Название: El hombre de ninguna parte - Magia en la Toscana
Автор: Caroline Anderson
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Omnibus Jazmin
isbn: 9788413751740
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A Josh le encantó. Había muchos sitios donde esconderse, muchas cosas que explorar. Y a ella también le encantó, aunque de un modo diferente. Con un sabor agridulce por lo que podría haber sido una vez y no fue. Pero apartó de sí aquel pensamiento y trató de centrarse en lo que Sebastian había hecho con la casa.
Que era mucho.
–Vaya –dijo riéndose sorprendida cuando entraron en el comedor–. Qué mesa tan grande.
–Y además se abre –afirmó él.
–¿De verdad? –Georgia abrió los ojos de par en par, se fue al extremo de la mesa y se sentó–. ¿Me oyes?
Sus miradas se cruzaron durante un instante, y Georgia sintió un torbellino de emociones en el pecho. Se levantó y fue hacia él deslizando los dedos lentamente por la pulida superficie, evitando sus ojos mientras trataba de recuperar el control.
–¿Conseguiste el piano de cola para la sala de música? –preguntó con fingida naturalidad.
Él negó con la cabeza.
–No, me parecía inútil. No toco el piano. Pero a veces escucho música en esa sala. Ahora es mi despacho. Ven a ver el antiguo salón, el de estilo Tudor. Creo que es ahí donde deberíamos poner el árbol.
Georgia asintió. El salón era un lugar recogido y confortable situado cerca de la cocina. Tenía vigas de madera y una preciosa chimenea de estilo inglés.
Cuando Sebastian abrió la puerta, ella entró y suspiró.
–Vaya, esto es muy acogedor –había unos sofás grandes y cómodos y unos troncos de madera a la espera de ser arrojados a la chimenea. Se imaginó a sí misma acurrucada en la esquina de uno de los sofás con un libro, un perro apoyado en las rodillas y Josh jugando con sus coches en el suelo.
Ya estaba soñando otra vez.
–Voy a poner el árbol en aquella esquina –comentó Sebastian–. Hay un enchufe cerca.
–¿Cuánto mide?
Sebastian se encogió de hombros.
–Unos dos metros y medio –respondió con una sonrisa–. Si no cabe tendremos que recortarlo, pero solo hay una manera de saberlo.
Resultó ser una misión complicada. El árbol estaba en el jardín de atrás, cerca de la caseta, pero había demasiada nieve.
–No vendría mal una pala –murmuró Sebastian desde la puerta mirando la nieve con disgusto.
–Creí que tenías una en el coche.
–Así es. Mira cómo está el garaje –la nieve cubría la puerta, y sacarla sin pala no era una opción práctica–. Tendría que haber pensado en ello anoche.
Pero por supuesto, no se le había ocurrido. Ya tenía bastantes cosas en las que pensar. Igual que ella. Pero no quería recordar la noche anterior.
Subió a Josh en brazos y se quedó en la cocina mirando a través de la ventana cómo Sebastian se abría camino a través de la nieve hasta llegar a un bulto sin forma pegado a la puerta del garaje. Hundió el brazo en la nieve, sacó algo y lo agitó hasta que empezó a aparecer una forma cónica.
–Mami, ¿qué hace Sebastian?
–Buscar el árbol de Navidad, que está enterrado en la nieve. ¡Mira, ahí está!
–Ohh –Josh observó maravillado cómo el árbol salía bajo la capa de nieve.
Sebastian lo levantó hacia el cielo.
–¿Te ayudo a meterlo? –preguntó Georgia acercándose a la puerta.
–No, mejor échate un poco para atrás. Esto se va a poner perdido.
Ella obedeció y Sebastian arrastró el árbol por la entrada, soltando nieve, agujas de pino y otros residuos por toda la casa. Luego salió de debajo del árbol, lo colocó en la esquina y sonrió.
–Bueno, esta ha sido la parte fácil –dijo.
–¿Y cuál es la difícil? –quiso saber Georgia.
–Conseguir que se mantenga de pie y encontrar el ángulo adecuado.
–¿Qué te parece si preparo café mientras se seca? Y debería llamar a mi madre para decirle lo que pasa con las carreteras.
–Adelante, pero imagino que ya estará al tanto. En las noticias no se habla de otra cosa. Todo el condado está paralizado. Al menos vosotros dos estáis a salvo. Hay mucha gente que se ha quedado atrapada en las carreteras durante la noche.
–¿De veras?
–Sí. Vamos, llama a tu madre y yo haré el café –se ofreció Sebastian.
Así que Georgia descolgó el teléfono y marcó el número de casa de sus padres.
–Hola, mamá.
–¡Quiero abuela! –exclamó Josh– ¡Yo teléfono!
–Mamá, ¿puedes hablar un momento con él? Luego te cuento –le pasó el teléfono al niño.
–¡Abuela, Sebastian tiene un árbol muy grande!
Oh, no, ¿cómo no se le había ocurrido que aquello podría pasar? Extendió la mano para que le pasara el teléfono.
–Cariño, ya has saludado a la abuela. Deja que mamá hable ahora –Georgia agarró el aparato–. Hola, solo quería llamarte para decirte que estamos aquí atrapados y no sabemos cuándo podremos salir. El camino está cubierto de nieve y...
–¿Ha dicho Sebastian?
Maldición.
–Eh... sí.
–¿Se refiere a Sebastian Corder? ¿Estáis en Easton Court?
–Sí –a Georgia se le secó el cerebro, pero no importaba porque su madre tenía muchas cosas que decir.
–No puedo creer que no me lo hayas dicho anoche. ¿Estáis bien? De todos los sitios posibles en los que podrías quedarte atrapada... cariño, ten cuidado...
–No pasa nada, mamá.
–¿Cómo no va a pasar nada? ¡Te rompió el corazón!
–Bueno, fue algo mutuo –murmuró Georgia–. Escucha, mamá, sé que esto no es lo que quieres oír, pero estamos bien, que es lo importante, y Sebastian está siendo muy generoso con nosotros. No te preocupes. No va a pasar nada.
Nada más aparte del beso que se habían dado. Pero habían prometido que no se repetiría.
–Tengo que irme, mamá. Vamos a decorar el árbol. Te llamaré en cuanto sepa qué pasa con la nieve, ¿de acuerdo? Dale un beso a papá de nuestra СКАЧАТЬ