Название: La vida de los Maestros
Автор: Baird T. Spalding
Издательство: Bookwire
Жанр: Зарубежная психология
Серия: Colección Nueva Era
isbn: 9788418211706
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Después de desayunar nos reunimos todos en la orilla del río. Notamos que Emilio, Jast y Neprow y cuatro personas de nuestra orilla conversaban con los cinco extranjeros. Jast se acercó hasta nosotros diciéndonos que a ellos les gustaría atravesar el río con los cinco extranjeros para pasar un momento en el otro campamento. Teníamos tiempo, ya que se había decidido esperar a la mañana siguiente y observar los signos de la crecida. Se comprenderá, que nuestra curiosidad se despertó. Consideramos un poco temerario querer franquear a nado una corriente tan rápida, para decir “buen día” a un vecino. No imaginamos que la travesía pudiera ser de otra manera. Cuando Jast se hubo reunido con el grupo, los doce hombres, todos vestidos, se dirigieron hacia la orilla y con la calma más perfecta pusieron pie sobre el agua, no digo en el agua. No olvidaré jamás mis impresiones viendo a esos doce hombres pasar uno después de otro de la tierra firme a la corriente. Contuve la respiración esperando verlos desaparecer bajo las aguas. Supe más tarde que dos de mis compañeros habían pensado lo mismo. Pero en el momento cada uno de nosotros, quedó sofocado hasta que los doce hombre hubieron pasado la mitad del río, de tal forma estábamos sorprendidos de verlos marchar tranquilamente sobre la superficie, sin la menor preocupación y sin que el agua subiera de la suela de sus sandalias. Cuando llegaron a la orilla opuesta, tuve la impresión de que me quitaba un gran peso de encima. Creo que fue lo mismo para todos, a juzgar por su sonrisa de alivio en el momento en que el último hubo acabado la travesía. Fue ciertamente una experiencia sin precedentes para nosotros.
Los siete que pertenecían a nuestro campamento volvieron para comer. Aunque nuestra sobreexcitación fue menor en esta segunda travesía, cada uno de nosotros tuvo un suspiro de alivio cuando llegaron todos a nuestra orilla. Ninguno de nosotros había dejado la orilla del río esa mañana. No hicimos demasiados comentarios sobre el suceso, ya que estábamos absortos en nuestros propios pensamientos.
Después del mediodía, constatamos que se necesitaría hacer un gran desvío por el puente para atravesar el río. A la mañana siguiente nos levantamos temprano, dispuestos para realizarlo. Antes de nuestra partida, cincuenta y dos hombres de nuestra expedición marcharon tranquilamente hacia el río y lo atravesaron como los doce de la víspera. Se nos dijo que nosotros podíamos atravesarlo con ellos, pero ninguno de nosotros tuvo suficiente fe para probarlo. Jast y Neprow insistieron en hacer el desvío con nosotros. Y nosotros tratamos de disuadirlos, diciéndoles que podíamos muy bien seguir la columna y evitarles ese trayecto fastidioso. No cedieron y nos acompañaron, diciendo que no representaba ningún inconveniente para ellos.
Durante los cuatro días que empleamos en reunirnos con los que habían atravesado el río sobre el agua, no tuvimos otro tema de conversación ni de reflexión que los notables acontecimientos de los cuales habíamos sido testigos durante nuestra corta estancia con estas maravillosas gentes. En el segundo día, y mientras subíamos penosamente una pendiente a pleno sol, nuestro jefe de destacamento que no había dicho gran cosa desde hacía cuarenta y ocho horas, gritó súbitamente: «Muchachos ¿por qué el hombre está obligado a arrastrarse y rezagarse sobre la tierra?».
Respondimos a coro que él había expresado exactamente nuestro pensamiento.
Él continuó: «¿Cómo puede ser que si algunos han podido hacer lo que nosotros hemos visto, no sean capaces todos de hacer otro tanto? ¿Cómo es posible que los hombres estén satisfechos de arrastrarse y no solamente satisfechos, sino forzados a arrastrarse? Si el hombre ha recibido poder para dominar sobre toda criatura, debe ciertamente volar más alto que los pájaros. Si es así ¿por qué no ha ejercido su dominio desde hace largo tiempo? La falta está en el pensamiento humano. Todo debe haber sido como consecuencia de la concepción material que el hombre hace de sí mismo. En su propio pensamiento, no se ha visto más que arrastrándose. No puede entonces más que arrastrarse».
