Название: Escultura Barroca Española. Escultura Barroca Andaluza
Автор: Antonio Rafael Fernández Paradas
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Volumen
isbn: 9788416110810
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Continuación de ese mismo esfuerzo creativo resulta otra obra maestra, la Virgen de Belén (1657), que reemplaza a la anterior en el facistol catedralicio[34]. A pesar del cambio de iconografía (probablemente por la esterilidad intelectual de la reiteración, una vez alcanzado el arquetipo), comparten idénticos conceptos plásticos, expresivos y simbólicos, como la restricción cromática —con la sola adición del característico color calabaza de la paleta de Cano para el velo que cubre la cabeza—, o el plegado de inverosímiles oquedades, como pellizcadas a la madera, trasunto de la huella del pincel, que emancipa sus volúmenes, dúctiles como el barro, de la figura misma, pero sin comprometer la silueta y los perfiles del conjunto, o el esquema fusiforme que permite equilibrar una figura sin hacerla rígida o pesada con el cruce de las piernas que propende a la forma romboidal, como había estudiado en obras pictóricas previas.
El sabio manejo de conceptos plásticos y compositivos estudiados, ora en pintura, ora en escultura, queda palmariamente manifiesto en el cotejo entre esta escultura y el lienzo del mismo tema del Palacio Arzobispal de Granada que le precede en el tiempo (hacia 1652-1657). Esta pintura demuestra que en la primera idea de Cano, el Niño estuvo más próximo a la Virgen y casi se unían sus cabezas. El siguiente estadio en la evolución compositiva las separa en aras a enfatizar estas y a la percepción nítida de ambas figuras a distancia. Pero no solo opera un criterio estrictamente visual, sino también simbólico: considero que esta elección compositiva comporta cierta jerarquía, muy acusada en esta composición, donde la Virgen remite enfáticamente hacia el Divino Infante. Quizás en la misma línea escamotea en cierto modo la percepción del rostro, en presentación semiescondida, tan canesca, ventana abierta a la aportación individual del espectador, que debe buscar en sí mismo el reflejo construido de la belleza divina. Sin embargo, los perfiles laterales comprometen la contemplación de los rostros de las dos figuras, lo que contraviene una composición organizada en función de la percepción desde todos los puntos de vista, como en la Inmaculada[35]. De cualquier modo, todo ayuda nuevamente a la introspección y ensoñación, una de las claves de la retórica de Cano en la vertiente intimista de esta última etapa granadina. Transita un sendero diferente al habitual en su época, de facilitar una identidad concreta y singular que permite la identificación del espectador y dotar a la representación, por así decir, de un locus y un tempus determinado: prolongando el argumento de León Coloma, es la emoción reverente y silenciosa ante el misterio de lo trascendente lo que determina esta contemplación abrumada de la Virgen ante el Niño Dios.
La profundidad de estos conceptos queda avalada por su utilidad en formatos monumentales, como el de los cuatro grandes santos que labra Pedro de Mena sobre modelos suministrados por Cano, entre 1653 y 1657, con destino a las ochavas del crucero de la primitiva iglesia del convento del Ángel custodio de Granada. Verticalidad y torsión de planos, perfiles huidizos, expresión concentrada y contenida, cierta fluidez dinámica en las figuras que evita su rigidez, junto a tipos perfectamente definidos en ensayos pictóricos previos (particularmente el San José con el Niño y el San Antonio de Padua) resumen el expediente canesco que interpretan las gubias de Mena en estas figuras. La intervención escultórica de Cano para este convento se cierra con la figura del Ángel Custodio (Fig. 10), escultura monumental en piedra en la que la composición de dos figuras en pie, pero manteniendo a toda costa el perfil cerrado de la forma almendrada que tanto ama, le obliga a una torsión más pronunciada de planos. La contemplación en una hornacina alta de la portada conventual determinaría su canon corto. No obstante, Wethey advirtió rasgos disonantes en la producción de Cano que Sánchez-Mesa atribuye a la colaboración de los Mora, a juzgar por el diferente plegado y la forma abocetada de las cabezas, aunque con la distinción propia de los modelos del racionero, cuya poderosa sugestión —de confirmarse esta hipótesis— sigue haciendo suya esta obra.
Fig. 10. Alonso Cano. Santo Ángel custodio. Entre 1652 y 1657. Convento del Ángel Custodio, Granada. [Foto: Juan Jesús López-Guadalupe]
El reto del pequeño formato con impresión monumental es asumido con frecuencia por Cano en esta etapa magistral de su madurez. Otro ejemplo es la deliciosa Santa Clara (50 cm) del convento de la Encarnación de Granada, que ofrece problemas compositivos semejantes aunque simplificados, resuelta mediante el desplazamiento de la custodia a un lado y en alto para enfatizarla como elemento narrativo indispensable que atrae la mirada de la reformadora franciscana. Y la serie de pequeño formato se prolonga en el San Diego de Alcalá, del Museo Gómez-Moreno (Granada), el San Antonio de Padua de la iglesia de San Nicolás en Murcia, con una versión reducidísima en el mismo Museo Gómez-Moreno, o el Niño Jesús que le atribuyó Sánchez-Mesa en colección particular malagueña. Particularmente el San Diego de Alcalá (Fig. 11) abunda en la solución ya conocida de simplificación de paños en volúmenes abstractos que se emancipa de la estructura corporal para remitir a una realidad metafísica. Junto a la mirada concentrada, consigue de nuevo ese característico clima de intimidad espiritual que equilibra forma e idea.
Fig. 11. Alonso Cano. San Diego de Alcalá. Hacia 1653-1655. Museo del Instituto Gómez-Moreno, Granada.
Cuatro soberbias testas completan el elenco de esculturas granadinas de Cano. El Museo de Bellas Artes de Granada conserva una cabeza de san Juan de Dios, que formó parte de una imagen completa de vestir. La increíble morbidez del trabajo de las gubias e incluso la extracción naturalista del rostro quedan, sin embargo, sublimadas por la extraordinaria concentración expresiva, método directo de expresión de la dignidad ética y la profunda vida espiritual. Parejo estudio, sobre un patrón expresivo bien distinto, muestra el busto de san Pablo de la catedral de Granada[36]. No es ajena a la escultura española, singularmente granadina, la tradición del busto devocional, en origen italiana, pero Cano aporta una interesante propuesta expresiva, enérgica en el énfasis del violento giro lateral de la cabeza y su intensa mirada, al tiempo que contenida y absorta, como represando el caudal espiritual que ha desatado en el santo la conversión. Al tiempo los rastros de la edad, aunque parezcan mermar su dignidad física en parejo a los frutos realistas de un Ribera o un Zurbarán, se convierten en elementos de gravedad y autoridad moral.
Si para este último se invocan modelos que basculan desde la Roma antigua hasta Donatello, Miguel Ángel o Algardi, no menor influencia clásica se detecta en las cabezas de Adán y Eva, colocadas en sendos tondos del arco toral de la capilla mayor, que quedaron inacabadas a la muerte de Cano en 1667[37]. De nuevo, la restricción que impone el formato de busto queda revalorizada en el gesto. La mirada de ambas —con cierta altivez la de Eva, pesarosa y meditabunda la de Adán— hacia el lado interno armoniza con el sentido del espacio en el que se insertan, se liberan del marco circular y logran una proyección que reorienta la atención del fiel hacia el punto de vista nodal del templo, a modo de intermediario espacial y terrenal, estableciendo el paralelismo con Cristo como nuevo Adán y María como nueva Eva. Pese a la distancia a la que serían contempladas, Cano apura el modelado СКАЧАТЬ