominante desde el punto de vista del poder de consagración a corto plazo (tiene efectos sobre la edición, etc.). Mediante este golpe de fuerza –es decir, mediante la universalización de un juicio colectivo interesado–, esos agentes contribuyen a transformar la visión del campo y, al mismo tiempo, a transformar el campo. La transformación de la visión de un campo –otra proposición muy general– tiene más posibilidades de transformar el campo cuanto menos constituida esté la visión dominante de este.[61] Sus posibilidades de éxito se reducirían en un campo cuya visión dominante esté muy institucionalizada, vale decir, que sea jurídica: si todas las mañanas se publicara el índice de popularidad de los intelectuales oficiales, medido con indicadores objetivos (el Citation Index,[62] etc.), es probable que, como golpes de ese tipo serían auto[destructivos (¿?)], a nadie se le ocurriría siquiera darlos. Para que exista la posibilidad de concebir un golpe como este, las relaciones entre el campo intelectual y el campo del periodismo deben ser tales que el golpe no parezca una locura.
El golpe, una vez dado, ¿mediante qué se ejerce? Por medio del efecto de codificación que consiste en reemplazar lo que los juristas árabes llamaban “consenso tácito de todos”. Entre los juristas, la cuestión de saber quién tiene derecho a juzgar también se plantea, pero ellos hacen creer que está resuelta. Cuando yo juzgo, ¿juzgo en nombre de los intereses de los dominantes o de los dominados? Aquellos dicen: “Existe el consenso de todos”. Cuando se trata del campo intelectual, podemos decir que hay un consenso tácito de los doctores que puede manifestarse en procesos de cooptación, en referencias, en maneras de citar o no citar, etc. Es un consenso tácito de todos. En el caso del palmarés de Lire, se pasa a una СКАЧАТЬ