Un viaje de novios. Emilia Pardo Bazán
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Название: Un viaje de novios

Автор: Emilia Pardo Bazán

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

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isbn: 4057664118165

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СКАЧАТЬ está mala la ocurrencia! ¡Sí, que son baratas las mujercitas en estos tiempos... y lo que viene después! Al que no quiere caldo, taza y media: a quedarme sin destino voy quizás, ¡y de casamiento me hablas!

      —Tonto, no te propongo mujer que te haga peso, sino que te traiga pesos.

      Y el prohombre celebró su propio retruécano disparando larga risa. Miranda quedose pensativo mascando la miga de la proposición, cuyas ventajas le saltaron a los ojos prontamente. Ningún medio más acertado para prevenir las embestidas de la mala fortuna y asegurar el dudoso porvenir, mientras no emigrasen del todo los ya ralos cabellos, y no desapareciese el barniz de gallardía que aún abrillantaba su persona. Por otra parte, León era ciudad que involuntariamente sugería ideas matrimoniales. ¿Qué hacer sino casarse allí donde todo era calma y tedio, donde la soltería inspiraba desconfianza, donde la más insignificante aventurilla provocaba los furiosos ladridos del escándalo? Así es que dijo en voz alta:

      —Es cierto, chico; en León le entran a uno ganas de casarse y de vivir santamente.

      —Es que para ti—insistió Colmenar—es ya de necesidad el consorcio. Aparte de que eres mayor de edad... (aquí sonrió maliciosamente) y si no quieres llamarte solterón debes pensar en bodas, lo reclama tu salud... y tus pesetas. Si no puedes sostenerte, ¿cómo te las compones? Supongo que no tendrás economías.

      —¡Economías yo! Au jour le jour—dijo Miranda, pronunciando con cierta soltura la frasecilla transpirenaica.

      —Pues entonces, il faut faire une fin—replicó Colmenar, muy satisfecho de poder lucirse a su vez.

      —El caso es dar con la mujer, con el ave fénix—murmuró Miranda meditabundo—. No, lo que es niñas casaderas no faltan; pero yo ahora perdí el rumbo aquí.... Dime tú....

      —¡Niñas de aquí! ¡Líbrete de ellas Dios! Más temibles son que el cólera. ¿Sabes tú las exigencias que tiene cualquiera de esos angelitos? ¿Sabes tú cómo las gastan?...

      —De modo que....

      —La mujer que tú necesitas está en León mismo.

      —¡En León!... Sí, en efecto acaso allí sea más fácil.... Pero no veo... Las de Arga, tienen ya novio; Concha Vivares sólo es rica en esperanzas, hay una tía que piensa dejarle su herencia: mas de aquí a que estire la pata.... La de Hornillos... no; la de Hornillos sólo tiene pergaminos, y eso no se echa en el puchero....

      —Te andas por las alturas... el ramo de señoritas está mal: aguárdate, que voy a decirte....

      Levantose Colmenar, y abriendo un cajón de su pupitre, sacó una tira de papel, rancia y amarillosa, cubierta de nombres, que recordaba las listas de proscripción. Y lista era, en efecto: allí estaban inscritos por riguroso orden alfabético los feudatarios de la gran personalidad colmenariana, en las diversas provincias de la Península; había apellidos que tenían al pie una A mayúscula, que significaba adicto; otros señalados con M A, muy adicto, alguno llevaba agregada una D, dudoso.

      El prohombre apoyó el dedo índice en uno de las nombres honrados con la M A.

      —Te propongo—dijo Miranda—una niña de pocos años, que acaso llegue, y aún pase, de los dos millones de capital.

      Abrió Miranda tamaño ojo, y tendió la mano para apoderarse de la bienhadada lista.

      —¡Así como suena!—exclamó—. Pero es que no hay como tú para tales hallazgos.

      —¿No conoces en León a la persona aquí apuntada?—siguió Colmenar señalando con la uña el renglón de la lista—. ¿Un viejo muy guapo y fornido, muy tieso aún, Joaquín González, el Leonés?

