El choque. Linwood Barclay
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Название: El choque

Автор: Linwood Barclay

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9788742811597

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СКАЧАТЬ de diez.

      Como si el destino no hubiese sido ya suficientemente cruel, Brandon había sido alumno del mismo colegio al que iba Kelly.

      Otro de los Wilkinson, el hermano de dieciséis años de Brandon, Corey, había sobrevivido. Iba sentado en el asiento de atrás, con el cinturón abrochado y mirando hacia delante por el parabrisas, y había visto el Subaru de Sheila aparcado de través en la salida de la autopista justo cuando su padre gritaba «¡Joder!» y pisaba el freno, aunque ya fuera demasiado tarde. Corey decía que había visto a Sheila, justo antes del impacto, dormida al volante.

      Connor no se había molestado en abrocharse el cinturón, y la mitad de su cuerpo había quedado tendido sobre el capó del coche, que fue como lo encontró la policía. Cuando llegué yo ya se lo habían llevado, igual que a Brandon. Este sí llevaba el cinturón abrochado, pero no había sobrevivido a las heridas.

      Iba a la clase de sexto, tres cursos por delante de Kelly.

      Yo ya había intuido que la vuelta al colegio iba a ser dura. Incluso había ido a hablar con el director. Brandon Wilkinson había sido un niño popular, un alumno de sobresalientes, además de un gran jugador de fútbol. Me preocupaba que algunos de sus compañeros quisieran desquitarse con Kelly y que le echaran la culpa a su madre de haber matado a uno de los niños más queridos del colegio.

      El primer día que Kelly volvió al cole me llamaron. No porque nadie le hubiera dicho nada, sino por algo que había hecho ella. Una compañera de clase le había preguntado si había visto el cadáver de su madre en el coche antes de que la sacaran de allí, si estaba decapitada o algo así, y Kelly le había dado un pisotón. El pisotón había sido tan fuerte que habían tenido que enviar a la niña a casa.

      —Puede que Kelly aún no esté preparada para volver al colegio —me dijo el director.

      Yo había tenido después una conversación con mi hija, le había pedido incluso que me enseñara lo que había hecho. Kelly se había colocado justo delante de esa otra niña, había levantado la rodilla y luego había clavado el tacón en el empeine de su compañera.

      —Se lo tenía merecido —explicó.

      Me prometió que no volvería a hacer nada parecido y regresó a clase al día siguiente. Como no había tenido noticia de ningún incidente más, había supuesto que todo iba bien. Por lo menos todo lo bien que podía esperarse.

      —No pienso tolerarlo —dije entonces—. El lunes voy a ir a ver al director, y esos pequeños cabrones que te dicen esas cosas se van a...

      —Y ¿no podría cambiar de cole y ya está?

      Mis manos se aferraban tensas al volante mientras bajábamos por Broad Street, cruzábamos el centro de la ciudad y pasábamos junto al parque de Milford Green.

      —Ya veremos. El lunes lo pensaré, ¿de acuerdo? Después del fin de semana.

      —Siempre dices «Ya veremos». Dices que sí, pero luego es que no.

      —Si te digo que voy a hacer algo, es que lo haré. Pero eso supondría ir a clase con niños que no viven en tu barrio.

      La mirada que me lanzó lo decía todo. No le hizo falta añadir un «Pues vaya...».

      —Vale, de eso se trata, lo pillo. Y puede que te parezca un buen plan en estos momentos, pero ¿qué me dices de aquí a seis meses o un año? Acabarás marginándote tu sola de tu propia comunidad.

      —La odio —dijo Kelly en voz muy baja.

      —¿A quién? ¿Qué niña te ha estado diciendo esas cosas?

      —A mamá —dijo—. Odio a mamá.

      Tragué saliva con dificultad. Había intentado con todas mis fuerzas guardarme mis sentimientos de ira para mí, pero ¿por qué me sorprendía que también Kelly se sintiera traicionada?

      —No digas eso. No lo dices en serio.

      —Sí que lo digo en serio. Nos ha abandonado y provocó ese accidente asqueroso y ahora todo el mundo me odia.

      Exprimí el volante. Si hubiese sido de madera, se habría partido.

      —Tu madre te quería mucho.

      —Entonces ¿por qué ha hecho algo tan estúpido y me ha destrozado la vida? —preguntó Kelly.

      —Kelly, tu madre no era estúpida.

      —¿O sea, que emborracharse y aparcar en mitad de la carretera no es estúpido?

      Perdí los nervios.

      —¡Ya basta! —Cerré el puño y golpeé el volante—. Maldita sea, Kelly, ¿crees que tengo respuestas para todo? ¿No crees que yo también me estoy volviendo loco intentando adivinar por qué narices hizo tu madre una cosa tan tonta? ¿Crees que a mí me resulta fácil? ¿Crees que me gusta que tu madre me haya dejado solo contigo?

      —Acabas de decir que no era estúpida —dijo Kelly. Le temblaba el labio.

      —De acuerdo, está bien, ella no, pero lo que hizo sí que fue estúpido. Más que estúpido. Fue lo más estúpido que pueda hacer nadie, ¿de acuerdo? Y no tiene ningún sentido, porque tu madre nunca jamás habría bebido cuando sabía que tenía que conducir. —Volví a darle otro puñetazo al volante.

      Podía imaginar la reacción de Sheila si me hubiera oído diciendo eso. Habría dicho que yo sabía que no era del todo cierto.

      Sucedió hace muchos años. Cuando ni siquiera estábamos prometidos. Habíamos ido a una fiesta. Todos los chicos del trabajo, sus mujeres, sus novias. Yo había bebido tanto que apenas me tenía en pie, así que de ninguna manera podía coger el coche. Sheila seguramente tampoco habría pasado la prueba si la hubieran hecho soplar, pero estaba en mejor forma que yo para conducir.

      Sin embargo, no era justo tenerle eso en cuenta. En aquel entonces éramos más jóvenes. Más tontos. Sheila jamás se habría arriesgado a algo así ahora.

      Solo que sí lo había hecho.

      Miré a Kelly, vi cómo sus ojos se llenaban de lágrimas.

      —Si mamá nunca hubiera hecho algo así, ¿por qué pasó? —preguntó.

      Detuve la furgoneta a un lado de la calle.

      —Ven aquí —dije.

      —Llevo puesto el cinturón.

      —Desabróchate ese maldito chisme y ven aquí.

      —Aquí estoy muy bien —dijo, casi abrazada a la puerta.

      Lo más que pude hacer fue alargar un brazo y tocarla.

      —Lo siento —le dije a mi hija—. La verdad es que no sé por qué lo hizo. Tu madre y yo pasamos juntos muchos años. Yo la conocía mejor que a nadie en este mundo, y la quería más que a nadie en este mundo, al menos hasta que llegaste tú, y entonces te quise a ti igual que a ella. Lo que quiero decir es que yo, igual que tú, tampoco lo entiendo. —Le acaricié la mejilla—. Pero, por favor, por favor, no digas que la odias. —Cuando Kelly decía СКАЧАТЬ