Neoliberalizando la naturaleza. Arturo Villavicencio
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Название: Neoliberalizando la naturaleza

Автор: Arturo Villavicencio

Издательство: Bookwire

Жанр: Математика

Серия: Ciencias Sociales

isbn: 9788432320217

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СКАЧАТЬ N. Smith que «la extensiva producción de la naturaleza que ha caracterizado el desarrollo del capitalismo desde su infancia hasta la década de los setenta ha sido desafiada y sustituida por una producción intensiva de la naturaleza» (2007: 16). Retomando el planteamiento de Aglieta sobre el desarrollo del fordismo en Estados Unidos, Smith nos recuerda que a comienzos del siglo pasado el régimen predominante de acumulación extensiva se había ampliado horizontalmente, a través de la influencia geográfica del capital y la búsqueda de excedente y verticalmente, construyendo capas sucesivas de innovación industrial. Por el contrario, el régimen intensivo de acumulación que lo sucede invierte esta prioridad. El crea un nuevo estilo de vida al integrar nuevas formas de consumo social y nuevas formas de regulación del Estado con las nuevas formas de producción características del fordismo. Esto significa que, asociado a otras formas estructurales (las relaciones sa­lariales, por ejemplo), la tensión ecológica determina diferentes re­gímenes de acumulación que permiten especificar la estructura ecológica particular de una economía (Gendron, 2008: 32).

      En conclusión, es tiempo de empezar a convencernos de que «el capitalismo no es un sistema económico; no es un sistema social; es ante todo una manera de organización de la naturaleza» (Moore, 2015: 2). Peligrosamente el gobierno y las elites se encuentran empeñados en una reorganización de consecuencias impredecibles para los entornos naturales del país.

      [1] A lo largo del texto, las referencias entre corchetes indican un epígrafe del presente libro donde el tema está tratado de manera más extensa.

      [2] Los cambiantes patrones en el manejo de los territorios deben contextualizarse como prácticas históricas específicas de rerregulación de los recursos en lugar de desregulación. Este es el caso de las modalidades neoliberales de conservación. La relación de la conservación con estos procesos ha sido consistentemente ambigua. Mientras los conservacionistas se quejan del Estado ineficiente e intervencionista como la mayor barrera para sus proyectos, son las áreas protegidas y parques nacionales promovidos por los Estados el mayor soporte de la conservación internacional. «Se constata una intensa y constante proliferación de parques nacionales y áreas protegidas paralela al auge del neoliberalismo» (Buscher, 2013: 20) y esta demarcación de territorios con el fin de controlar pueblos y recursos continúa con su crecimiento exponencial (Kelly, 2011: 683). En efecto, en las dos últimas décadas de arremetida neoliberal, las áreas protegidas por los Estados han proliferado a escala global. Esta tendencia es evidente; para citar algunos casos: en Tanzania, alrededor del 30 por 100 de su territorio ha sido declarada área protegida; en Belice, el 50 por 100; en Guatemala, el 30 por 100; en Panamá y Costa Rica, el 25 por 100. Esto es evidente también en el Corredor Biológico Centroamericano (Igoe y Brockington, 2007: 435).

      [3] Sostenemos aquí que la difundida idea de posneoliberalismo como una fase ya superada por el gobierno de la llamada revolución ciudadana está muy alejada de la realidad.

      [4] Meadows, Rander y Meadows (2005: 176) señalan la disminución del stock de recursos y el aumento de los niveles de contaminación como los síntomas de una crisis potencial: i) el capital, los recursos y la fuerza de trabajo son desviados ya sea hacia actividades de compensación (mitigación) por la pérdida de servicios provistos sin costo por la naturaleza, a la explotación de recursos cada vez más escasos o hacia el reciclaje cada vez menos productivo; ii) una inversión creciente en tecnologías para explotar recursos más dispersos, de menor calidad y de menor valor; iii) disminución de la eficiencia de los mecanismos para remediar los crecientes niveles de contaminación; iv) una creciente deterioración del stock de capital (especialmente en la infraestructura) ya que su depreciación excede la capacidad de inversión y mantenimiento. Todo esto implica que el gasto social pasa a un segundo plano frente a las necesidades de consumo, inversión, seguridad y obligaciones del endeudamiento.

      Resulta curioso el comentario de O’Connor sobre el estudio Los límites del crecimiento, al que califica de «tecnocraticismo y neomalthusianismo» (1988), ya que la tesis de este autor sobre la segunda contradicción del capitalismo coincide con las conclusiones de este estudio. Como se discute en el siguiente epígrafe, la tesis de la segunda contradicción es un aporte teórico valioso para entender los problemas ecológicos, pero únicamente si este concepto se limita a su dimensión ambiental. Es en este sentido que usaremos esta categoría a lo largo del presente trabajo.

      [5] Esta contradicción no es nueva en términos históricos. Modos no capitalistas de producción han sido perfectamente capaces de crear sus propias destructivas segundas naturalezas, sus propias contracciones ambientales (Tainter, 1990).

      [6] Esta es la coincidencia con la tesis del estudio Los límites del crecimiento a la que nos referimos anteriormente.

      [7] Sostiene Spence que «Marx usó la frase “condiciones de producción” con diferentes connotaciones y significados dependientes del contexto. No hay evidencia de que él la haya usado como una categoría analítica con la precisión del significado atribuido por O’Connor» (2000: 89). Stahel (1999: 108) considera que «la idea de una segunda contradicción puede ser identificada más fácilmente en los trabajos de Polanyi que en aquellos de Marx».

      [8] El uso de especies exóticas, nocivas para los ecosistemas en los páramos ecuatorianos con el fin de acelerar los procesos de captación de carbono (proyecto Profafor) es un ejemplo de alteración de los ritmos naturales con el objetivo de aumentar la eficiencia del capital invertido [véase el epígrafe «Profafor», en pp. 153-157].

      [9] Véase [www.theguardian.com/environment/2008/feb/13/conservation].

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