Jast captó la idea y respondió: «Vosotros tenéis razón, todo viene de la conciencia del hombre. Según lo que piense es limitado o ilimitado, libre o esclavo. ¿Creéis vosotros que los hombres que habéis visto caminar sobre el río, evitando así el fastidioso desvío, eran criaturas especiales y privilegiadas? No, no se diferencian en nada de vosotros por su creación. No han sido dotados de un átomo de poder más que vosotros. Ellos han desarrollado su poder divino por el buen uso de su fuerza de pensamiento. Todo lo que vosotros, habéis visto hacer, lo podéis hacer también, con la misma plenitud y libertad, ya que todos nuestros actos están en armonía con una ley precisa, la cual cada ser humano puede utilizar, si lo desea».
La conversación terminó entonces, nos reunimos con los cincuenta y dos que habían atravesado el río y nos dirigimos hacia el pueblo de nuestro destino.
IX
El Templo de la Curación se hallaba situado en ese pueblo. Se decía que desde su fundación no se habían pronunciado en él más que palabras de vida, de amor y de paz. Las vibraciones eran de tal manera poderosas, que la mayor parte de los peregrinos se curaban instantáneamente. Se pretende también que las palabras de vida, amor y paz, repetidas tantas veces y que emanan del templo desde que fueron pronunciadas hace tanto tiempo, que sus vibraciones son tan fuertes que aniquilan toda palabra desarmónica o imperfección que allí fueran pronunciadas. Ello ilustraría lo que ocurre en el hombre. Si uno se ejercitara en enviar mensajes de vida, amor, armonía y perfección, este hombre sería bien pronto incapaz de pronunciar una palabra discordante. Tratamos de emplear palabras desagradables y cada vez pudimos ver que no podíamos articularlas.
El templo era el destino de los peregrinos que buscaban curarse. Los Maestros que residen en la vecindad tienen la costumbre de reunirse, a intervalos determinados, en ese pueblo para consagrarse sus devociones, y las gentes que quieren aprovechan esta oportunidad para instruirse. El templo está dedicado enteramente a la curación y abierto siempre al público. Como el público no puede encontrar siempre a los Maestros, ellos los incitan a ir al templo, en toda época, con fines de curación. Es por lo que los Maestros no habían curado a nuestros peregrinos. Los habían acompañado para mostrarles que no eran diferentes de ellos y que cada uno posee en sí los mismos poderes dados por Dios. Dando el ejemplo de la travesía del río, pienso que habían querido demostrar a los peregrinos y a nosotros mismos su facultad de triunfar en todas las dificultades e invitarnos a imitarlos.
En los lugares desde donde el templo es inaccesible, quienquiera que sea puede pedir ayuda a los Maestros y recibe grandes beneficios. Hay también simples curiosos e incrédulos que no reciben ayuda aparente. Nosotros asistimos a muchas curaciones, de doscientas a dos mil personas, donde todas aquellas que lo desearon se curaron, declarando interiormente que lo deseaban. Tuvimos ocasión de observar, en diferentes épocas, un gran número de personas curadas así. En un noventa por ciento de los casos las curaciones fueron duraderas y aquellas efectuadas en el mismo templo lo fueron en un cien por cien.
Se nos explicó que el templo es una cosa concreta situada en un lugar determinado. Simboliza el centro divino, o Cristo individual. Todas las iglesias deben representar el mismo símbolo. El Templo es accesible siempre, a aquellos que quieran ir a él. Uno puede ir tan seguido y estar tan largo tiempo como desee. Un ideal se formó así en el pensamiento de los visitantes y se fijó en su espíritu.
Emilio dijo: «Es justo aquí donde interviene la sugestión que condujo a la idolatría del pasado. Los hombres han buscado grabar en la madera, en la piedra, el oro y la plata o el bronce la imagen de su ideal. Apenas la imagen (ídolo) está formada, ya el ideal la ha sobrepasado. Es necesario, entonces, tener la visión de amar e idealizar aquello que viene del interior del alma y no dar una forma tangible, necesariamente idólatra, al ideal que queremos expresar. Un aspecto más reciente СКАЧАТЬ