Amor inesperado. Elle Kennedy
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Название: Amor inesperado

Автор: Elle Kennedy

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Love Me

isbn: 9788418509131

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СКАЧАТЬ me gusta conducir sola por la carretera.

      Disimulo la decepción. Mis padres nunca se han involucrado demasiado en mi carrera de jugador de hockey. Papá siempre estaba demasiado ocupado con el trabajo para venir a mis partidos, y a mamá simplemente no le interesaba. Cuando era pequeño, me dolía. Veía a las familias de todos mis amigos en las gradas y la mía no estaba por ninguna parte; la envidia me inundaba el pecho.

      En fin. Es lo que hay. Esta es mi actitud respecto a la mayoría de las cosas. No puedes cambiar el pasado, no llores por el presente, no te estreses por el futuro. No sirve de nada. Sobre todo, arrepentirse.

      —Bueno, intentad venir a la final si la jugamos, ¿vale? —le pido con suavidad.

      —Claro. Y ahora deja de agobiarme y siéntate, superestrella. Yo me encargo de todo.

      —Por lo menos deja que ponga la mesa —razono mientras trato de sacar los platos del armario.

      Me aparta las manos.

      —No. Siéntate —ordena—. Esta podría ser la última vez que te sirvo la comida antes de que tengas tus propios asistentes para hacértelo todo.

      —No, eso no va a pasar.

      —Este otoño vas a ser un jugador de hockey profesional, cariño. Eso significa que serás famoso y las personas famosas tienen servicio doméstico.

      Cometí el error de enseñar a mis padres el papeleo de mi contrato con la NHL y, cuando vieron la cantidad de dinero que iba a ganar pronto (por no hablar de los incentivos de rendimiento que mi agente consiguió que incluyera el club), casi se les salen los ojos de las órbitas. No puedo predecir la cantidad exacta que percibiré, pero el valor de mi contrato ronda los dos millones de dólares, una cantidad muy alta para un novato como yo.

      Según mi agente, es lo que dan a «las superestrellas en proyecto». Cómo se me subió el ego al oír eso. A mi madre también le gustó, porque así es como me llama ahora. Superestrella.

      —No quiero tener servicio doméstico. —Me río y me siento de todos modos, porque si hoy le apetece mimarme, ¿por qué debería negárselo? Tiene algo de razón. El año que viene estaré en Edmonton, donde me helaré de frío durante el invierno canadiense. Voy a echar de menos los sábados en Gloucester con mi familia.

      —Por cierto, ¿dónde está papá?

      —En el trabajo —contesta mi madre mientras apaga la vitro.

      —¿Un sábado? —En realidad tampoco me sorprende. Mi padre es el jefe de una empresa especializada en la construcción de puentes y túneles, y lleva los contratos de la ciudad, lo que significa fechas límite cortas y muchos trámites burocráticos, que, a su vez, hacen que mi padre sufra de estrés continuamente.

      Es el tipo de trabajo que te provoca ataques al corazón, literalmente. Sufrió un paro cardíaco en las obras de un puente hace unos años, y nos dio un susto de muerte a mamá y a mí. Me sorprende que le haya permitido volver a trabajar, pero supongo que no tenía otra opción. No está para nada cerca de jubilarse.

      —Ayer hubo un problema —me explica mamá—. No me preguntes el qué, ya sabes que desconecto cuando parlotea sobre sus puentes. Solo sé que es un momento decisivo, que tienen que terminar antes del invierno y que corren el riesgo de retrasarse porque algunos miembros del equipo se están comportando como unos, cito textualmente,«gilipollas integrales».

      Suelto una carcajada. Mi padre tiene el don de la palabra.

      —Seguro que lo sacan adelante —le digo—. A papá se le da bien gritar a la gente. Y le gusta hacerlo, así que todo el mundo sale ganando.

      Mi madre empieza a traer platos a la gran mesa de cedro que mi padre y yo montamos un verano cuando yo era pequeño. Trato de pinchar una torrija con el tenedor, y mamá vuelve a apartarme la mano.

      —Espérate a que lo traiga todo. Y, a decir verdad, no sé si a tu padre todavía le gusta dar órdenes al equipo. Está cansado, cielo. Hace mucho que trabaja en lo mismo.

      Deja una pila de tostadas de centeno con mantequilla en la mesa.

      —¡Pero cuéntame qué tal estás tú! ¿Algún día de estos vas a traer ya sabes qué a casa?

      Me hago el tonto.

      —¿Un ya sabes qué? ¿Un perrito? ¿Un coche?

      —Una novia, Jake. Necesitas una novia —resopla.

      —Oh, claro, ¿verdad? —No puedo evitar provocarla. Mis padres llevan un tiempo insistiendo en que todavía estoy soltero.

      —Sí —dice con firmeza—. Es verdad. Necesitas una novia maja que te apoye. Como Hazel. Todavía no entiendo por qué no sales con Hazel. ¡Es perfecta para ti!

      Hazel siempre es la primera candidata a la que mamá pone sobre la mesa.

      —No voy a salir con ella —niego, igual que he hecho las doce veces anteriores—. No me interesa de esa manera.

      —Vale, entonces sal con alguien.

      Esa siempre es la segunda opción de mamá: alguien. Se muere por que siente la cabeza de una vez.

      Pero de momento no entra en mis planes.

      —No quiero —respondo, y me encojo de hombros—. El hockey es mi máxima prioridad ahora mismo.

      —¡El hockey ha sido tu máxima prioridad desde que tenías cinco años! ¿No crees que ya es hora de que cambies tus prioridades?

      —No.

      Sacude la cabeza en desaprobación.

      —Estás en la universidad, Jake. Eres joven y eres guapo, y no quiero que un día pienses en esta etapa de tu vida y te arrepientas por no haber tenido a alguien con quien compartirla.

      —Yo no me arrepiento, mamá. Nunca lo he hecho.

      Aunque, si soy completamente sincero, ahora me arrepiento de algo.

      No me quito de encima el sentimiento de culpa por haber interferido entre Brenna y McCarthy. Claro, no es que estuvieran prometidos, pero Brenna tiene razón: yo le pedí a él que la dejara. Fue una jugada sucia. A mí tampoco me gustaría que alguien dictara mi vida sexual.

      Esperaba que la culpa se disipara, pero no ha sido así. Ayer por la noche me roía por dentro, y todavía me carcome esta mañana.

      «Día de partido», me recuerda una voz severa.

      Es verdad. El partido de hoy contra Princeton es lo único que importa ahora mismo. Tenemos que ganar.

      Vamos a ganar.

      No hay alternativa.

      Capítulo 8

      Brenna

      —No puedo creer que me abandones. —Fulmino a Tansy con la mirada, pero, en el fondo, no me sorprende.

      Tenía СКАЧАТЬ