      —¡El Leonés! Si no hay cosa que más conozca. Varias veces vino a asuntos al Gobierno civil de León. Claro que le conozco. Y ahora recuerdo; es verdad que tiene una chica, pero en esa sí que no me fijé jamás. Se la ve muy poco.

      —Hacen vida modesta. Duplicará el capital en diez años—, ¡para agenciar es mucho hombre el Leonés! Un infeliz, un simplón en lo restante; en política no ve más allá de sus narices el pobre; pero ha sabido crearse una fortuna. No tiene sino esa niña y adora en ella.

      —¿Y crees tú que no tendrá ya la chiquilla sus amoríos?

      —¡Bah... es tan joven! En presentándote tú... con tu buen trato, y tu práctica en tales lides....

      —Será una paleta, fea por añadidura.

      —Fue su padre arrogante mozo, y su madre una morena agraciada; ¿por qué ha de ser fea la chica? Ni hay quince años feos. Estará por desbastar, eso sí; pero entre tú y una modista... cuestión de un mes. Mucho más aptas son las mujeres para civilizarse y pulirse que los hombres.. Enséñales el instinto de agradar lo que cien maestros no pudieran.

      —¿Y qué dirán de mí todas mis relaciones—sobre todo en León—, viéndome casado con la hija del Leonés?

      —¡Bah, bah! eso es cuestión de trasladarse.... En casándoos solicitas bajo cuerda que te lleven a otro sitio... el viejo se queda por allá cuidando de las rentas, y tú y la niña os estáis donde nadie sepa si la engendró un archiduque o el verdugo.... Por de pronto, en la luna de miel sales con tu mujer a dar una vuelta por Europa, y así te libras de las hablillas de la primera temporada. Y date prisa, antes que esa panza se ponga esférica, y ese cabello.... ¡Ay! ¡Y cómo pasa el tiempo! Envejecemos que es un dolor.

      Miranda contemplaba la punta de su elegante bota de caña clara, y rascábase la frente cavilando.

      —Medio de presentarme en esa casa—pronunció al cabo resueltamente—. Son personas de poco trato, y es preciso... yo no voy a pasearle la calle a la mocosa, supongo.

      —Llevarás una visita mía. ¡El viejo te recibirá mejor que al rey!

      Y diciendo y haciendo, sentose el prohombre a la mesa atestada de periódicos, cartas y libros, y tomando un pliego de timbrado papel, dejó correr la mano garrapateando el blanco folio con su letra precipitada, ininteligible casi, de hombre abrumado de asuntos. Doblolo, deslizándolo dentro de un sobre, y sin cerrarlo lo entregó a su amigo.

      Al levantarse Miranda para despedirse, acercose a Colmenar, y, hablándole bajo, casi al oído, murmuró:

      —Estás bien seguro... bien cierto de lo de... los dos mill....

      —¡Me quedé corto! No tienes sino informarte allá. En conciencia, me debes una prima—y al decirlo, reíase el hombre político, y golpeaba a Miranda en las mejillas, cual si de un niño de ocho años se tratase.

      Con tan alto patrocinio se presentó Miranda en la pacífica morada del feudatario colmenarista, siendo en efecto recibido cual lo exigía el venir de tal persona recomendado. Naturalmente se propuso no aparecer al pronto como candidato a la mano de Lucía. Sobre ser indelicadeza, fuera carencia de tacto; y además pretendía Miranda ante todo estudiar el terreno que pisaba. Halló ser verdad cuanto le había anunciado el prohombre y aun algo más en lo tocante a bienes de fortuna: vio una casa chapada a la antigua, tosca y popular en sus usos, pero honrada en todo, y un caudal sólido y seguro, diariamente acrecido por la celosa administración del señor Joaquín y su sencillez y parsimonia. Es cierto que el bueno del Leonés pareció СКАЧАТЬ