Название: Neoliberalizando la naturaleza
Автор: Arturo Villavicencio
Издательство: Bookwire
Жанр: Математика
Серия: Ciencias Sociales
isbn: 9788432320217
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Las observaciones anteriores son pertinentes simplemente porque el proyecto de crecimiento económico que se pretende aplicar, nos lleva a afirmar que el Ecuador podría entrar en régimen de acumulación ecológicamente intensivo[25]. La escalada en la explotación y degradación de bienes ambientales comunes (agua, aire y tierra) y la proliferación en la degradación de los hábitats no serían simplemente un problema de escalas, sino todo un modelo de desarrollo sustentado en la instrumentalización, mercantilización neoliberal y, por supuesto, degradación de la naturaleza. Ante esta arremetida, categorías como extractivismo o neoextractivismo pierden significado y, por consiguiente, resulta indispensable profundizar en el debate, por lo menos desde el lado de la academia, para hacer frente a esta nueva embestida del proyecto neoliberal. Al respecto, la reflexión de D. Machado es muy oportuna:
Es un síntoma de las limitaciones intelectuales de los principales protagonistas del debate político nacional que a estas alturas el neoliberalismo siga siendo interpretado como si fuera al mismo tiempo una ideología y una política económica inspirada en esa ideología. En realidad, el neoliberalismo está muy lejos de reducirse a un acto de fe fanático sobre que el mercado puede ser el eje organizador de nuestras vidas. Más allá de los aspectos negativos históricamente constados por la aplicación de políticas neoliberales –destrucción programada de las reglamentaciones y las instituciones–, el neoliberalismo es el productor de un nuevo tipo de relaciones sociales, lo que implica generar nuevas maneras de vivir y nuevas subjetividades. Partiendo de lo anterior, el sentido ideológico y económico del neoliberalismo pasa a un segundo plano, pues es ante todo una racionalidad la razón del capitalismo contemporáneo, teniendo como principal característica la generalización de la competencia como norma de conducta y de la empresa como modelo de subjetivación social[26].
En conclusión, es tiempo de empezar a convencernos de que «el capitalismo no es un sistema económico; no es un sistema social; es ante todo una manera de organización de la naturaleza» (Moore, 2015: 2). Peligrosamente el gobierno y las elites se encuentran empeñados en una reorganización de consecuencias impredecibles para los entornos naturales del país.
[1] A lo largo del texto, las referencias entre corchetes indican un epígrafe del presente libro donde el tema está tratado de manera más extensa.
[2] Los cambiantes patrones en el manejo de los territorios deben contextualizarse como prácticas históricas específicas de rerregulación de los recursos en lugar de desregulación. Este es el caso de las modalidades neoliberales de conservación. La relación de la conservación con estos procesos ha sido consistentemente ambigua. Mientras los conservacionistas se quejan del Estado ineficiente e intervencionista como la mayor barrera para sus proyectos, son las áreas protegidas y parques nacionales promovidos por los Estados el mayor soporte de la conservación internacional. «Se constata una intensa y constante proliferación de parques nacionales y áreas protegidas paralela al auge del neoliberalismo» (Buscher, 2013: 20) y esta demarcación de territorios con el fin de controlar pueblos y recursos continúa con su crecimiento exponencial (Kelly, 2011: 683). En efecto, en las dos últimas décadas de arremetida neoliberal, las áreas protegidas por los Estados han proliferado a escala global. Esta tendencia es evidente; para citar algunos casos: en Tanzania, alrededor del 30 por 100 de su territorio ha sido declarada área protegida; en Belice, el 50 por 100; en Guatemala, el 30 por 100; en Panamá y Costa Rica, el 25 por 100. Esto es evidente también en el Corredor Biológico Centroamericano (Igoe y Brockington, 2007: 435).
[3] Sostenemos aquí que la difundida idea de posneoliberalismo como una fase ya superada por el gobierno de la llamada revolución ciudadana está muy alejada de la realidad.
[4] Meadows, Rander y Meadows (2005: 176) señalan la disminución del stock de recursos y el aumento de los niveles de contaminación como los síntomas de una crisis potencial: i) el capital, los recursos y la fuerza de trabajo son desviados ya sea hacia actividades de compensación (mitigación) por la pérdida de servicios provistos sin costo por la naturaleza, a la explotación de recursos cada vez más escasos o hacia el reciclaje cada vez menos productivo; ii) una inversión creciente en tecnologías para explotar recursos más dispersos, de menor calidad y de menor valor; iii) disminución de la eficiencia de los mecanismos para remediar los crecientes niveles de contaminación; iv) una creciente deterioración del stock de capital (especialmente en la infraestructura) ya que su depreciación excede la capacidad de inversión y mantenimiento. Todo esto implica que el gasto social pasa a un segundo plano frente a las necesidades de consumo, inversión, seguridad y obligaciones del endeudamiento.
Resulta curioso el comentario de O’Connor sobre el estudio Los límites del crecimiento, al que califica de «tecnocraticismo y neomalthusianismo» (1988), ya que la tesis de este autor sobre la segunda contradicción del capitalismo coincide con las conclusiones de este estudio. Como se discute en el siguiente epígrafe, la tesis de la segunda contradicción es un aporte teórico valioso para entender los problemas ecológicos, pero únicamente si este concepto se limita a su dimensión ambiental. Es en este sentido que usaremos esta categoría a lo largo del presente trabajo.
[5] Esta contradicción no es nueva en términos históricos. Modos no capitalistas de producción han sido perfectamente capaces de crear sus propias destructivas segundas naturalezas, sus propias contracciones ambientales (Tainter, 1990).
[6] Esta es la coincidencia con la tesis del estudio Los límites del crecimiento a la que nos referimos anteriormente.
[7] Sostiene Spence que «Marx usó la frase “condiciones de producción” con diferentes connotaciones y significados dependientes del contexto. No hay evidencia de que él la haya usado como una categoría analítica con la precisión del significado atribuido por O’Connor» (2000: 89). Stahel (1999: 108) considera que «la idea de una segunda contradicción puede ser identificada más fácilmente en los trabajos de Polanyi que en aquellos de Marx».
[8] El uso de especies exóticas, nocivas para los ecosistemas en los páramos ecuatorianos con el fin de acelerar los procesos de captación de carbono (proyecto Profafor) es un ejemplo de alteración de los ritmos naturales con el objetivo de aumentar la eficiencia del capital invertido [véase el epígrafe «Profafor», en pp. 153-157].
[9] Véase [www.theguardian.com/environment/2008/feb/13/conservation].
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