Название: Las Escuelas De La Sabiduría Ancestral
Автор: Dr. Juan Moisés De La Serna
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Жанр: Книги для детей: прочее
isbn: 9788835422969
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Lo había visto en otros pueblos, que el nuevo regente, acababa con toda la familia del anterior, para evitar así rencillas y traiciones, pero que tratasen de acabar también con el personal de confianza del anterior, era nuevo para mí.
Pero todo había cambiado tanto y tan rápido, los antiguos sacerdotes, quienes fueron desterrados con la llegada de mi faraón, alejados por aprovecharse del pueblo, cercenar su fe y doblegar su esperanza, ahora habían vuelto al poder, de la mano del jefe del ejército convertido ahora en nuevo faraón. Un acto de alta traición que estaba castigado con la pena de muerte, por lo que sólo habían tenido una oportunidad para hacerse con el poder, y lo habían conseguido.
Supongo que llevarían mucho tiempo planeándolo y que habían esperado hasta el último momento para ponerlo en marcha, pues la eficacia de aquel golpe de estado se había basado en una acertada suma de circunstancias, en el que había intervenido hasta el nivel del cauce del sagrado río, conocimiento sin duda reservado sólo para unos pocos sabios, capaces de predecir los movimientos cíclicos de aquel colosal caudal.
Una extrema sequía, que se producía cada cierto número de lunas, había provocado el desaliento del pueblo que veía como se acumulaban las desgracias en los últimos años, y a todo ello, se le sumaba una posible guerra. Una acumulación de desgracias usadas inteligentemente para atacar la imagen del faraón, presentándolo como alguien débil y de actuación errática, dañando así su imagen, preparando con ello al pueblo para el cambio que ellos mismos tenían previsto.
Quizás ahora en la distancia puedo verlo claro, pero no me imagino cómo pudieron condenar a tantos al hambre y la desesperación, con la única intención de forzar la salida del faraón. Y resulta que la amenaza de guerra por parte de nuestros enemigos más feroces, no era sino una estratagema de distracción, pues al poco de subir éste nuevo faraón se anunció un acuerdo de paz, que por supuesto ya tendrían previamente pactado.
Todos fuimos víctimas de sus conjuras, las mismas que los llevaron a alcanzar su objetivo, el poder, sin tener en cuenta las penurias provocadas, las vidas cercenadas, ni las familias desechas. Una extraña victoria para quienes se supone, deben velar y cuidar por el pueblo.
Unas artimañas con las cuales no puedo estar más en desacuerdo, no sólo por la parte que me toca como perdedor en una contienda que nunca existió, sino por haber hecho rehén al pueblo, que lejos de llegar a comprender lo que sucedía, sufría la amarga agonía del hambre, y todo por una ambición sin límites, que se vio colmada sobre cualquier otro fin.
Quizás el pueblo perdone e incluso olvide, pero me parece de las peores formas posibles de conseguir lo que se propone un faraón que se mancha las manos con la sangre de su propio pueblo, que es capaz de sacrificar a aldeas enteras para provocar un enfrentamiento con nuestros vecinos y desestabilizar así la paz en la región, que a sabiendas de la necesidad de grano de las tierras del sur, consiguió frenar la generosidad con los pueblos del norte, despertando envidias y rencillas ya olvidadas hace tiempo. Agrandando los efectos de una hambruna que no tenía por qué haberse producido si se hubiese contado con la solidaridad de todos.
Y para colmo, los responsables delante del pueblo somos nosotros, los que hemos sufrido el engaño y la traición, ahora también debemos de dar cuentas, con nuestra propia vida, de lo que se supone es una mala gestión de los recursos, en perjuicio del pueblo.
¡Qué ciego y necio puede llegar a ser el pueblo!, dominado por sus instintos más básicos, cuando arrecia el hambre y la desesperación. ¡Qué dúctil y maleable es su voluntad!, alentado por la venganza y la sed de justicia, y no se dan cuenta de que quienes les tiende ahora la mano, son precisamente los que les ha traído la desgracia. Que el nuevo señor que con tanto fervor están dispuestos a servir, es aquel que, sin miramientos, ha dispuesto su desgracia y aniquilación.
