Название: La Tragedia De Los Trastulli
Автор: Guido Pagliarino
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Жанр: Полицейские детективы
isbn: 9788835424765
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En esos mismos días, cuatro políticos centristas murieron de infartos, casi uno detrás del otro, coincidencia insólita, aunque no del todo imposible.
Las autoridades procuraron que los ciudadanos no llegaran a conocer estos hechos y otros menores por mucho tiempo, ¿tal vez para evitar arranques de preocupación en el pueblo? Más probablemente por un desprecio autoritario al derecho a la información.
Tampoco Vittorio y, como él, nadie de nuestro Cuerpo de la Guardia de la Seguridad Pública oyó hablar del proyecto subversivo y lo mismo debió pasar en los demás cuerpos de Policía:28 el plan se había mantenido magistralmente en un absoluto secreto.
La noticia solo se supo en 1967 y, relatada por el semanal L’Espresso, sería divulgada por este el 14 y el 21 de mayo de ese mismo año, con una investigación periodística, convirtiéndose en dominio público. Entre otras cosas, se supo que solo en diciembre de 1965 y no antes, es decir, al final de un largo periodo de indecisión de los poderes políticos, el Comandante General de los Carabineros y excomandante de los servicios secretos había sido destituido de su cargo y había corrido el rumor, seguramente por informaciones de la omnipresente agencia de espionaje estadounidense, la CIA, de que si ese general de un cuerpo armado resultaba ser el cerebro del plan subversivo, este podía haber sido voluntad de ciertos políticos importantes de la derecha democristiana
Después de mayo de 1967, y gracias a los artículos de L’Espresso, se constituiría por fin una comisión parlamentaria de investigación sobre los hechos. ¿Sus conclusiones? Se habría tratado de un plan de emergencia especial tutelado por el orden público, «un lamentable desvío», pero no un intento de golpe de Estado.
FOTOGRAFÍA FUERA DEL TEXTO
La primera página del número 21 del 21 de mayo de1967 de la revista L’Espresso
Aristide Trastulli, que salió de su tienda a las siete de la tarde del sábado, 18 de julio de 1964 para dar un paseo corto en solitario, había desaparecido.
Todavía no habían aparecido los primero teléfonos móviles, así que los familiares no pudieron llamarle para saber dónde estaba. Ya hacia las diez de la noche, la mujer y sus dos hijos denunciaron la desaparición en la comisaría: la ley italiana de ese momento, contrariamente a las de otros Estados, no consideraba necesario que, antes de poder proceder al aviso de la desaparición de un familiar o pariente a un cuerpo de Policía, hubieran transcurrido cierto número de horas o incluso días, de hecho, consideraba que sería mayor la posibilidad de encontrar a la persona si se actuaba lo antes posible.
El funcionario de turno encargado de recoger la denuncia, un brigada llamado Pitrini, después de invitar a sentarse al trío delante de su mesa, les preguntó:
—¿Hay alguien en casa?
Arturo le respondió:
—Sí, mi mujer con mis hijas.
—Su padre podría haber vuelto mientras ustedes venían aquí. Para empezar y hacer bien las cosas, ¿me dan su número de teléfono?
Tras recibirlo, había llamado usando el disco del aparato que tenía sobre la mesa, pasando de inmediato el auricular a la madre.
Clodette respondió, para su decepción:
—No, por desgracia no está. Tampoco ha telefoneado.
La suegra suspiró y, sin despedirse de la nuera, devolvió el auricular al brigada.
El funcionario colgó y a continuación ordenó a un agente de su oficina, un tal Bianchini, que llamara a todas las casas de socorro de Turín preguntando si un tal Aristide Trastulli había sido ingresado allí.
El agente lo hizo. Tiempo después comunicaría al brigada que no había nadie con esos datos.
Entretanto, el brigada preguntó a los denunciantes si habían traído alguna foto del hombre.
—Sí, lo habíamos pensado: dos fotografías —le respondió la señora Iride. Sacó de su bolso una foto a color de su marido, de cuerpo entero, y una foto de carnet en blanco y negro, igual que la que aparecía en su documento de identidad. Se las alargó al brigada.
Pitrini las dejó sobre su mesa y ordenó al agente mecanógrafo que se sentaba poco distante, listo para pulsar la teclas de su máquina:
—Te las llevas después y las adjuntas al expediente. Empezamos a escribir. —Preguntó a los denunciantes—: ¿Cuándo han visto por última vez al desaparecido?
La madre dijo:
—Poco después de las siete de la tarde, inmediatamente después de cerrar nuestra tienda…
—… ¿Situada?
—La tienda Trastulli está en via Garibaldi, casi en la piazza Statuto, unos treinta metros antes.
—Ah, sí, una tienda con muchos escaparates, la conozco.
—Sí, decía que mi marido salió inmediatamente después de cerrar, saliendo de la trastienda junto a sus dependientes, mientras que nosotros, como todas las tardes, nos quedamos para hacer la caja y comprobar que todo estaba bien antes de irnos. La mayor parte de las veces nos íbamos con él en el coche, pero esta tarde no ha dicho que, para abrir el apetito, quería dar un corto paseo por su ruta habitual.
—Detállemelo, deberemos empezar a buscarlo en esas calles.
—Saliendo de la tienda en via Garibaldi, gira a la izquierda en corso Valdocco, luego gira a la derecha en via del Carmine, continúa hasta la piazza Savoia, gira a la derecha en via della СКАЧАТЬ