Название: Kara y Yara en la tormenta de la historia
Автор: Alek Popov
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Sensibles a las Letras
isbn: 9788416537921
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Bajaron las mochilas y sacaron dos pesados paquetes alargados envueltos en lona. Dentro, desmontadas, había dos escopetas de caza Smith & Wesson de cañones superpuestos. Una talla decoraba las culatas de caoba.
—¡Vaya! —exclamó con un silbido Lenin.
Tomó una y desplegó el cañón. Era un cazador empedernido, pero jamás había tenido en las manos un arma tan lujosa. Acarició la boca del cañón. Comprobó el cerrojo: la cámara estaba vacía. Levantó la escopeta y apuntó por encima de los árboles.
—¿Dónde las habéis pillado?
—Son de nuestro padre —contestaron.
—Vuestra familia parece tener dinerito —dijo con envidia el Enterrador.
—¿Dónde están los cartuchos? —preguntó Lenin.
—No tuvimos tiempo de recogerlos —explicó una de las chicas—. Hemos encargado doscientas unidades en la tienda de Michelson. Del calibre 9, el que usan para cazar jabalíes. Nuestro padre compra allí. Tenemos que mandar a algún camarada para que los recoja y nos los mande.
—¡Ay! —suspiró Lenin, invadido por un mal presentimiento—. ¡Vámonos!
Después se volvió hacia el cabrerillo, que aguardaba con expresión culpable:
—¡Nueve veces! —le recordó—. ¡Cu-cu!
—Cu-cu —repitió el cabrerillo alicaído.
Ahora el grupo lo encabezaba Lenin; a duras penas lo seguía Lozán, a continuación iban las hermanas y, por último, en la retaguardia, el Enterrador. Ante los pequeños y firmes culos que se bamboleaban delante de sus narices, era incapaz de aguantarse y de vez en cuando emitía unos agudos silbidos y repetía al ritmo de los pasos de las hermanas: «¡Primera bocacha!», «¡Segunda bocacha!». Las chicas al parecer no le prestaban atención, hasta que se sentaron a descansar y se dirigieron a él:
—Camarada Enterrador, quisiéramos preguntarle una cosa…
—Me podréis llamar Enterrador después de pasar un invierno en el monte. Por ahora soy el Enterrador del Capitalismo.
—Camarada Enterrador del Capitalismo… —empezó una de las chicas con aspecto serio.
Estas palabras lo acariciaron como un bálsamo. Hacía tiempo que no oía su nombre clandestino en todo su esplendor.
—¿Nos podría explicar, camarada Enterrador del Capitalismo, qué factores sociales han impuesto el uso de este saludo tan original a las mujeres en la ciudad obrero-combativa de Pernik?
—¿Eeeh? —dijo abriendo los ojos como platos el Enterrador.
—¿Nos podría revelar el sentido revolucionario de la metáfora «bocacha»? Seguro que tiene algo que ver con la lucha del proletariado de Pernik… —añadió la otra.
El Enterrador intentó comprender lo dicho, pero su cerebro hizo clac y se apagó. Notó una dolorosa sensación de desamparo, como si de pronto se hubiera quedado ciego. Lo único que logró soltar fue un «¿Pero qué…?», y masticó las últimas palabras como un pepino amargo.
—¡Te han enterrado, Enterrador! —Lenin sonrió de oreja a oreja—. ¡Chicas listas! Solo espero que no nos enterréis también a nosotros…
1 La Unión de las Juventudes Obreras fue una organización de las juventudes comunistas, creada en 1928 por iniciativa del Partido Comunista de Bulgaria. En 1934 fue prohibida por el Gobierno y pasó a la clandestinidad. Durante la Segunda Guerra Mundial participó activamente en la lucha partisana. Existió hasta 1947, cuando pasó a formar parte de la Unión de las Juventudes Populares. (Todas las notas son de los traductores).
2 Antiguo barrio de la zona occidental de Sofía.
3 Ciudad de Bulgaria occidental.
3. KOMBRIG MEDVED
A finales del verano de 1941, mientras el carro de fuego de la Wehrmacht arrasaba desbocado la gran estepa rusa, en las cálidas aguas de la bahía de Varna asomó el periscopio de un submarino soviético. La costa estaba oscura, y la noche, sin luna. El submarino negro afloró silenciosamente en la superficie. Se abrió una compuerta y una docena de siluetas agachadas cruzaron la cubierta en fila india. Poco después, del cuerpo del submarino se separó un bote de goma que se dirigió a la costa. Los hombres remaban en completo silencio, hundiendo los remos con cuidado para no hacer más ruido del necesario. El submarino se sumergió tal y como había aparecido —desapercibido—, dejando tan solo una franja de espuma de mar.
En el bote, junto con otros doce camaradas de confianza, estaba Spartak Gálev, alias Pies Ligeros, más tarde conocido como kombrig4 Medved. Eran parte de un grupo de exiliados políticos que la dirección del Partido Comunista Búlgaro en Moscú había enviado para reforzar las filas de la organización en aquel momento crítico. El Gobierno búlgaro se había negado a mandar tropas al frente oriental, aunque ofrecía apoyo logístico al Tercer Reich. Era preciso desplegar una lucha partisana en la retaguardia del enemigo, pero los combatientes disponibles no solo eran insuficientes, sino que también estaban muy poco preparados. La operación estaba dirigida por el oficial del Ejército Rojo Tsvyatko Radóynov. Parte del grupo —los así llamados «submarinistas»— fue trasladado a Bulgaria por mar; otros se lanzaron en paracaídas. Todos ellos habían pasado por el duro entrenamiento del contraespionaje soviético, donde habían adquirido valiosas habilidades, necesarias para todo tipo de actividad subversiva. El Partido había depositado grandes esperanzas en estos hombres entrenados que debían liderar la resistencia armada. Pero nada más pisar el suelo patrio, la policía dio con su rastro y logró capturar a la mayoría. Medved fue uno de los pocos que se salvaron, lo que le confería una autoridad adicional.
Spartak Gálev había emigrado a la URSS nada menos que dieciocho años antes. Después de la derrota del Levantamiento de Septiembre de 19235 estuvo deambulando por montes y campos con distintos destacamentos hasta que el Partido abandonó oficialmente la política de lucha armada. Esto ocurrió después del atentado en la iglesia Sveti Kral,6 en el que fallecieron ciento cincuenta personas. La corriente de la izquierda sectaria fue condenada y se disolvieron las formaciones de combate. El grupo de Gálev, cuyos miembros esperaban en su mayoría penas de muerte, cruzó la frontera con Grecia y se entregó a las autoridades locales. Los internaron en la isla de Heraclea, en el mar Egeo, donde pasaron algunos meses. Sus camaradas del Partido Comunista Griego los ayudaron a subir en secreto a un barco soviético que los llevó a la tierra prometida del socialismo.
Nadie sabía cómo había vivido exactamente Spartak Gálev en la URSS. Tampoco nadie se atrevía a hacer conjeturas al respecto. El propio Spartak era muy parco en detalles. Parecía obvio que no se había titulado en ninguna universidad. Daba a entender que había estado sirviendo en el Ejército y que había participado en la campaña de Finlandia, pero no quedaba claro cómo ni con qué rango. Se comportaba como СКАЧАТЬ