Pero todo eso que antes ocupaba mis pensamientos me parece ahora tan banal, teniendo una vida a mi cargo, de la que cuidar y proteger. Apenas sé nada sobre él, ni tan siquiera el tiempo que lleva sin alimentarse ni beber. Era una sensación extraña, toda la vida la había pasado sabiendo que no tendría descendencia, tal y como lo requería mi servicio, y ahora, sin esperarlo tenía lo más parecido a uno.
Quizás si fuesen otras la circunstancias, podría acercarme a una aldea, para con mis pocos recursos comprarme un lugar donde vivir y comer, mientras encontraba trabajo, para darle así cierta estabilidad en la que poder crecer y desarrollarse, procurándole que fuese formado por los mejores maestros para que así tuviese un futuro con mayores oportunidades.
Pero no creo que se merezca la vida de exilio a la que ya me había mentalizado realizar, huyendo de los lugares habitados, durmiendo bajo las rocas o a la intemperie, comiendo lo que la tierra provee y en ocasiones, aguantándome el hambre hasta hallar algo que echarme a la boca.
Pero todo cambió con este crío, no puedo someterle a mi mismo sufrimiento, porque él no ha hecho nada, no tiene que purgar por sus errores, ni tan siquiera está su vida en riesgo. Nadie le persigue ni le quiere ajusticiar, sería injusto que me acompañase montañas adentro, a un territorio que me era totalmente desconocido y de lo único que sé es que ahí no llegan los designios del nuevo faraón.
Lo mejor sería dejarlo con la primera familia que me encontrase, ofreciéndole a cambio todo lo que tenía para que lo cuidasen adecuadamente, aunque nada me garantiza que cuando me aleje, no se queden con mi pago y no cumplan su parte del trato. Podría buscar algún lugar donde admitiesen a huérfanos, aunque estos escaseaban y están tan requeridos que sería difícil encontrarle plaza.
No tenía edad para trabajar, por lo que nadie le quería todavía para ocupar un oficio, así que no podía inscribirle en ningún gremio para que le enseñasen a cambio de casa y comida.
Pensándolo bien, no creo que pudiese estar en mejores manos que las mías, aunque yo nunca había criado antes a un niño, sabía cómo había que hablarlos, y tenía cierto don de gentes, por lo que podría responder a las muchas preguntas que seguro me haría, pues estaba en la edad de quererlo saber todo.
Pero si iba a permanecer a mi lado, tendría que tratarle de alguna forma sobre todo para que cuando nos encontrásemos delante de otros nos llamásemos de alguna manera. Padre e hijo, no es posible, ya que somos muy diferentes y salta rápidamente a la vista. Parientes, quizás lejanos, pero puede que tampoco funcionase.
Es posible que maestro y pupilo. Es costumbre que un aprendiz empiece cuanto antes el oficio para hacerse pronto merecedor de pertenecer a una profesión. Aunque lo que me preguntarían a continuación es sobre mi profesión, y por supuesto, ni puedo decir quién soy ni a qué me dedicaba, ya que, si llegase a oídos inadecuados, podría suponer mi muerte, dejando de nuevo huérfano al pequeño.
Aunque era poseedor de muchas habilidades, y destrezas no me faltaban, aquello era una cuestión importante, pues se esperaría que el pequeño al menos empezase a mostrar las cualidades básicas de mi profesión. Si me inventaba que era labrador, al niño le preguntarán sobre plantas; si carpintero, sobre maderas,…
Además, mi vida en la ciudad, por largos años, me ha hecho olvidar todo lo relacionado con los oficios más propios de los pueblos, pues había gozado de servidumbre, sin tener que hacer nada para conseguir aquello que requería, pues únicamente con pedirlo me lo traían enseguida.
Pero había visto a otros hacer varios oficios, desde aquellos que eran más artísticos, incluyendo a los músicos, hasta los que trabajan duramente desbrozando el campo de malas hierbas antes de sembrar, СКАЧАТЬ