Preguntas para pensar en ética. Tomás Miranda Alonso
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Название: Preguntas para pensar en ética

Автор: Tomás Miranda Alonso

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Educar

isbn: 9788428835008

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СКАЧАТЬ de integración de los mismos es causa de un carácter débil, inestable y desestructurado. Mediante el aprendizaje y la adquisición de hábitos, el individuo puede ir transformando su constitución biológicamente heredada, es decir, su temperamento.

      Gracias a la educación podemos modificar nuestro temperamento y formar nuestro carácter, y, a partir de aquí, ir eligiendo y configurando nuestro modo personal de ser, nuestra personalidad. Aunque con frecuencia se utilizan con el mismo significado los términos «carácter» y «personalidad», vamos a entender aquí la personalidad como la organización dinámica, en el interior del individuo, de su temperamento y su carácter. Nuestros hábitos configuran nuestra personalidad, la cual se va formando mediante la repetición de acciones que llevamos a cabo de acuerdo con los proyectos de vida que elegimos y los principios y valores que guían nuestra conducta, que dependen del tipo de persona que queremos ser.

      Podemos decir, pues, que cómo sea cada uno de nosotros depende a) de nuestra herencia biológica; b) del carácter adquirido mediante procesos de aprendizaje, y c) de lo que hemos decidido y elegido ser, todo lo cual configura la personalidad de cada uno. Con frecuencia nos encontramos con que no es fácil conseguir lo que nos hemos propuesto, lo que queremos o deseamos, y, por ello, desistimos pronto de intentarlo. Algunos estudiantes se proponen al principio de curso estudiar mucho y sacar buenas notas, pero pronto se cansan y cada vez van estudiando menos. Nuestros propósitos de dejar de fumar o hacer ejercicio físico, por ejemplo, suelen ser abandonados pasado un cierto tiempo. En estos casos solemos decir que nos ha faltado fuerza de voluntad. Teníamos voluntad (del latín volo: querer) de ponernos en camino para conseguirlos, pero no hemos tenido la fuerza de voluntad suficiente para mantener la conducta apropiada para ello. La voluntad nos lleva a querer el bien en nuestras acciones y a esforzarnos para conseguirlo superando las dificultades. De la persona que quiere el bien y orienta su vida para lograrlo decimos que es una persona de buena voluntad.

      El «yo» que somos cada uno de nosotros es un ser corporal, capaz de pensar, de hablar, de crear y de amar; es un ser que tiene dignidad y que no debe ser utilizado como un mero instrumento para conseguir algo. Nuestro «yo» se va construyendo en relación con los demás, especialmente en diálogo con los otros «yoes». Como dice la escritora estadounidense Siri Hustvedt, el «yo» no es un contenedor hermético, sino poroso, de modo que nos convertimos en nosotros mismos a través de los demás. Comienza siendo un mapa genético, pero un mapa que se va expresando poco a poco a lo largo del tiempo y solo en relación con el mundo.

      Mi «yo», el «yo» que cada uno somos, no es un objeto más ni un producto natural solo explicable por las leyes de la biología. No nos relacionamos directamente y en solitario con el mundo. Desde que nacemos, el mundo se nos presenta relacionado a través de los relatos de las personas que nos rodean, de los cuentos que nos leen y leemos, de las canciones que oímos, de las películas que vemos, etc. Pero las palabras que recibimos pueden darnos vida y ayudarnos a crecer o pueden matar. Cuando las relaciones entre los seres humanos son de dominación, es decir, cuando unos son los dueños, los amos, los poseedores, y otros, la mayoría, los explotados, los poseídos, los excluidos, entonces los primeros utilizan un lenguaje y un discurso con el que pretenden mantener y justificar su relación de dominación –discurso dominante–, presentándolo además como el único racional posible –pensamiento único–.

      Vemos el mundo desde la atalaya de las narraciones que hemos oído y con las lentes de las metáforas que nos han alimentado, pero esa visión del mundo se puede agudizar, y podemos ampliar nuestro universo de sentido si somos capaces de escuchar las palabras de los que no cuentan, si nos dejamos hablar por la palabra de los que tienen la boca amordazada. Solo así podremos desarrollar una razón imaginativa y crítica que nos permita ver el mundo con los ojos de los demás.

      ¿Cómo lograr ser como quiero ser?

      Aunque en raras ocasiones podemos conseguir lo que deseamos gracias a la suerte, podríamos afirmar que, generalmente, sin esfuerzo no podemos lograr nada que valga la pena. También es verdad que para conseguir el mismo resultado algunas personas deben esforzarse más que otras. El esfuerzo es condición necesaria para alcanzar nuestras metas más altas, aunque no siempre es condición suficiente, pues hay ocasiones en las que además del esfuerzo se necesitan más condiciones, como el uso de la inteligencia para elegir nuestras metas y los medios para lograrlas.

      Si un niño quiere llegar a ser un buen bailarín o un buen jugador de baloncesto, sabe que tiene que entrenar duro y con constancia, tiene que ejercitarse, tiene que esforzarse con continuidad. Si una persona quiere llegar a ser un buen zapatero, tiene que aprender bien el oficio y ejercitarlo. De un estudiante que solo estudia la víspera de los exámenes no podemos decir que es un buen estudiante, pues no tiene el hábito de estudiar. La repetición de actos genera los hábitos. Si los actos son nocivos o malos, se denominan vicios. Así, de una persona que acostumbra a mentir se dice que tiene el vicio de mentir. Si los hábitos son buenos, se denominan virtudes.

      La palabra «virtud» procede de la latina virtus, que significa «vigor», fuerza de las cosas para causar sus efectos. Así, de una planta que, por su naturaleza, es capaz de curar enfermedades decimos que tiene virtudes terapéuticas. De igual modo, en el ser humano, la virtud es lo que le hace realizarse conforme a lo que es, a su naturaleza humana. Por otro lado, la palabra griega que corresponde a «virtud» es areté, que significa «cualidad excelente», por lo que se dice de alguien que es un virtuoso del violín cuando es capaz de interpretar música con él de un modo excelente. En este sentido, decimos que un ser humano es virtuoso cuando hace bien la función que le es propia, cuando vive bien, es decir, cuando actúa moralmente bien.

      Al ser las virtudes una clase de hábitos, no surgen por naturaleza, no nacemos con ellas, sino que son adquiridas mediante la repetición de actos. Tampoco las virtudes se producen contra la naturaleza. No nacemos virtuosos, nos hacemos virtuosos con esfuerzo, aunque sí nacemos con la predisposición y aptitudes naturales para adquirirlas mediante la repetición de actos. Las virtudes son disposiciones habituales a obrar bien en sentido moral que adquirimos por el ejercicio y el aprendizaje.

      Para Platón y Aristóteles, el ser humano virtuoso es aquel que controla mediante la razón sus pasiones, deseos e impulsos. La virtud no consiste en reprimir y anular los deseos y sentimientos para dejarnos llevar solo por la razón, sino que necesitamos de la inteligencia para orientar nuestros impulsos y sentimientos hacia el bien. Como dice el filósofo y pedagogo español José Antonio Marina, el impulso sin la razón es ciego, pero la razón sin impulso queda paralizada.

      Tradicionalmente, y basándose en los estudios de Platón y Aristóteles, se ha considerado que hay unas virtudes principales, llamadas cardinales, porque son el eje sobre el que giran las demás. Estas virtudes son:

      • Sabiduría o prudencia: consiste en una sabiduría práctica, orientada a la acción, que nos permite saber deliberar y decidir bien en cada caso. Es favorecida por el conocimiento y la ciencia.

      • Justicia: para Aristóteles es una virtud que engloba a las demás virtudes. Consiste en la observancia de la ley y regula la distribución equitativa de cargas y premios en la sociedad y las relaciones interpersonales. Se orienta hacia el bien común de la sociedad.

      • Fortaleza: capacidad para sobreponerse al trabajo, al sufrimiento y al dolor. Se refiere también a la entereza o firmeza del ánimo, así como a la capacidad de autodominio.

      • Templanza: consiste en el control y dominio de uno mismo.

      La kalokagathia (del griego kalós, hermoso, bello, y agathós, bueno) era el ideal de la educación para muchos griegos, quienes, como Platón, consideraban que consistía en que el ser humano fuera avanzando en el camino de la verdad, de la belleza y de la bondad, camino que maestros y discípulos tenían que recorrer juntos.

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